Hablamos con el ganador del Premio Casa de las Américas 2016 sobre su libro No hay risas en el cielo,  su carrera y la escena literaria argentina.

Por Alejo Vivacqua

El nombre de Ariel Urquiza (Tres Arroyos, 1972) empezó a sonar familiar para la escena literaria cuando en 2016 su libro No hay risas en el cielo fue galardonado con el Premio Casa de las Américas en la categoría cuento. El jurado, compuesto por Pedro Juan Gutiérrez, Ana Quiroga, Eduardo Lalo, Santiago Gamboa y Ramiro Sanchiz, destacó, entre otras cosas, “el demostrado talento narrativo para abordar algunos de los problemas más acuciantes del presente en América Latina”.

Los catorce cuentos, que van desde México a Argentina, y en los que transitan sicarios y narcotraficantes, están conectados unos con otros, aunque, claro, también se pueden leer de forma independiente.

Durante estos años Urquiza trabajó el libro en el taller de Liliana Heker, quien destacó “la violencia que quita el aliento y los personajes complejos e imprevisibles” presentes en estos relatos.

El personaje sobre el que giran muchas de las historias es El Señor, el líder que aparece, algunas veces de forma explícita y otras en las sombras, para darle sentido a las vidas de muchos de los protagonistas.

Dos sicarios que conversan sobre su vida mientras esperan al hombre al que tienen que asesinar. Una madre que cuenta, después de años sin verlo, la visita de su único hijo, involucrado en el narcotráfico. Un hombre que hospeda a un amigo en el altillo de su casa, mientras éste espera, insomne, que lo vengan a buscar por un ajuste de cuentas.  En estas historias las relaciones humanas –familiares o de camaradería- están quebradas, y es en el entrecruzamiento de los personajes donde se percibe la fuerza narrativa del libro.

Tuvimos una charla con Urquiza, quien hace poco quedó preseleccionado al premio Hispanoamericano de Cuento García Márquez 2017 junto a autores de renombre como Edmundo Paz Soldán, Federico Falco, Mariana Enríquez y Liliana Colanzi, entre otros.

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AZ: Ya tenías escrita una novela, Ya pueden encender las luces, y empezaste a escribir estos cuentos en 2012. ¿Cómo surgió No hay risas en el cielo?

Ariel Urquiza: Tengo esa novela corta que fue finalista del Premio Eugenio Cambaceres de la Biblioteca Nacional. No la publiqué, y la sigo corrigiendo. Uno deja pasar el tiempo y va encontrándole cosas nuevas, empieza a hacerle cambios. Supongo que en algún momento saldrá. En aquel momento no aproveché mucho el premio de finalista. Y después venía escribiendo cuentos, es lo que más he escrito hasta ahora. Muchos fueron a parar a la basura. Estaba armando un libro de relatos y en un momento escribí uno sobre narcotráfico, y me quedaron varias ideas en la cabeza. Y ahí decidí. Me parecía que si escribía una novela, en vez de cuentos, muchas de estas historias iban a quedar afuera. No iba a ser demasiado atomizado como para una novela. Vi algunos documentales sobre el tema, en los que entrevistaban a sicarios. Había uno, que fue el que más me impresionó, en el que un sicario, que tiene la cara tapada, hace unos dibujos de todo lo que va contando. Me empecé a interesar más.

AZ: Liliana Heker te iba dando consejos…

AU: Ella me sugirió que algunos relatos podían funcionar ambientados acá, además de México. Y en un momento escribí uno que transcurría en Argentina, y pensaba que iban a ser uno o dos nomás, pero empecé a ver que estaban pasando también cosas fuertes. Desde ese momento que empecé, en 2012, hasta ahora, fue todo in crescendo el tema del narcotráfico.

AZ: Casualmente, según se puede leer en la prensa, 2017 está siendo el año más violento en México en mucho tiempo.

AU: Es una escalada. Parece que cuando el gobierno decidió salir a la calle a combatirlos fue terrible.

AZ: Pero no te interesaba el realismo ni la denuncia…

AU: No, sobre todo porque tratar de competir con la realidad, en el mundo del narcotráfico, es muy difícil.

AZ: Muchas veces se confunde con la no ficción y tenés que contestar mucho sobre narcotráfico, ¿no? (risas)

AU: Sí, es raro. Es algo que a veces me incomoda. Algunos periodistas me lo preguntan como si mi libro fuera una investigación periodística, y está muy lejos de eso.  Tampoco creo que sea narcoliteratura, es literatura a secas. Tiene cosas que pueden ser medio caricaturescas, los personajes, los escenarios, que son bastante literarios y no demasiado realistas.  Sobre todo me preguntaron mucho sobre narcotráfico cuando fue lo del premio (Casa de las Américas). Me hicieron notas de México y de Colombia.

AZ: ¿Cómo te enteraste del premio?

AU: Había ido a almorzar con un amigo, y cuando volví a mi casa abrí el mail y me encontré con la sorpresa. Fue muy lindo.

AZ: El jurado destacó, con razón, el buen manejo de los diálogos…

AU: El tema de los diálogos fue complicado. Cada cuento, con el dialecto mexicano, me llevaba su tiempo. Por mi trabajo de corrector y traductor trabajé muchos años con textos y manuales para inmigrantes en Estados Unidos. Ellos traducen todos los manuales al español porque tienen mucha inmigración latinoamericana, y tenemos que utilizar un español neutro pero con preponderancia por lo mexicano.  Y antes de eso había trabajado en una empresa de software, en la que hablaba mucho con mexicanos. Eso ayudó.

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AZ: Te han preguntado, seguramente, porque es algo que sobresale en los relatos, si te interesaba reflejar el tema de la masculinidad…

AU: Sí, resalta mucho el tema del machismo, pero creo que es algo propio de este tema. Sería raro que no estuviera en un libro sobre narcotráfico. No es algo que me interese particularmente en sí.

AZ: También está involucrado el tema de la lealtad…

AU: Y se lo puede vincular al tema de la religión, con lo que es la fe. La traición también es fundamental en el libro, hay varios cuentos que tienen que ver con eso. Y jugar con la fe ciega que puede tener también algún soldado del personaje de El Señor, al que lo ven un poco como un dios.  En uno de los cuentos, por ejemplo, que se llama ‘¿Por qué estamos aquí?’, uno de los personajes se plantea por qué cuando pasan cosas buenas es culpa de El Señor y cuando pasan cosas malas es por otras razones, que es una pregunta que también se puede hacer alguien cuando tiene una crisis religiosa.

AZ: Ganaste un premio que, uno cree, lo que más importante tiene es que ayuda a difundir la obra. ¿Sentís que no pertenecer a cierto mundillo literario, por así decirlo, perjudica a un escritor? Es decir, si un escritor también tiene que tener una parte social…

AU: Sí, sobre todo hoy pareciera que sí, que tiene que haber una parte social. A mí eso me cuesta bastante, la verdad. Tampoco soy del mundo académico, no estudié Letras. Entré en este mundo medio de costado, sin conocer mucho nada, y notás que Buenos Aires es como si fuera un pueblo aparte, el de los escritores en donde todos se conocen, y bueno, ahí vamos conociendo gente. Antes, quizás, solo conocía a ciertos escritores como lector, pero ahora poder encontrármelos y hacerles preguntas sobre lo que acabo de leer me gusta mucho.

AZ: Para terminar, y volviendo al tema, fuiste al taller de Heker, por el que pasaron varios escritores reconocidos, entre ellos Pablo Ramos, Samanta Schweblin, Guillermo Martínez. ¿Cómo fue la experiencia?

AU: Siempre lo recomiendo porque ella tiene una visión…ella escucha un cuento y, enseguida, cuando alguien termina de leerlo, ella ya le vio el espíritu del cuento. Por ahí lo escribiste mal o le falta algo pero ella sabe hacia dónde va, sabe por dónde se lo puede mejorar. Además de que tiene una memoria increíble. Y te dice: ‘Si, porque cuando leíste tal párrafo…’, y en vez de escucharlo es como si lo estuviera leyendo.