El líder de Valle de Muñecas, destacado ingeniero de sonido, productor musical y referente de la escena del rock independiente argentino, analiza el presente de su banda y despliega su abanico de influencias, gustos y obsesiones.

Por Pablo Díaz Marenghi y Matías Roveta
Fotos de Florencia Alborcen
Videos de Florencia Alborcen Alejandro Míguez

Para Mariano Manza Esaín el oxígeno fue la música desde sus primeros años de vida. “Mi viejo era baterista. Tocó hasta hace un año y medio. Siempre hubo música dando vueltas en casa. Lo íbamos a ver. Cada tanto armábamos la batería de mi viejo en el living y ¡le pegábamos! (risas). En casa se escuchaba bastante jazz tradicional. Creo que mi hermano (Lulo) aprendió a armar y desarmar la batería de mi viejo antes de aprender a tocarla”, recuerda Manza, acomodado en la mesa de un bar de Villa Urquiza y dispuesto a una charla extensa. En sus años formativos, Manza pasó por el tránsito habitual de cualquier músico: banda de colegio, primeros recitales y amistades que serían trascendentales. Otro aspecto central en la construcción de su pasión melómana fue la lectura: “Siempre fui de leer mucho sobre lo que me gustaba. Las revistas de rock españolas fueron súper formativas, sobre todo la Rockdelux y la Ruta 66. Mucha de la música que descubrí fue gracias a esas revistas. Sigo comprándome libros o leyendo notas lo más que puedo”.

En el medio de esa intensidad, Manza se convirtió en el tecladista de Martes Menta en 1991 (banda de culto de la cual también surgió Ariel Minimal) y en 1994 formó Menos que Cero. A partir de ahí, su camino no se detendría jamás. Casi al mismo tiempo, inició una carrera como ingeniero de sonido con la misma curiosidad voraz: “Cuando grabamos los demos de lo que iba a ser el segundo disco de Martes Menta, lo encaré a Álvaro Villagra, que había sido el operador, y le dije: ‘Quiero empezar a trabajar en el estudio’. Era el Estudio Del Abasto. Me dijo: ‘Estoy completo ahora, pero en un par de meses uno de los chicos se va, uno de los que es asistente va a pasar a ser operador y vos podrías empezar como asistente’. Y ahí arranqué”. Primero como asistente de discos de Mal Momento y Blues Motel, luego grabando a Pez y Massacre, entre tantos otros. Muchos años después, se consolidó como un productor musical clave en la escena independiente y reconoce que: “Hay un montón de grupos que tienen que ver con un sonido que es el que a mí me gusta y con el que me identifiqué desde los comienzos de Menos que Cero. Es un sonido que, sin pecar de soberbio y dicho con mucha humildad, creo que ayudé a instalar acá en Argentina”.

Su banda actual, Valle de Muñecas, posee un imaginario propio desde la lírica que abarca el desamor, la pérdida y la reconstrucción. En términos sonoros, se destaca la potencia de las guitarras bien al frente y entrelazadas, sin distinción entre guitarra rítmica y líder, algo que también Manza relaciona con parte de su cúmulo de influencias: “Keith Richards y Ron Wood (The Rolling Stones), The Clash, Television, Pavement. Son todas bandas de dos guitarras que tienen arreglos re lindos. Me gusta mucho la idea de la orquestación”. En Valle hay canciones de rock redondas y con buenas melodías, guitarras en dialogo en el contexto de un formato cancionero, y también arreglos por capas y texturas de sonido; una raíz punk y reminiscencias al rock alternativo y la movida sónica de los noventa. En esta entrevista, Manza profundiza acerca de las novedades de su banda (un single editado en vinilo de siete pulgadas con las canciones “Tormentas” y “Dejadez”, un futuro EP -a editarse en cassette- de versiones punk junto con un tema inédito incluido, y un disco en vivo), recorre su historia personal, su lógica sobre cómo entender el trabajo de producción e ingeniería sonora, y su manera de vivir la música con una pasión incendiaria que transmite en cada reflexión.

 AZ: Con Valle de Muñecas venís preparando una serie de lanzamientos. ¿Podés contar un poco de qué se tratan?

Mariano Esaín: Estamos con una catarata de lanzamientos. Sacamos un single de vinilo en siete pulgadas que incluye “Tormentas” y “Dejadez”, que son dos canciones super idiosincráticas de la banda. Son versiones que quizá son conocidas por ciertas personas porque están dando vueltas en algunas plataformas, pero no están en Spotify y, sobre todo, no están disponibles en ningún formato físico. Entonces, cuando surgió la posibilidad de hacer un siete pulgadas, pensamos que esos dos temas tenían que estar juntitos. Sacamos eso y calculo que quedará para la primera o segunda semana de enero un EP que tendrá cuatro canciones, que es básicamente un EP de punk rock. Va a incluir una canción nueva de Valle de Muñecas y después tres versiones: una canción de Attaque 77, otra de Mal Momento y después un tema viejo mío de Menos que Cero. Una vez que esté todo eso editado, la idea es además sacar un disco en vivo, así qué la mano viene movida (risas).

AZ: Esas versiones punk ya las vienen tocando en vivo desde hace un tiempo, ¿no?

ME: Sí, sobre todo la de Attaque, que es “Áspero”. Hacer este EP fue una idea que surgió hace más o menos un año, para el show de presentación de El Final de las Primaveras. “Áspero” es una canción que yo tenía ganas de tocar desde hacía mucho tiempo, incluso desde la época de Menos que Cero. Y “Bar Extraño” de Mal Momento es un tema que yo ya hacía cuando tocaba solo con la guitarra acústica. Me pareció que estaba bueno juntarlas todas y conceptualizarlos de alguna manera. También me parecía que era piola hacerlo porque era como un decir “bueno, nosotros también hacemos esto”. Es parte del sonido de la banda: los cuatro miembros de Valle de Muñecas arrancamos en bandas escuchando esta música, pero no íbamos a hacer un álbum completo con ese estilo. Por eso fue la idea del EP. En los discos de Valle hay por momentos algún pantallazo de eso: canciones como “Una Hoja en Blanco” o “Game Over”, por ejemplo, que tal vez están arregladas de otra manera, pero podrían ser punk rock tranquilamente.

AZ: ¿Y ese EP en qué formato lo van a editar?

ME: En principio iba a ser solo digital. Pero después nos gustó tanto la idea que dijimos “bueno, hagamos esto del modo en que nosotros escuchábamos punk rock cuando éramos chicos”. Así qué se va a lanzar en cassette y con una tapa hecha con papelitos cortados por mí (risas).

AZ: El vinilo de siete pulgadas y el cassette son dos formatos interesantes, más propios del gusto analógico por la música y que revalidan el objeto físico. ¿Cuál creés que son las ventajas de editar tus canciones de ese modo?

ME: Lo que creo es que, con el avance del streaming y las plataformas digitales, el formato físico fue dejando de tener relevancia como modo de escucha. Hay mucha gente que compra los discos como una especie de gesto de apoyo a la banda, pero de todos modos después termina escuchándolo en Spotify o YouTube. Por eso es que el objeto pasa a ser importante. Podemos hablar un montón sobre la buena calidad del audio de un vinilo, que es diferente, e incluso podemos hablar del audio de un cassette. Pero la verdadera razón para este tipo de lanzamientos es que se tratan de objetos lindos, son cosas que vale la pena tener. Son, de hecho, más lindos que los cd’s esos con tapas raras o novedosas. Al vinilo no hay con qué darle: yo recibí la caja con los discos adentro y es una sensación emocionante, es como que tenés un pedazo de música. No importa si después lo van a escuchar en Spotify. Ojalá mucha gente tenga bandejas. La escucha de un vinilo requiere de una cosa que está un poco perdida en estos tiempos que es básicamente el ritual de escuchar música. Esa cosa de poner el disco y sentarse a escuchar, porque no hay un aparato portátil para caminar por la calle y reproducir vinilos. Requiere el ritual, levantarte para darlo vuelta. Pero, más allá de todo eso, el tema del objeto es fundamental. Nosotros siempre nos preocupamos por el arte de tapa, por fabricar cosas lindas que la gente quiera tener. Tanto el vinilo como el cassette están lejos del gesto snob de decir “bueno, lo hago en vinilo porque suena mejor”. Podemos discutir sobre eso, pero en definitiva se trata de distintas maneras de presentar el objeto. Eso sumado a que realmente es más económico fabricar esos formatos que hacer un cd.

AZ: ¿Es más redituable fabricar vinilos que hacer cd’s?

ME: Hacer cd’s en tandas de menos de mil es muy poco conveniente. Con los vinilos, la relación entre el precio al que se vende y el precio al que se fabrica, está muy bien. No es tan diferente a el caso de los cd’s, pero el vinilo te da la ventaja de que, si querés, podés fabricar doscientos o trescientos. Fabricar quinientos cd’s te sale más que las tres cuartas partes de lo que vale hacer mil. Para todas las bandas cada vez se hace más difícil la realidad de vender discos. No discuto el modo en que la gente escucha música, es simplemente un signo de los tiempos. Defiendo al LP o al EP como forma de arte, como conjunto o manera de aglutinar la obra que uno piensa. Pero también sé que la gente escucha música de otra manera. Escuchan canciones sueltas, pegan distintas bandas, hacen random y arman listas. Entonces, a lo que nosotros apuntamos es a ofrecer objetos lindos.

AZ: Volviendo sobre el EP de versiones punk, que reivindica ciertos aspectos sonoros presentes en Valle de Muñecas: ¿Creés, además, que es también un modo de volver a vincularte con el sonido de Menos que Cero, que tenía una veta punkie más marcada?

ME: Nosotros con Valle de Muñecas, durante ocho o nueve años, no tocamos ningún tema de Menos que Cero. Antes de arrancar con Valle, hubo tres o cuatro formaciones distintas de Menos que Cero y yo podría haber dicho que todo era como una continuación de lo anterior. Pero me atrajo más la idea de empezar de nuevo. Para poder hacerlo necesitaba no tocar esas canciones de las que incluso me sentía orgulloso. Era algo que también me servía a mí de excusa para componer material nuevo y para poder, desde un principio, arrancar diferenciando las propuestas.

AZ: Formaste parte del under alternativo de fines de los ’80 y de la década del ’90 con Martes Menta y Menos que Cero. ¿Qué recordás de esa escena?

ME: Para mí la primera mitad de los ’90 fue el último momento en que ir a ver bandas, comprar discos y realmente interesarse por la música, fue trendy. Entre fines de los ’80 y principios de los ’90, era trendy ir a ver bandas como quizá después lo fue ir a una rave o incluso años más tarde militar en política. Existían lugares en donde, aparte de la gente que se interesaba por eso, había personas que se acercaban por la razón social de que era el lugar en el que había que estar. Eso generaba que en cualquier show hubiera un montón de gente y que el público acudiera a esos lugares sin saber quién tocaba esa noche: iban porque sabían que ahí se iban a encontrar con muchas personas, iban a conocer un chico, una chica o la cosa que fuera que les gustaba. Todo eso generaba que la escena se convirtiera en algo importante, porque todos tocábamos para 250 personas, cualquier banda nueva que salía tenía asegurado tocar por lo menos para 150 personas. Eso fue así durante los años de Martes Menta y el principio de Menos que Cero.

AZ: Luego posicionaste a Valle de Muñecas como una banda clave de la escena emergente post Cromañón. ¿Cómo vivís este presente del rock argentino?

ME: En todas las épocas hay un montón de bandas interesantes para ir a ver. Yo, de hecho, fui a ver bandas toda mi vida: hace treinta años que voy todos los fines de semana a recitales. Entre las bandas con las que trabajo y las bandas que voy a ver por curiosidad, debo tener diez shows por semana todas las semanas de todos los años (risas). Eso es algo que me encanta. Lo que veo, en los últimos siete u ocho años, es una explosión que está buenísima. Hay un montón de grupos que tienen que ver con un sonido que es el que a mí me gusta y con el que me identifiqué desde los comienzos de Menos que Cero. Es un sonido que, sin pecar de soberbio y dicho con mucha humildad, creo que ayudé a instalar acá en Argentina. Eso me gusta mucho, porque hay una sonoridad que tiene que ver con las bandas que a mí me gustan y que me influenciaron. De algún modo, es la primera vez que veo eso consolidado.

AZ: ¿En qué bandas de la escena actual escuchás elementos que vos ayudaste a consolidar?

ME: No sé si es realmente que ayudé a consolidar. Pero nosotros teníamos al principio de Menos que Cero algunas influencias que no eran tan comunes acá. Era música que yo ya escuchaba en la época de Martes Menta o incluso antes. Había también otras bandas como Suárez por ejemplo. Gente que tenía entre sus influencias a Sonic Youth, Pixies, Dinosaur Jr., My Bloody Valentine; todo lo que es el indie americano e inglés. Esas eran las bandas que yo escuchaba. Veníamos de un momento en que todos los grupos trataban de sonar como Soda Stereo e íbamos hacia un estado en el que todas las bandas iban a tratar de sonar como una fotocopia mala de los Rolling Stones o Sumo. Que, más allá de eso, son dos bandas que me encantan, que quede claro. Lo que veo hoy es la consolidación de El Mató, veo a Viva Elástico, Atrás Hay Truenos, y a un montón de otras bandas que incluyen propuestas que tienen que ver con eso. Por supuesto, no quiere decir que necesariamente nos hayan escuchado.

AZ: En su mayoría, estás mencionando artistas norteamericanos. Sin embargo, siempre se suele puntualizar la influencia británica en Valle de Muñecas: Paul Weller, Elvis Costello, The Smiths.

ME: Sí, siempre se dijo eso de mí, ya desde la época de Menos que Cero. Esa era una banda que tenía, sobre todo en los primeros años y desde la estética, algo que ver con la cultura mod. Pero las influencias norteamericanas siempre estuvieron. Cuando arrancamos con Menos que Cero, Nirvana o Pixies eran cosas que estaban pasando y que escuchábamos todo el tiempo. Y, más adelante, fueron los Stooges, por ejemplo. Ahora también pasa lo mismo, hay bandas americanas o inglesas todo el tiempo. Para mí el indie americano siempre fue clave: Pavement es mi banda preferida de los ’90 por lejos. Yo la Tengo… no sé, son muchos grupos. Recalcar solo un costado, sería un error. Creo que tiene que ver con el hecho de que, cuando uno escucha música y la analiza, la linkea con lo que conoce o con lo primero que le llama la atención. Yo no aspiro a que todo el mundo diseccione la música que hacemos y diga “uy, acá está esto, acá esto otro”. Yo sé que el sonido de Valle de Muñecas tiene muchas influencias, pero cada vez se va convirtiendo más en algo que suena a mí y a la gente con la que yo estoy tocando en cada momento.

AZ: ¿Cómo solés trabajar el proceso de composición de las canciones?

ME: En general, la música y las melodías me salen de manera bastante intuitiva, es algo rápido, más allá de que después pueda trabajarlas o armar la estructura. También, el hecho de ser productor hace que, cuando aparecen ideas, me salgan ya imaginando el sonido o los arreglos. Es decir, no solamente el núcleo de la canción, sino además toda la idea global. Es algo que no puedo evitar, me sale naturalmente. Me acuerdo que, cuando yo empecé a tocar, quería ser como Beethoven o Mozart pero haciendo rock. Quiero tener todo en la cabeza. Quiero pensar qué va a hacer cada sección y cada instrumento. Esa es mi manera de pensar la música.

AZ: ¿Y con respecto a las letras?

ME: Con las letras el proceso es menos intuitivo y me suelen costar bastante más. Es un trabajo mucho más racional y le suelo dar un millón de vueltas a cada texto hasta que me gusta, porque no me agrada cantar cosas que no me convencen. Es importante también buscar la cosa fonética de las palabras, que me suenen musicalmente lindas. Hay veces que te sale una letra que está buena y la cantás en la melodía en la que la pensaste, pero puede ocurrir que finalmente algo de esa melodía se pierde por la musicalidad o no musicalidad de algunas palabras. Con eso soy bastante hincha pelotas: en realidad con todo soy hincha pelotas, pero con las letras soy hincha pelotas y me cuesta. Con la música soy hincha pelotas y no me cuesta (risas).

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AZ: ¿Se podría decir que, a la hora de componer, le sumás como extra una mirada como productor?

ME: Sí, y de alguna manera cuando produzco a otra banda tengo también una mirada de compositor. Trato de meterme y, en donde me dejan, opino sobre eso también. “Acá podrían cambiar este acorde” o “acá pueden sacar esta vuelta y poner esto adelante”. Para mí es una sola cosa lo que hago. Todo es parte de una misma mirada. Incluso cuando hago sonido en vivo, que por ahí tengo menos material para manejar, estoy pensando en planos desde una mirada musical y no desde una manera técnica.

AZ: “Dejadez”, una de las canciones que forman parte del nuevo single, está atravesada por la idea de desamor, de ruptura. Esas son temáticas que suelen ser recurrentes en toda tu obra: ¿creés que tenés un estilo como escritor de letras?

ME: Sí, creo que tengo un estilo, por más que no sea tremendamente prolífico y que no haga un millón de canciones por año. Pero sí, no creo que haya más de cinco temáticas en mis letras. El desafío está en buscar nuevas maneras para hablar de esos temas y que las letras sean cada vez mejores en ese sentido. Después, puede haber letras mejores que otras o textos que no son tan buenos pero tienen alguna frase buenísima. O al revés. Pero es verdad que soy consciente que hay pocas temáticas en mis letras y me gusta escribir sobre eso. Obviamente es más fácil que salgan mejores cosas en los momentos más críticos, y después las letras se completan más racionalmente en los momentos más relajados. Es decir, no necesariamente para hablar de algo negativo uno tiene que estar negativo todo el tiempo (risas).

AZ: Las letras sobre separaciones amorosas que vos escribís, en general, no tienen una mirada dark o depresiva. Suelen girar en torno a la reflexión, el aprendizaje que dejó esa relación acabada o la búsqueda de reconstrucción a partir de ahí. Podríamos tomar de ejemplo la frase “la soledad no es una herida”.

ME: Sí, creo que sobre el tema de las rupturas o el desamor existen muchas maneras de abordarlas. Hay muchas maneras de encarar esos temas en las letras, no es siempre la misma mirada. Hay canciones que son más negativas, otras que son positivas, letras que miran para adelante, otras que ven la ruptura como una catástrofe y letras que analizan eso como un punto de partida para crecer, para que empiece otra cosa nueva. Y también hay letras que no hablan de rupturas (risas). Lo que sucede es que hay muchas canciones mías que hablan de rupturas y son fácilmente interpretables como una separación de una pareja, pero muchas veces el puntapié inicial no fue ese. Hay canciones que son de ruptura con uno mismo, de ruptura con lo que uno es para poder empezar con una etapa nueva. Hay temas que son de rupturas de amistades y estoy seguro que mucha gente escucha eso y piensa que estoy hablando de un desamor, pero en realidad es sobre un amigo.

AZ: Otras gran frase es la de “Gotas en la frente”: “Y al final de cuentas, no es el tiempo lo que cuenta. Lo que duele es el espacio sin fin”.

ME: Esa es una frase muy buena, pero justo no es mía, es de Flopa. Hay dos letras que yo compuse con Flopa que son las de “Gotas en la frente” y “Cuentos para no dormir jamás”, que fue un poco como “La Balsa” (risas): ella dijo la primera frase y yo la completé. Pero sí, “Gotas en la frente” es diez veces una letra de ella que yo por ahí reorganicé y armé para mi canción. Si tengo que pensar en gente que me gusta cómo escribe letras, Flopa sin dudas es una.

AZ: Justamente con respecto a Flopa, “Dejadez” formó parte del gran disco Flopa Manza Minimal, considerado clave dentro del rock argentino de los últimos años. ¿Qué recordás de ese proyecto?

ME: Fue algo que estuvo buenísimo en su momento. Fue genial cómo lo encaramos: una reunión de amigos que nos juntamos a tocar. De pronto salió la idea de hacer un par de shows y los hicimos, y casi sin darnos cuenta estábamos grabando un disco. Fue todo hecho de un modo muy descontracturado. Ariel (Minimal) estaba a full con Pez, pero él siempre hace millones de cosas al mismo tiempo. A mí, en cambio, ese disco me agarró justo en el momento de la ruptura de Menos que Cero, así qué tenía “Trampas” y “Dejadez” a disposición que eran para mí dos temazos y estaban ahí libres. Y estuvo buenísimo que le tocaran a Flopa Manza Minimal. Algo parecido pasó con Flopa porque ella no había sacado nunca un disco y tuvimos la suerte de agarrar el best of de Flopa (risas). Nos tocaron una serie de temas increíbles que ella tenía hechos desde hacía un tiempo: “Abrazo Impacto”, “Debajo del Álbum Blanco”, son temas que yo digo “uf, justo nos tocó esto, qué suerte”.

AZ: Respecto a tu rol como productor e ingeniero de sonido, aún siendo todavía joven ya trabajaste en una infinidad de proyectos. Muchas bandas nuevas que recién empiezan te tienen como referente: ¿cómo convivís con eso?

ME: Así como digo que me sigue haciendo feliz ir a ver bandas por más que me acueste a las tres de la mañana, también una cosa que disfruto mucho es ver a grupos nuevos, bandas en potencia, bandas como incompletas. Me gusta ver grupos que todavía tienen aristas por pulir. Y no se trata de que quiera necesariamente trabajar con esas bandas, sino que mi cabeza está todo el tiempo armando la película. Tengo como la cabeza de pasar a través del sonido que está teniendo ese show y tratar de meterme en lo que está tratando de hacer esa banda y decir “uy, esto me gusta”. Me apasiona esa situación, la de ir a ver bandas que tienen aspectos para trabajar. No disfruto tanto de ir a shows con grupos que suenan perfecto y que tienen todo resuelto. Por eso es que voy a ver muchas bandas de gente que por ahí en general es más chica que yo y me gusta mucho cuando alguno de esos grupos me tiene después en cuenta para grabar un disco. Yo siempre siento que puedo aportar, porque de cualquier música que escuche siempre tengo una visión de qué es lo que me gusta, qué es lo que no me gusta tanto, qué es lo que creo que se podría cambiar. También, con los años aprendí a manejar el límite de hasta dónde meterme, hasta dónde puedo llegar.

AZ: ¿Y cómo es ese trabajo puntual con las bandas adentro del estudio cuando las estás produciendo?

ME: Con cada banda es distinto: hay grupos que están completamente abiertos a que vos les digas todo lo que se te ocurra, como si fueras un miembro más, y hay otras que son mucho más celosas y mucho más orgullosas de lo que tienen. Te dicen “vos hacela sonar bien y así estamos bárbaro”. En el medio, hay mil grises posibles. La realidad es que me gustan las dos cosas y a veces siento que soy un privilegiado: hay muchos grupos con los que trabajé y de quienes aprendí, pude sacar data que incluso después usé en mis proyectos. Es un privilegio poder meterse en el universo y en la manera de trabajar de un montón de bandas, porque es algo en lo que no se mete absolutamente nadie y que no se aprende en ningún lado: uno puede ser fanático de un grupo y no tener idea de cómo componen, cómo arreglan, cómo se llevan entre ellos. Me siento un afortunado por eso, por poder enterarme de la manera en la que funcionan internamente un montón de grupos. Está buenísimo eso y el intercambio de información: decirles “esto que hacen me recuerda a tal cosa” y luego mostrarles un disco, que ellos me digan que no lo conocían o que me muestren lo que están escuchando y me digan que quieren sonar de tal manera. Eso es un flash. De pronto me llega una música que me hace tener una nueva mirada sobre cosas que ya conocía o directamente descubrir música sobre la que no tenía ni idea.

AZ: En otra entrevista, los músicos de Acorazado Potemkin contaron que ellos sentían que estaban atravesando un proceso de cambio, de querer evolucionar desde lo sonoro. Y que vos desde tu lugar de productor venías con ciertas ideas de cómo ellos podrían atravesarlo y las dos cosas se juntaron.

ME: Claro, igual en el disco de Acorazado (Labios del Río) no me metí en la música. Me metí a full pero no les re-arreglé ningún tema, no les hice cambiar ninguna parte de lugar. Me parecía que no lo necesitaban o que no estaban buscando eso de mí. Me parecía que querían expresar sonoramente una potencia que tienen en los shows, un interplay que hay entre los tres que es bastante particular. Les propuse grabar todos juntos con las cosas en la sala, sin separación, como si fuera una sala de ensayo grande, que es algo que habíamos hecho con Valle de muñecas en algunas cosas, que hice en algunos otros discos de otra gente. Es algo que permite mucha menor versatilidad a la hora de manipular el audio después en la mezcla pero que generalmente es una forma de capturar eso que a mí me parecía que había que capturar de ellos. Después, estaba la idea de ellos de meter otros instrumentos que no eran parte del trío básico. Hay un tema, “Humano”, que lo que hice fue decir: “En este tema está el trío, el piano y la guitarra acústica. Voy a hacer una mezcla en donde lo principal sea el piano y la guitarra acústica y el resto este atrás”. Eso le dio una particularidad al tema. Le di un lugar prioritario a algo que ellos pensaban que tenía un lugar secundario y eso le dio un color particular a ese tema. Veo que en las review mucha gente habla de ese tema.

AZ: De hecho, esa canción remite un poco a Valle de Muñecas.

ME: Y puede ser. Creo que está mezclado de una forma en la que yo mezclé varias cosas de Valle de Muñecas.

AZ: En relación al sonido de Valle de Muñecas, algo central son las guitarras al frente y el modo en cómo dialogan. ¿Cómo trabajan las violas vos y Fernando Blanco?

ME: Generalmente tengo algunas ideas en la cabeza cuando llego al tema. Trato de darle el lugar a Fernando para que haga lo suyo y una vez que él tiene sus ideas plasmadas eso me lleva a cambiar un poco lo que estoy tocando. Me gusta eso. Cuando llevo el tema, mi guitarra es casi una base completa. A veces voy con ideas de arreglos específicos pero en general voy con una guitarra que acompaña el tema y donde es más importante el sonido que lo que estoy tocando. Cuando Fer arma los arreglos o cuando Mariano (López Gringauz) sale con una línea de bajo ahí ya se me ocurre otro material. Escucho temas de Valle de muñecas donde las guitarras son más una pared, algo que está sonando todo el tiempo, y temas donde hay más un entretejido. Hay cosas de influencias de guitarras que tenemos los dos que hemos escuchado, que nos gustan y que están ahí siempre presente. Veo que la manera de interpretar las guitarras en mi banda también está presente en discos que produzco. El elemento en común es ese tratamiento de las guitarras. Por ejemplo, discos de Mataplantas, de NormA. En algunos discos había una guitarra principal y una secundaria y yo, de alguna manera, las transformé en dos guitarras de igual importancia. Ese concepto de una guitarra de cada lado, muy abiertas, lo escucho en muchos discos que produje. De alguna manera, el último disco de Valle de muñecas (El final de las primaveras, 2015) es el disco con el trabajo de guitarras más fino.

AZ: ¿Qué bandas podrías mencionar como influencias compartidas con Fernando Blanco en cuanto al tratamiento de las guitarras?

ME: Cuando pienso en guitarras entrelazadas, pienso en dos guitarristas que para mí fueron fundamentales: Johnny Marr (The Smiths) y Peter Buck (R.E.M). Tienen estilos muy similares. Después está la cosa más rítmica y más de acordes que por ahí la encuentro en el primer Paul Weller (The Jam) y, por otro lado, Neil Young. Uno con más golpe, el otro con un sonido mucho más envolvente. Después muchas duplas de guitarras que nos gustan: la dupla de Sonic Youth (Lee Ranaldo/Thurston Moore), la dupla de los Pixies (Joey Santiago/Black Francis), Keith Richards y Ron Wood (Rolling Stones), The Clash, Television, Pavement. Son todas bandas de dos guitarras que tienen arreglos re lindos. Me gusta mucho la idea de la orquestación. Escucho mucha música que va más allá del rock y me gusta pensar la banda de rock como una orquesta.

AZ: Diste charlas, talleres y clínicas sobre producción e ingeniería de sonido. ¿Pensaste en dar clases para transmitir tus conocimientos y tu experiencia respecto a la grabación y producción musical?

 ME: Di clases de grabación y producción durante tres, cuatro años y me gustaba. Lo re contra disfrutaba. Soy bastante didáctico, incluso cuando grabo una banda. Me gusta que la gente con la estoy trabajando sepa qué estoy haciendo. Crecí en una época en la cual había como una leyenda de que los técnicos de grabación eran personas muy celosas de sus secretos y que nadie quería que el otro se enterase de lo que hacían. El día que leí una nota de un disco que me gustaba y decía exactamente como estaba ecualizado y fui, lo probé y no sonaba ni a palos como el disco ese dije “Ah, ok, esto no sirve para nada. De acá yo saco la raíz pero después la oreja de cada uno es distinta”. Me gusta que la gente que trabaja conmigo aprenda un montón de cosas. Por más que su próximo disco lo hagan solos o con otro productor pero que se haya llevado información interesante de haber trabajado conmigo. Me pasa con un montón de bandas que luego de hacer un disco conmigo veo que usan cosas que vieron hacerme a mí y por ahí me llaman para grabarlos o mezclarlos. Me gusta esa parte de mi trabajo.

AZ: Antes comentabas que sos de ir a ver bandas y que te gusta mucho ver qué cosas podrías corregir en ellas. ¿Se te dio la situación de acercarte a hablar a alguna banda y sugerirles qué hacer o sos más de esperar a que se te acerquen ellos?

ME: No sé. Soy medio tímido para esas cosas. Soy muy poco marketinero de mi mismo. Me da vergüenza hablar bien de mí (risas). Nunca fui de acercarme a una banda y decirles: “Che, me encanta lo que hacen. Páguenme” (risas). No soy un productor ejecutivo que les pone plata. No tengo estudio propio. Si me gusta una banda lo expreso, que sepan que me gusta, y con el tiempo por ahí con algunos se da una relación u otros escucharon discos y vieron que había trabajado en esos discos que le gustaban.

AZ: ¿Cómo fue tu formación como ingeniero de sonido y productor?

ME: Ya cuando grabé mi primer demo me encantó el estudio de grabación. Era un estudio chiquito. Por un lado, pensé que me gustaban los dos lados del vidrio, y por otro lado, me sentía completamente incapaz a la hora de transmitirle al técnico de grabación qué era lo que yo quería que suene. Hice un curso de grabación cuando recién salí del colegio secundario pero no hice nada con eso. Produje una banda de amigos. Cuando grabamos los demos de lo que iba a ser el segundo disco de Martes Menta lo encaré a Álvaro Villagra, que había sido el operador de eso, y le dije “Quiero empezar a trabajar en el estudio”. Era el Estudio Del Abasto. Me dijo “Estoy completo ahora pero en un par de meses uno de los chicos se va, uno de los que es asistente va a pasar a ser operador y podrías empezar como asistente”. Y ahí arranqué. Fue justo cuando se separó Martes Menta. Es decir, esos demos nunca se transformaron en un disco. Y ahí arranqué. El primer disco en el que trabajé de asistente fue el primero de Blues Motel (Volumen I, 1994) y el segundo fue el primer disco de Mal Momento (Mal Momento, 1994). Un día le dije a Álvaro: “Necesito operar algo. Grabar un disco”. En ese momento estaba arrancando Menos que cero. Me dice: “Este fin de semana está libre. Vení y hacé lo que quieras”. Fui y grabé el primer demo de Menos que cero que terminó siendo una primera edición en cassette anterior al primer disco y un mes después grabé el primer disco de Pez (Cabeza, 1994). Ese fue el primer disco que grabé.

AZ: ¿Ahí grabó Almafuerte también?

ME: Sí, yo trabajé con ellos. Trabajé en la mezcla del en vivo de Hermética (En Vivo 1993 Argentina, 1993) y en los primeros discos de Almafuerte. También algunos de Pappo, los dos que vinieron después de Blues Local (1992). Grabé en Galería Desesperanza (1994), de  Massacre. Sexcalectric (1995) de Demonios de Tasmania. Esos eran discos de ese momento cuando trabajaba en el Abasto. Después cuando el estudio se mudó ya me quedaba muy lejos de mi casa, tenía dos horas de viaje, y preferí empezar a trabajar como técnico en estudios más chiquitos, por más que grabara con bandas desconocidas. No sé. Por ahí ralenticé un poco el proceso haciendo eso pero fue lo que pensé.

AZ: Dentro de esa extensa lista de discos donde trabajaste como ingeniero o productor, ¿cuáles son tus preferidos?

ME: Siempre pienso en Hickie (2006) de Mataplantas y No es (2006) de Coiffeur como dos discos de los cuales estoy muy orgulloso. Después hay otros, por distintas razones. Los últimos discos que grabé de Pablo Krantz me gustan mucho. Todos los primeros discos que grabé tienen un sonido muy orgánico. Veo como dos tipos de sonidos en mis discos: un extremo sería el sonido super orgánico, muy de reflejar lo que pasa en el cuarto, que viene un poco de mi primer amor en la producción en las grabaciones, la primera persona por la cual escuché discos por quien lo producía o quien lo grababa y no por la banda que fueron los discos de Steve Albini: In Utero (1993) de Nirvana, Surfer Rosa (1988) de los Pixies, Rid of Me (1993) de PJ Harvey. Al mismo tiempo, el sonido de un tipo como Glynn Johns que grabó a fines de los sesenta a los Rolling Stones, los Who. Un sonido super orgánico que me interesaba. Después, por otro lado, está el sonido más producido, con capas y más profundidad de audio que por ahí viene de que me gusten mucho los discos producidos por Phil Spector o todos los grupos de chica de finales de los cincuenta y sesenta. O yendo más acá Dave Fridmann o Nigel Godrich. Tienen un trabajo mucho más elaborado. Me muevo entre esos dos extremos. Si tengo que hablar de un sonido más orgánico puedo hablar de los dos discos que grabé de Acorazado Potemkin, Fragilinvencible (2000) de Pez, los discos de Blues Motel. En el otro lado pondría los discos que hice con Pablo Krantz, Resiste (2007) de Interama, los últimos de Valle de Muñecas -los primeros, Días de suerte (2005) y Folk (2007) estarían en el otro extremo-. Todo está ahí medio en el medio. El final de las primaveras (2015) fue un intento de hacer algo más en el medio. Me muevo un poco entre esos dos extremos. Después, hubo cosas más raras que hice de las cuales estoy muy orgulloso, como el último disco de Marcos Sanguinetti, 9 (2017), porque fue el primer tipo muy por afuera del rock con el que trabajé, que se acercó a mí buscando algo que tenían mis discos. Para mí era una deuda pendiente grabar con un grupo con esa sonoridad y salió algo muy interesante. Destaco todos los discos de NormA que hice. Me parece una banda tremenda. De las mejores bandas de los últimos quince años en Argentina. Siempre se me olvidan muchos. Por ahí andan.

AZ: ¿Te gusta ver esos documentales en donde está la mesa, la consola y están el ingeniero y el productor explicando cómo hicieron cada cosa?

ME: Sí, Classic Albums. No vi todos. Vi algunos. Después está buenísima la colección 33 1/3 (N.de.R: libros dedicados a analizar en profundidad discos clásicos). Hay algunos que son más técnicos y otros menos técnicos pero me gustan. Tengo de Pixies, de My Bloody Valentine, Rolling Stones, Ramones. Hay hasta de Jay Z ponele (risas). Es un poco meterse a ver qué pasaba conceptualmente cuando fue hecho ese disco. Me gusta eso. Me gusta leer entrevistas a productores sobre algún disco que me gusta. Siempre algo saco en claro.

AZ: Daniel Melero decía, medio con ironía, que si hay algo en lo cual era bueno, y para lo cual se había entrenado, era en escuchar. Relacionando esto con lo que mencionabas antes, de cómo ves detalles que se podrían pulir en ciertas bandas: ¿Qué es lo que te tiene que convocar o conmover de una canción cuando la escuchás por primera vez?

ME: Siempre son cosas distintas. A todo el mundo lo primero que le entra de una banda es el cantante y la canción. No escapo a la regla. Cuando veo una banda con un cantante que no me gusta, con unas canciones que no me gustan, con unas letras que me dan cosita, tengo la capacidad para decir “no me gusta esto, pero me gusta el baterista o el guitarrista, o me gusta esto que hacen”. Pero en general, como le pasa a todo el mundo, me parece que es un elemento central. Y no hablo de afinar vs desafinar. Hablo de que te llegue algo que está cantando. Después hay bandas en las cuales me flashea lo que hacen las guitarras o lo que pasa instrumentalmente. Siempre es distinto. Nombraste a Melero antes y a veces pienso que es un referente para mí en ciertas cosas, por más que no soy fan de sus producciones. Me gustan algunos de los discos que hizo pero no todos. Siempre saco cosas en claro de sus reportajes. Me gusta mucho leerlo. Incluso las veces que estuvimos juntos, fue super enriquecedor charlar con él. Tiene una visión sobre la música que a mí me gusta. La otra vez, para una nota en algún lado, me pedían una mini bio mía y puse algo así como “escuchador de música y en mi tiempo libre grabo discos propios y ajenos” (risas). Me siento, de alguna manera, un escuchador de música, un analizador de música. Después, todo lo demás son subproductos.//∆z

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