Una lista de películas y algunas reflexiones en torno a la última edición del festival de cine más prestigioso de Latinoamérica.

Por Ignacio Barragan

Puede pasar que algunas crisis eventualmente terminen siendo provechosas para quien las tiene. Cuando se toca fondo, no queda más que volver a la superficie. Es el caso del último Festival de Cine de Mar del Plata: después de una edición polémica en 2018, llena de recortes presupuestarios y con una selección cinematográfica de dudosa calidad, podemos afirmar que este año el festival desplegó un gran cronograma de películas en el que se mezclaron directores de cine clásicos con una nueva generación de realizadores argentinos.

En primer lugar hay que decir que el cine nacional perdió a un gran hombre. José Martínez Suárez, director de películas como El crack (1960) o Dar la cara (1962) y quien fuera el Presidente del Festival durante más de una década, murió el 17 de agosto a los noventa y tres años. Su valioso aporte en cada una de las ediciones es indudable: cientos de anécdotas de quienes trabajaron con él dan cuenta de ello. El hecho de que la edición de este año se inaugurara con Los muchachos de antes no usaban arsénico (1975) no solo es un acierto sino un justo homenaje.

Si hubo algo característico este año fue lo heterogéneo de su programación. Por las pantallas desfilaron directores consagrados como Werner Herzog, Marco Bellochio o Bong Joon-ho, pero también hubo lugar para quienes están afianzando su carrera o, directamente, la están empezando. Entre ellos, quizás los más destacados sean Agustina Comedi, Natalio Pagés y un ya reconocido Gastón Solnicki. No hay que dejar de mencionar a aquellos filmes rescatados del olvido que fueron exhibidos durante estos días: la bella filmografía de John M. Stahl; La vuelta al nido (1939), de Leopoldo Torres Ríos; Silvia Prieto (1999), de Martín Rejtman, a veinte años de su estreno, y la que probablemente sea la película más aburrida de Roberto Rossellini: Le Psychodrame (1959).

Más de 160.000 espectadores transitaron por los pasillos de los cines marplatenses, una cifra nada menor teniendo en cuenta el contexto de ajuste económico en el que se encuentra el ciudadano promedio. Lo positivo de las cifras tiene su correlato en la elección de las películas premiadas: la vara estaba alta y el jurado estuvo a la altura de las circunstancias.

El Ástor de Oro, máximo galardón para un largometraje, fue para O que arde, de Oliver Laxe, monumental obra compuesta por momentos sublimes que narra la vuelta al hogar de un hijo pirómano que estuvo preso. Los ambientes y las texturas del filme alcanzan un clímax lleno de tensiones que transporta al espectador a un escenario salvaje, rodeado de misterios. La otra gema a destacar es Las poetas visitan a Juana Bignozzi, de Laura Citarella y Mercedes Halfon, quienes obtuvieron el premio José Martínez Suárez como Mejores Directores/as de la Competencia Argentina. Un filme bello que sin dudas dará que hablar en los próximos meses.

Para finalizar, la decisión de haber clausurado el Festival con The Irishman, de Martin Scorsese, puede disparar algunas reflexiones. Por un lado, todos aman al director estadounidense, entonces no hay nada despreciable en el hecho de proyectar su última película. Pero por el otro, esta obra fue producida por Netflix (al igual que Roma, de Alfonso Cuarón, que clausuró la edición del año pasado), y si bien es indudable que ambos filmes tienen una calidad por encima de muchos otros trabajos, ¿hasta cuándo vamos a caer en el facilismo que proponen los catálogos de streaming? Si el futuro del cine esta en el living de una casa, ¿no es mejor dejar de hacer festivales y empezar a someterse a estos oligopolios que nos dictan constantemente qué ver? Las repuestas pueden ser variadas: aún falta para que se decida el futuro del cine después de esta revolución tecnológica del on demand. Lo que sí es seguro es  que, con sus aciertos y falencias, el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata no solo satisface a la exquisita cinefilia local sino que también entretiene. Al fin y al cabo, lo más importante que puede hacer el séptimo arte.

A continuación, una selección de películas que se vieron durante la 34° edición.


Un filme dramatique (2019) – Éric Baudelaire

Simpleza e inocencia en un documental que reflexiona en torno al cine, es decir, el arte pensándose a sí mismo. Esta nueva película de Baudelaire gira alrededor de un grupo de niños que desea hacer una película. Ellos se divierten y a la vez piensan: “¿Cómo quiero decir las cosas?”. Pero principalmente: “¿Qué es lo que quiero decir?”. El director no interviene en el proceso creativo, a menos que sea solicitado por alguno de los niños, y los diálogos se dan solo entre ellos, lo que logra un nivel de intimidad con el espectador que resulta agradable. La inocencia de los chicos recuerda por momentos a escenas de los comienzos de la nouvelle vague.


Être vivant et le savoir (2019)Alain Cavalier

Una película experimental enfocada en la muerte. No solo es una obra llena de “momentos muertos” de la vida sino que efectivamente hay alguien que muere en el documental. Cavalier piensa el paso del tiempo como una fuerza inexorable que derriba todo y de la cual no se puede sacar ninguna certeza: un ente insípido que corroe al ser humano. A través de su amiga Emmanuèle Bernheim es que empieza a hilar un relato en el que la duda y la soledad son los protagonistas de algunas preguntas existenciales.


Walden: Diaries, Notes and Sketches (1969) –  Jonas Mekas

Al igual que Herzog, Jonas Mekas se ha convertido en un clásico argentino. Hordas de fanáticos compran sus libros y ven sus películas en diversas retrospectivas. El Walden de Mekas es una joyita para los amantes del director, una obra organizada como un diario que a la vez tiene retazos, imágenes y materiales que quedaron cajoneados a lo largo de una vida. Si bien dura tres horas, recorrer la vida de Mekas a través de su lente resulta siempre conmovedor.


Playback. Ensayo de una despedida (2019)Agustina Comedi

Después de ser una de las mejores directoras en 2018 con El silencio es un cuerpo que cae, Agustina Comedi vuelve a sorprender con este corto que relata la vida de un club trans durante los ‘80. Se repiten ciertos usos estéticos de su primera película, como el material de archivo y la voz en off, pero el resultado es igual de emocionante: una historia triste y llena de olvidos donde el cuerpo disidente equivale a invisibilidad. Comedi se llevo el galardón a mejor corto de la competencia.


Les Enfants d’Isadora (2019)Damien Manivel

Isadora Duncan fue prácticamente la inventora de la danza moderna. Su vida estuvo marcada por diversas tragedias: perdió a sus dos hijos en un accidente automovilístico y ella murió ahorcada por una bufanda atorada en la rueda de un auto. La película de Manivel retrata la historia de cuatro mujeres que se encuentran conectadas de alguna u otra manera por la vida y obra de Duncan. La tristeza y la soledad son protagonistas de una película que comienza y finaliza con el llanto. //∆z