10 – Lullaby and the Ceaseless Roar – Robert Plant & The Sensational Space Shifters
Se sabe que Robert Plant hace tiempo dejó las distorsiones y la pirotecnia de lado para recostarse en la oscuridad introspectiva y el misterio; una zona lateral ya manifiesta en los setentas. Lo específico de Lullaby… es la concentración en la interioridad, donde también están hace un tiempo Sting, Peter Grabiel, Ian Anderson y, más acá, Thom Yorke, el heredero. En esa entrega final por el lado oscuro hay matices. Los más viejos parecen encontrar en tal pozo una visión de futuro a través de maridar máquinas con instrumentos ancient y recursos folk, un proyecto que es reescritura del tiempo hacia atrás y adelante. Los nuevos apuestan de lleno a la maquinaria y a lo atonal, apuntando hacia adelante, al proyecto. El resultado sin embargo lo comparten ambas generaciones; el antiguo tópico del viaje interior sugiriendo la imagen del futuro como una aldea de tecnología pacifista. El oyente va a encontrar un disco agradable a la oreja, quizás lo mejor que pueda sacar Plant en estos días. S.M.
9 – Lost in the dream – The War on Drugs
Adam Granduciel. Así se llama el tipo que craneó y le puso el cuerpo a uno de los discos más exquisitos de los últimos años. La banda, que contaba con dos trabajos previos, lanzó en 2014 Lost in the dream: diez canciones que consagran a los War on Drugs y que los ponen a jugar en las grandes ligas. Los de Philadelphia, compañeros de ruta de Kurt Vile, suenan como un grupo de los ochenta lanzado en el DeLorean directo al siglo XXI. Hay algo en Granduciel de la voz de Mark Knopfler, la potencia de Springsteen, y diríamos que toma lo mejor del indie si eso no fuera más que una etiqueta para igualar a todas las bandas: Lost in the dream no se parece a nada y se parece a todo -sus influencias- a la vez. A.V.
8 – Everything will be alright in the end – Weezer
En sus últimos discos, la banda sonaba desorientada, como denotaba la omnipresencia de productores de hits y raperos como co-compositores. En este disco, Cuomo parece haber reencontrado el norte; hay invitados en siete de las trece pistas, pero casi no se notan, porque su impronta se yergue inexorable, retomando el rock hitero al que quiere volver pero con vueltas de tuerca inéditas. “Cleopatra” es el mejor tema de Weezer en más de diez años, con una voltereta rítmica brillante, desvíos metaleros y un solo armonizado sencillamente precioso. Y después está el cambio mental implicado en el título. Pasaron veinte años desde el debut. Cuomo está casado, hizo las paces con el padre y promedia los cuarenta. O sea, más allá de no poder controlar a los fans (que la ligan de nuevo en otro tema cuyo título podría traducirse como “me tienen hasta acá”) y del paso de los años, nada le queda para traumarse, por lo que tunea también el tormento lírico. En Everything… el malogrado Weezer del siglo XXI por fin se redime. Tenían razón al asegurarlo: al final, todo estará bien. S.F.
7 – Atlas – Real Estate
Real Estate completa su trilogía dedicada a la nostalgia con Atlas. El quinteto es experto en diseccionar la angustia, en sus dos anteriores discos hacían gala de estas dotes. Este tercer álbum es la continuación perfecta del aclamado Days (2011). Un tratamiento simple de la canción, un mapa de guitarras, arreglos sutiles, una voz que fantasmea y unos estribos zarpados en pegadizos son las claves del éxito. ¿Indie rock? ¿Dream pop? ¿Rock alternativo? Qué importan las etiquetas, son las canciones más hermosas de la temporada. Flasheala. J.V.
El principal motor de cambio es el interminable talento de Beck como reciclador, esta vez de sí mismo: toma una paleta sonora familiar y modifica la actitud. En Sea Change (2002), el californiano sacó una radiografía estremecedora e inusualmente sincera de esa parte tan dolorosa del duelo por una relación perdida en la que uno da vueltas sin parar. Morning Phase está anclado a la siguiente etapa, en la que la pérdida ya fue aceptada y se prosigue con altibajos, la calma después de la tormenta con probabilidad de chaparrones aislados. Es bueno ver de vuelta «oficialmente» al camaleón californiano después de seis años sin discos titulares, y más con este grado de inspiración. Morning Phase tiene muchos puntos altos, especialmente para los fanáticos de esa faceta intimista de Beck. S.F.
Todavía no repuestos del todo tras la aún reciente muerte del bajista Gerard Smith en 2011, de sólo 36 años, el quinto disco de esta banda neoyorquina se sobrepone a la pasividad del más lánguido Nine Types Of Light subido a un caballo desbocado al que mejor le tapamos los ojos para enfrentar este barranco. Con sintes a mil beats por minuto, su mejor ejemplo está en la nerviosidad vibratoria de “Happy Idiot” y su video estilo Meteoro. Feliz regreso del cuarteto, sacando la cabeza del agua.
En menos de una década como solista, St. Vincent (seudónimo artístico de la multi instrumentalista estadounidense Annie Clark) adquirió un bien muy preciado para cualquier músico: un estilo propio bien definido, que reúne diversos géneros (rock, electrónica, punk, jazz, dance) en un todo coherente y particularmente expresivo. Es así como sus tres discos han sido éxitos de crítica y público y ella llegó a grabar con David Byrne. St. Vincent puede verse como una condensación de los elementos y temáticas que Clark viene trabajando desde Marry Me (2007): la interacción entre lo electrónico y lo eléctrico, la heterodoxia de estructuras y dinámicas y la línea de tensión entre felicidad y locura, omnipresente en su voz y sus letras. Desde esta perspectiva, aquí se ofrece el conjunto de canciones más sólido de su carrera. Clark logra que todo luzca natural en la gran mayoría de los temas, por más disparatada que suene cada propuesta en un principio. S.F
3 – Hypnotic Eye – Tom Petty & The Heartbreakers
Con Hypnotic Eye, su nuevo disco, Tom Petty & The Heartbreakers ofrecen una linterna para iluminar la senda que conocen. Una buena ocasión para afilar la oreja y escuchar a este grupo de baqueanos oscuros que parecen decirle a la época, “ustedes, vengan detrás nuestro, sabemos bien el camino”. Buen trabajo del ex Traveling Willburys; quién escuchó el anterior, Mojo (2010), no va a sentirse defraudado. El hombre de Florida sabe hacerlo. Habría que invertir la argumentación corriente y decir de una vez que recién en la segunda década del siglo XXI la tradición encontró el sonido y el lugar adecuado para desarrollarse. Una esencia que se hace no en el origen sino habiendo transitado buena parte del recorrido. Por eso Tom no puede entregarse, hoy, a la flojera natural de algunos músculos. Petty nació en 1950, está dando lo mejor de sí y parece tener, todavía, mucho para entregar. S.M.
Ganar la calle se volvió el objetivo del loco de Nashville. Para eso arrojó Lazaretto; re-orden de sus átomos para salir a pelear en la cumbre del mainstream con los niggas del hip hop. Lleva la derrota asegurada, pero también hidalguía en la empresa. Nada nuevo pero todo es nuevo: riffs en la pentatónica, distorsiones, impulsos entre epilépticos y explosivos como una bujía de un motor antiguo y noble que tiene su belleza en la falla, en la mugre. También estira, con elegancia, el olor hiphopero distorsionado que ahora recuerda a Rage Against The Machine y ya emanaba por momentos en The Dead Weather. Y moviliza su amor por el folclore americano blanco, los arreglos con toques ácidos de violines, el piano, el bluegrass de Bill Monroe y Allison Krauss practicado con anterioridad en White Stripes. Ese arsenal es el que enarbola White para enfrentarse a la supremacía nigger, por un lado con sus propias armas rítmicas y por el otro con los standards farmer blancos. Al unísono abre, en la provocación y el contraste con las mujeres, otro frente de batalla dialéctica que lo obsesiona. Jack ama pelear. S.M.
1 – World peace is none of your Business – Morrissey
World peace… es un trabajo ideal para quien nunca escuchó Morrissey. Sus 16 canciones, en la versión deluxe, están excelentemente producidas y el repertorio adquiere una armonía que hace que la hora y veinte de música pase de repente por los oídos. La voz de Moz cada vez suena mejor (“Oboe Concerto” es un claro ejemplo de ello) y su inglés, como siempre, es lo más british que tiene la producción, con una pronunciación que hace a las canciones entendibles hasta para aquellos que no saben el idioma. Producido por Joe Chiccarelli (The White Stripes, Café Tacuba y The Strokes, entre otros), World peace… fue calificado por la discográfica Capitol Records como “el mejor disco de Morrissey de los últimos 20 años”. Puede sonar exagerado, sobre todo porque Morrissey siempre es Morrissey y dentro de este paquete viene todo lo malo y todo bueno que el cantante de Manchester tiene para ofrecer, lo cual, de por sí, ya es demasiado. A.A.//∆z
Textos de: Agustín Argento, Santiago Farrell, Sergio Massarotto, Joel Vargas y Alejo Vivacqua.