Listen, el cuarto álbum de The Kooks, mantiene las melodías pegajosas y bailables que caracterizó al cuarteto británico. Con una composición apoyada en guitarras y una voz melosa y expresiva, se perfile como uno de los discos sobresalientes del año.

Por Agustín Argento

Llegando a diciembre, todo cronista se siente obligado a iniciar el balance sobre la calidad discográfica que pasó por sus oídos. Una ansiosa tentación profesional que debería ser aplacada hasta que suenen las campanas del fin de año. Si se le hiciera caso a este apuro mediático, discos como Listen no habrían sido tenidos en cuenta, sobre todo si se piensa que el 2014 trajo producciones que pueden marcar época (Aelita de Mando Diao o 48:13 de Kasabian, por ejemplo).

En el caso del cuarteto de Brighton, la fórmula es la conocida. E infalible. No hay tema que decaiga. Desde el comienzo con “Around Town” y “Forgive and Forget” hasta el final en manos de “Sunrise y “Sweet Emotion”. Guitarras sin muchos efectos (algún overdrive con delay y chorus se pueden distinguir) arman acordes pegadizos y muy llevaderos.

“Bad Habit”, tal vez, sea el hit del disco. La voz de Luke Pritchard se desenvuelve llena de color, con una melodía que demuestra que sólo el idioma inglés, por su fonética, podía ser el encargado de inventar el rock. La letra, lejos de la depresión de muchas canciones contemporáneas, invita a levantar el ánimo. “Tienes que tocar tus ojos, machacar tus lágrimas. Tienes que salir”, reza en la primera estrofa, con unos coros al mejor estilo década del ’50 o ’60.

Hasta “See Me Now”, que arranca como una balada de piano, se pone hitera e invita a aplausos en el estribillo. Otra vez, la voz de Pritchard sobresale a la melodía del tema. O el festivo “It Was London”, un himno a las revueltas populares por el asesinato de jóvenes negros hace un par de años. “¿Podés creer que esto es Londres?”, se pregunta sobre los desmanes que sucedieron “desde Trafalgar, toda la subida hacia Camden”.

En “Are We Electric”, justamente, se ponen electrónicos. Es la canción diferente de Listen. Sin dejar de ser los clásicos músicos británicos se le animan a los teclados y las secuencias, como para mantenerse, también, dentro del mainstream. El sonido del sintetizador cuando empieza la canción es un tanto chocante. Junto a “Down”, con unos bluseros gritos a capela al inicio y demasiado pop después, son los dos temas que podrían haber quedado fuera de la placa y nadie los extrañaría.

Las percusiones también acompañan a las melodías de las guitarras. Bongos, congas, instrumentos percusivos metálicos (¿Triángulos? ¿Xilofón?) están de fondo, paneados a derechas o izquierda en la mezcla, como para sostener los buenos riffs de Hugh Harris. Así, Listen no es sólo un disco para escuchar, como señala el título, sino, y sobre todo, para disfrutar.//z

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