ArteZeta conversó con la escritora mexicana acerca del papel de los cuerpos en la literatura y la descorporización de la vida que produjo la pandemia.
Por Agustina del Vigo
“Todo tiempo, toda luna, toda sangre llega al lugar de su quietud”, dice Nora García la protagonista de El Rastro. La novela escrita por Margo Glantz en 2002 relata la historia de una muerte, es decir, de una pérdida. Una pérdida de la carne que habitamos, pero también del amor y de la sangre que circula dentro del cuerpo. Glantz ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2003 por este libro. Este premio resalta la excelencia de la literatura escrita por mujeres en Latinoamérica y el Caribe y hoy lo exhibe flamante Camila Sosa Villada, autora cordobesa de una fortaleza inocultable. Camila y Margo, con décadas de diferencia, le dieron un lugar al cuerpo en su literatura. Ambas, a su modo, transgreden la débil separación entre realidad y ficción. Mejor aún, toman el recuerdo y le vuelven a poner cabeza, torso y pies. El resultado: un cuerpo duplicado, en la carne y en el lenguaje, que no es más que otra puerta de entrada, una segunda oportunidad.
“Si no se tiene un cuerpo propio, es difícil reflexionar sobre el cuerpo”, dice Glantz en una entrevista con La Nación. Se refiere a por qué el hecho de no haber logrado aún la legalización del aborto como primera conquista de las mujeres sobre su propio cuerpo afecta a la reflexión escritural. A esta tarea compleja se dedica la autora en su último libro, El texto encuentra un cuerpo, publicado este año por la editorial Ampersand en Argentina.
“Es importante explorar la manera en que lo escrito no solo se inscribe sobre el papel, sino también sobre el cuerpo. Por ejemplo, en la piel de las mártires cristianas o en el pecho de un pecador, dejando su impronta sanguinolenta tanto en quien escribe como en quien goza de su lectura”, es lo que se explora al repasar la trayectoria de algunas heroínas fundamentales de la “literatura sentimental y libertina” del siglo XVIII en Inglaterra, Francia y Norteamérica.
Margo Glantz nació en México en 1930. Escribe novelas, ensayos e investigó largamente a Sor Juana Inés de la Cruz, una mujer difícil de clasificar para los cánones del siglo XVII, que prefirió la vida de convento al casamiento para poder dedicar todo su tiempo a la escritura y la lectura.
Glantz, otra mujer inclasificable, también brilla en Twitter, red social que usa como herramienta de reflexión y ejercicio literario. La difícil tarea de ser concisos e interesantes y algunas ideas que la llevaron a escribir nuevos textos, como Yo también me acuerdo. Todo eso encontró la autora en este uso peculiar de una de las redes sociales más famosas del mundo. En su perfil se puede gozar de fragmentos como: “Eso de que hay que tener tiempo libre para escribir, con la pandemia se vuelve una falacia” o “Repito: mucho Zoom y pocas nueces”.
Actualmente Glantz enseña en la UNAM, pero también fue profesora visitante en universidades de prestigio como Yale, Harvard y Princeton. El Premio FIL (México) y el Alfonso Reyes, que galardona la trayectoria en investigación literaria, ganado por Octavio Paz y Jorge Luis Borges, entre otros, completan la repisa de trofeos de Glantz.
ArteZeta: En El Rastro y en El texto encuentra un cuerpo, hablás de la relación entre texto, cuerpo y memoria. ¿Cuál es la relación del cuerpo con la literatura? ¿De dónde viene la obsesión que decís tener por los fragmentos del cuerpo y la circulación de la sangre?
Margo Glantz: Me es difícil precisar el origen de esta obsesión persistente a lo largo de mi vida. No sólo en la escritura, sino en la vida real, desde muy joven, me intrigaba mi propio cuerpo. Y el cuerpo mirado, descrito y descifrado en la literatura, a menudo por una mirada masculina. Sobre todo el cuerpo femenino: el de Madame Bovary, el de Naná, etcétera. A lo largo de mi escritura y docencia me he preocupado por recuperar cuerpos. Como el de Malinche, la lengua de Cortés durante la conquista de México; el de Santa, la prostituta protagonista de la novela del mismo nombre del escritor mexicano Federico Gamboa, vendido a retazos como en las carnicerías se vendía la carne de las vacas; el cuerpo apaleado, zarandeado, vejado del Quijote y la mano tullida de Cervantes; el cuerpo de los mutilados en la India; el de los asesinados y gaseados en los campos de exterminio; el de Sor Juana Inés de la Cruz y sus musas y la Virgen María; el cuerpo martirizado de las santas y el flagelado de las monjas; el de las desaparecidas y desaparecidos que pierden el cuerpo en México y en otros lugares; el de los migrantes. Last but not least, el cuerpo erótico y asimismo el cuerpo enfermo, envejecido, exangüe. Recurro al fragmento porque mi herramienta de trabajo es sobre todo el fragmento, pero también fragmento el cuerpo para mirarlo mejor, como diría proverbialmente el Lobo.
AZ: Hoy parece todo inmaterial en las redes y, sin embargo, más que nunca hay exposición de cuerpos y también estamos atravesados por lo escrito. Pero, ¿puede haber literatura en lo virtual?
MG: Cada vez somos más virtuales. Estamos y vivimos en pantalla, descorporizados, confinados, intocados, intocables, zoomificados: el miedo a morir nos separa de otros cuerpos, morimos para sobrevivir, en la espera. Pero mejor no caigamos en el melodrama, tal vez decir como Don Pedro Calderón de la Barca: “A morir muriendo vamos”.
AZ: Tenés muchos seguidores en Twitter. En una entrevista para El Universal dijiste que lo usas como un recurso literario. ¿Cómo sería ese recurso?
MG: Lo repito a menudo: el tweet constriñe y te obliga a condensar en una breve frase algo que puede ser válido e interesante, poético. Al estilo de los haikus, aforismos, sentencias, epigramas. Asimismo declaraciones políticas, noticias ecológicas, astronómicas, biológicas, autobiográficas, virales, momentos sensoriales, evanescentes, narcisos. Me gusta pensar que de alguna manera a Kafka y a Perec les hubiera gustado escribir tweets. Georges Perec que, como los miembros del Oulipo [Ouvroir de littérature potentielle, grupo de experimentación literaria francés de 1960], veía en la constricción uno de los mayores desafíos para el escritor. O también a Pascal Quignard o David Markson o Lydia Davis que privilegian, como yo, toute proportion gardée, el fragmento. El ejercicio de twittear me ha conducido a escribir dos libros, o mejor, propició que escribiese algunos textos: Yo también me acuerdo, en la tradición de Brainard y Perec. El otro es Y por mirarlo todo, nada veía, en la de Sor Juana Inés de la Cruz de cierta y relativa manera.
AZ: Víctor Gerardo Rivas, de la Universidad Nacional Autónoma de México, dice que autores como Sade y George Bataille te enseñaron que “escribir resulta siempre una actividad erótica y en la misma medida peligrosa”. ¿Es así?
MG: Bueno, le agradezco mucho sus comentarios, pero creo que es una afirmación excesiva y quizá hasta superficial. No diría que me enseñaron como si fuera una alumna dócil. En realidad se trata de autores que siempre frecuenté, algunos de los que iban conformando o que se adaptaban mejor a mi propio imaginario, y que en sus textos se ocuparon sobre todo del cuerpo erótico. Yo añadiría entre otros a Giacomo Casanova y sus Memorias, a Choderlos de Laclos, a Diderot, a muchos escritores japoneses como Kawabata, Tanizaki, Abe.
AZ: En El texto encuentra un cuerpo decís: “En la escritura femenina hay siempre esa cadencia, ese ritmo de lanzadera, el ritmo mítico que sube a los tejados para volverse terrible”. ¿Qué poder tiene la voz femenina en la literatura?
MG: Creo que hemos entrado en una época en que la voz femenina en la escritura es definitiva, hasta avasalladora, basta con revisar las numerosas publicaciones femeninas en todo el mundo, y en castellano.
AZ: En el mismo libro también decís “soy infeliz al leer”. ¿A qué desafíos nos enfrenta la lectura?
MG: Bueno, es un decir, una especie de confesión autobiográfica respecto a ciertos libros que marcaron mi adolescencia y que no he podido releer, quizá también una metáfora.
AZ: Si hablamos del amor, como fenómeno, como experiencia, como sujeto de análisis. ¿Qué pasa hoy con el amor y las redes? ¿La literatura puede darnos algunas respuestas? ¿O las redes sociales y aplicaciones de citas?
MG: El amor cambia como todo. Las redes sociales y ahora la pandemia están alterando de raíz las relaciones humanas, empezando por la dificultad de relacionarnos físicamente con los otros. Se ha comprobado que gracias o desgracias a las redes sociales, han disminuido las relaciones sexuales. Y los juegos de seducción, antes tan presentes, van en descenso. Quizá en parte también por las reivindicaciones femeninas actuales, su lucha por la igualdad, su rechazo a costumbres inveteradas.
AZ: ¿Cómo estás viviendo el aislamiento? Muchos autores dicen que les cuesta producir e incluso leer.
MG: Sí, me cuesta trabajo escribir y aun leer. Aunque sigo leyendo bastante, pero no en la proporción en que antes lo hacía. Quizá me enfrasco demasiado en las redes sociales y el Zoom desestabiliza. Y ahora parece que sólo nos podemos comunicar a través de la pantalla, con todas sus ventajas y desventajas. Y a mí, en verdad, el Zoom me desgasta mucho.
AZ: En enero cumpliste noventa años, ¿qué balance podés hacer de una vida dedicada a la literatura?
MG: Pues un balance difícil de hacer en nueve líneas después de nueve décadas de vida.//∆z
El 17 de diciembre, Margo Glantz estará conversando con investigadores del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la UBA en el ciclo “Literatura viva: conversaciones con escritoras y escritores latinoamericanos”. Es con inscripción previa en ilh.80aniversario@gmail.com.