Viva Elástico en su tercer disco, No es privado, consolida su sonido y reafirma que es una de las bandas más interesantes de la escena emergente.
Por Juan Martín Nacinovich
Alejandro Schuster es un poeta. Uno de los románticos. Si en “DRGS” afirma que “No es moderna la vida, moderno es estar bien”, reduciendo con sobriedad y simpleza gran parte de una problemática colectiva habitual, en “Cansado de ver la hora” se pregunta sin muchos preámbulos: “¿Quién da el primer golpe, la roca o el mar?”. El interrogante, a priori, puede pasar desapercibido o contagiar una duda interesante. “Me importa un bledo si caigo, men / porque yo soy como el tango y me visto de new wave”, dispara en llamas durante “De New wave” en modo autorreferencial.
Hace unos días, a propósito del estreno de la esperada Zama, Lucrecia Martel decía en una entrevista con La Nación que “no hay que filmar tanto, no tengo tanto para decir”, tras nueve años sin dirigir ningún largometraje, desde La mujer sin cabeza (2008). El hiato del quintento de Longchamps no es tan pronunciado, pero así y todo es llamativo en una banda en pleno ascenso luego de dos placas sobresalientes como Viva Elástico (2009) y Agua, Sal y Fiebre (2012). Calidad por sobre cantidad, definitivamente. Lo cierto es que durante 2015 los Viva firmaron con el sello Geiser, desprendida de la major PopArt, y lanzaron una suerte de single adelanto bautizado Oh viernes que se alejaba de los estándares visualizados anteriormente. En efecto, Schuster aseguró a través de redes sociales, no conforme con el resultado, que “la banda se iba a tomar un tiempo para redirigir el rumbo de su sonido”. He aquí, dos años después, No es privado, una placa que vuelve a posicionar a Viva Elástico en la cima de todos los charts nacionales.
Una guitarra mortecina abre el disco con “Aloe Vera”, única composición junto a “Caballero eléctrico” firmada por alguien más que Schuster: en la primera figura la pluma de Mateo Zabala, motor del quintento desde las seis cuerdas; en la otra Adrían Paoletti, uno de los popes de culto de la escena local. La incorporación de Andrés Ruiz en sintetizadores y Jean Jacques Peyronel en bajo dice presente sosteniendo un colchón post punk mientras el frontman se despoja por completo. Schuster es eso: un tipo que nació para pararse firme al mando de una banda. “De new wave” y “Cansado de ver la hora” continúan por el mismo sendero, escalonando ritmos ochentosos y el fervor más rockero. Un hit atrás de otro. El costado pop asoma con la frente en alto en clave baladas sensibles, primero con “Caballero eléctrico” y luego con “No es privado”, track que no solo bautiza al álbum, sino también le brinda entidad a una idea transparente del amor (“es que el amor no es privado ni se compra / es libertad, fantasía, temor, personalidad, es deseo”).
“Verano kamikaze”, canción que vio la luz por primera vez durante el último Festipulenta, es una oda post punk con semblante psicodélico que va de The Smiths a Echo & The Bunnymen. “Quiero decir que con pedir deseos no alcanza”, admite un Schuster derrotado en “WWW”, una canción que habla del amor en tiempos 2.0 y que demoró más de un año en escribir, hasta que finalmente la vomitó poco antes de la grabación. Aquí, las dos caras de la banda se fusionan, confeccionando un rock-pop alternativo a esta altura más que distinguible. Las influencias siguen apareciendo: The Cure, Devo, Don Cornelio y la Zona, Francisco Bochatón, Babasónicos, sin embargo la esencia es de ellos mismos. Hay un gen Viva Elástico que termina por consolidarse con este nuevo elepé, rectificando esa idea de que el disco número tres solidifica un sonido definitivo.
La banda desacelera para “Ven”, uno de los hits más melosos y sensuales del disco, elegido como primer corte difusión con videoclip incluido a cargo de Fernando Blanco, cineasta y guitarrista de Valle de Muñecas. En código aeronáutico aterriza “DRGS”, donde el bajo toma protagonismo desde atrás y libera a las guitarras, que se entremezclan en un tándem poderoso con los sintetizadores. Ya en el tramo final, “Todos los problemas” se camufla bajo una impronta pop, aunque porta un semblante rockero a la Ratones Paranoicos, mientras que en “Bailando en el desierto”, el clima se vuelve casi de trance, rozando la épica con la batería de Juan Manuel García del Val marcando el pulso de la canción con bombo en negra.
En el link oficial del disco en YouTube hay un comentario que arranca en la pole position con una premisa que si bien es simple, interpela de lleno el ADN del grupo: “taller de estribillos”. Viva Elástico logra eso sin ser mainstream, sin tranzar con nadie. A no confundirse, si ahora están en un sello más grande es exclusivamente por su calidad sonora y letrista. Puede resultar complicado situarse en perspectiva con un trabajo que vio la luz hace tan poco tiempo, pero No es privado es un disco redondo, prácticamente sin fisura alguna.