Con la confirmación de su visita para Lollapalooza 2014 en suelo argentino, Arcade Fire presentó Reflektor, un disco de consagración con mucho para mirar, pensar y bailar. Aquí algunas aristas para leer mientras se escucha uno de los mejores discos del año.

Por Sebastián Rodríguez Mora

¿Se puede escribir tendenciosamente? ¿Tiene sentido por una vez no hacer nada para ocultar la total parcialidad respecto al nuevo disco de Arcade Fire? Hacerlo nos pone al límite del periodismo y a las puertas del fanatismo. O directamente en el living de este último, parados arriba del sofá, agitando con una botella de sidra Real en la mano, porque en esa mansión que es Reflektor hay una fiesta urgente en este mismo momento. No entrar es tenerse miedo.

Hay un elemento bastante propio de las bandas que trascienden lo estrictamente musical: la voluntad de una estética ya no sólo sonora, sino también visual a dejar asentada. No viene al caso citar ejemplos en la historia de la música popular, cada cual establecerá su propio link. Si ya en The Suburbs (2010) había una pretensión orientada en ese camino, patente en el video de “Sprawl II”, en este disco doble, larguísimo, por suerte interminable y cambiante, está la cuestión de instalar algo como el concepto de lo festivo. ¿Qué se festeja? Se festeja que “We Exist”, se festeja la noche en todos sus matices. Se festeja apostar por lo que la crítica europea y norteamericana se apura en definir como “sonido caribeño”, cuando se trata de entender que la fiesta está en el beat. El beat de la cuestión. Porque hay que poner en movimiento al biotipo canadiense muerto de frío que encarna casi toda la banda, excluyendo a la grácil Regine Butler, su cara redonda y su voz Bjork-wannabe. La evidencia está en los veinte minutos de ese experimento de “Here Comes The Night Time”: una discoteca de salsa que aglutina todo el contenido de al menos la primera mitad de Reflektor. Dirigido por uno de los tentáculos del clan Coppola (Roman), se trata de una continuación a lo que se empieza a forjar en el primer corte del disco, el homónimo “Reflektor”. ¿Quién es el hombre-bola de espejos? La respuesta está en los últimos acordes de la canción: David Bowie entra como por la ventana para responder a esa pregunta y cantar unas frases plenas. Reflektor está plagado de condensaciones de sentido, así como plagado de estrellas acompañándolos. Bono (ese tipo está en todos lados en el momento indicado), Ben Stiller, James Franco, Michael Cera hablando en castellano, Zach Galifianakis y siguen las firmas. En la producción del disco a cargo de James Murphy –ex LCD Soundsystem también encontramos una clave sonora, volviendo a la cuestión del beat. En conclusión, rodearse así es legitimarse, así como dejar medio de costado, sin video ni mucha circulación, al que quizás sea el mejor tema del disco (“You Already Know”) da cuenta de lo mucho que esta banda entiende por recursos.

Ahora pensemos brevemente en la segunda parte, el disco dos. El reflejo funciona de muchas maneras. En primer lugar, nos reflejamos en los otros cuando los admiramos (Bowie), pero también ronda por ahí la idea del amor. Encontrar similitudes y a la vez las necesarias e insalvables diferencias que construyen sujetos y objetos amados y amantes, un espejo translúcido y a la vez jamás del todo atravesable. Queda claro el cambio de frente: cuando hablamos de nosotros –dicen Win y Regine, de eterna luna de miel en su amada Haití- la cosa suena diferente. Hay que irse un rato al balcón a charlar y mirarse, dejemos que el resto se divierta. Entra el mito de Orfeo y Eurídice, la épica y el desastre del citar-hero y su esposa saliendo de las tinieblas del Hades. La desesperación por el contacto, el mismo que lo lleva a pensar que “something’s wrong with me” en “Porno”, lo fastidia en “Afterlife”. Podría decirse que Reflektor es un compendio de reflexión y refracción: qué vemos, que nos llega de rebote y qué queda cuando las luces se van apagando. Aunque en clave menor, casi triste, “Supersymmetry” llega para cerrar la placa, con un aire de pacificación. Una supersimetría, un empate o equilibrio de fuerzas.

Para crítica musical, ya saben dónde buscar. David Fricke y Rolling Stone acaban de mandarle 4 estrellitas y media. A media supernova de la perfección están Dark Side Of The Moon, Space Oddity, Exile On Main Street. Si acá usáramos estrellas, haríamos algo parecido, pero no podemos porque le mandaríamos seis o siete sobre cinco, pudor. Bienvenidos a la bienvenida de Arcade Fire en el panteón de los dioses del mainstream. Merecido reconocimiento, aunque ya extrañemos el código casi secreto entre los que los conocíamos subterráneamente antes de Lollapalooza, en abril del próximo año. Ojalá que ese pequeño planeta de espejos que vemos por Youtube suba al escenario argentino en toda su expresión, con la troupe completa. Los estamos esperando con la entrada en la mano y una vibración de ansiedad en el pecho.

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