El experimental duo estaounidense encabezó el sábado pasando el Dune International Psych Festival junto a Nairobi, In Corp Sanctis, Riel y Las Kellies entre otros.
Por Pablo Díaz Marenghi
Fotos de Nadia Guzmán
El último sábado fue atípico para el público que acostumbra pasar sus noches escuchando bandas y descubriendo nuevas melodías en Niceto Club, local ubicado en Palermo que ya se volvió icónico para la escena emergente. Debido a la veda electoral (al otro día se elegía presidente en la Argentina) la noche debería interrumpir su cauce indetenible de manera abrupta a las 00. Por esta razón, el Dune International Psych Festival arrancó bien temprano, a eso de las 20, para poder dar paso a la catarata de bandas que se presentaría. Luego de la cancelación de la gira sudamericana de The Oh Sees, quien encabezaría el lineup, los oriundos de San Francisco Moon Duo se encargarían de dar el cierre a un festival que reunió surf rock, pop psicodélico, grunge y punk en las más variopintas expresiones.
Fat Dojo abrió el telón con todo su desparpajo para un público reducido. Alrededor de 30 personas, quienes llegaron más temprano, los escuchaban con atención bebiendo algún trago mientras estos desplegaban toda su explosión punk y noise a la Dinosaur JR. Con letras en inglés y los pelos enredados tapándoles los ojos, dieron un show intenso pero breve (alrededor de media hora) y con un breve intervalo dieron paso a Kill West, quienes a puro bajo, guitarra y sintetizador dieron muestras de un post punk algo desordenado pero aceptable. Una madeja sonora que retumbaba en los tímpanos del público que ya se había duplicado.
Los Riel, los White Stripes vernáculos, fueron los siguientes en pisar el escenario a eso de las 21.30. Con un sonido muy atípico para la escena y una impronta muy punk alternativa, Mora y Germán aportaron rabia, punk y distorsión con canciones atmosféricas, que creaban un clima de atracción magnética en la audiencia. Sus miradas y guiños cómplices evidenciaban su química y soltura a la hora de ensamblarse como dúo, en una noche que tendría a varias duplas rockeando sin freno.
Las Kellies mantuvieron esa línea de rabia punk. Esta vez en formato dúo, Cecilia y Silvina Kelly se lucieron mediante ritmos rockabilly y punk, una batería latosa y una guitarra que no paraba de riffear. El público llegó a uno de sus momentos cumbre. Abrazos, bailes pegados y los primeros mosh de la noche comenzaban a surgir mediante sus melodías idílicas.
El rock se acrecentaría con In Corp Sanctis, una banda que combina psicodelia con el rock setentoso de Led Zeppelin, Cream o en versiones vernáculas bandas como Manal y Pescado Rabioso. Esto se evidenciaba en el look de sus cantantes: camperas de cuero, barbas y pelo largo. Una nueva Pesada del Rock que tuvieron momentos en donde sonaban más metaleros, más pesados, y otros de delirio lisérgico cercanos a Tame Impala.
A eso de las 23, el DJ que musicalizaba los “baches” entre banda y banda soltó por vez primera algunas canciones de reggae dub, como presagiando lo que iba a venir. Era el turno de Nairobi. Esta orquesta electro-reggae-psicotrópica tan atípica en los grupos del circuito se hacía presente y cambiaba la frecuencia del dial del público: del pogo al trance.
Ya con un Niceto casi lleno -notable, ya que las bandas que componían el lineup no eran realmente muy convocantes- a eso de las 23.30 se hacían presentes los Moon Duo. Este tándem conformado por Ripley Johnson, Sanae Yamada y acompañados del baterista John Jeffries, comenzaron a esculpir canciones eclécticas, con bases bien electrónicas pero, a la vez, con matices rockeros casi grunge. Su sonido recorría la delgada línea entre la psicodelia y la electrónica, como delimitando los parámetros de curaduría del festival.
Sonaron muchos temas de su última producción, Shadows of The Sun (2014), como “Wilding” donde evidencian otra gran influencia para su sonido: el space-rock; esas melodías que rememoran a 2001: Odisea en el Espacio tamizadas con personajes salidos de una novela de Philip K. Dick. Otras influencias, como la Velvet Underground citada por el grupo en una entrevista a ArteZeta, también se leen entre líneas, ya sea en la construcción de las cadencias de los estribillos o los fraseos acompasados, chiclosos, de los versos. Ese fraseo tan al de Lou Reed se camufla con el estilo propio de Johnson.
Yamada no paraba de bailar en todo el recital. Se movía como una odalisca en una Creamfields mientras pulsaba cada tecla de su teclado con suavidad. Suplía el bajo con creces. A su lado Johnson, un frontman silencioso, hacía trinar su airline guitar blanca -sí, la misma que usaba Jack White pero roja- . No son eximios músicos pero su fuerte está en la conjunción. La fusión de sus instrumentos y la originalidad de su propuesta, revitalizando el formato del dueto en el rock tan propio de otros géneros, es lo que los posiciona como una propuesta atractiva e irreverente.
La música se iba agotando. Luego de una despedida y una vuelta de bises, los Moon Duo se despidieron de su primera noche en Buenos Aires. En una velada de anteojos de marco grueso y gorras de skate, los presentes se movieron y poguearon sin freno al cierre del show. Algunos más indiferentes, otros más emocionados. Un joven de unos veintitantos se agarra la cabeza, se muerde los labios le vocifera a este cronista: “Es increíble. Los había escuchado en la compu pero no pensé que eran tan buenos”. Parados en el lado oscuro (de la luna), los Moon Duo ya terminaron de obsequiar a los presentes las sombras del sol.