En su segundo libro, una compilación de artículos, reseñas y crónicas, la escritora habla sobre literatura, cine, sexo y masculinidad.

Por Agustina Del Vigo

María es un nombre común, un nombre casi relegado a ser la compañía de otros. Esto en el plano del laicismo, no así en el cristiano, donde la referencia obvia realmente sobraría. María, madre de Dios, bendita entre todas las mujeres, no necesita más presentaciones. Como tampoco la precisó otra famosa María de la historia cristiana en esa última cena que tan bien retrató Leonardo Da Vinci. Esa María, de pelo rojo y probable primera heredera de los nombres compuestos, pasó a la historia como María Magdalena, la prostituta. Una hereje en la fiesta de la santidad: una maldita entre los hombres que cenaban en la mesa del hijo de Dios.

Maldita tu eres (17grises editora, 2019), segundo libro de Paula Puebla, en el que se recopilan artículos de temáticas varias, viene a retomar los pasos de esa primera intrusión en mundos construidos sobre santos y demonios. A flexibilizar los entramados por momentos rígidos de la llamada (en este libro) “sociedad de la castración” a través del análisis de productos culturales -libros, series, revistas, personajes icónicos- e investigaciones (crónicas en primera persona) sobre las prácticas sexuales -o de exposición del cuerpo- que aún se consideran tabú en este mundo liberal.

El libro se desarrolla en tres etapas: Ficciones, Ansiedades, Carnes. Todas necesarias para que surja la escritura.

Ficciones: “¿Es ficción lo que no existe?”

“Lo que hay en este libro es angustia”, dice la autora en la primera línea del prólogo. Un sentimiento que asocia a muchas cosas, pero sobre todo al oficio de escribir. Esta confesión tiene su valor en este texto: un valor fundacional. Si hay angustia, hay crisis. Si hay crisis, hay preguntas. Las ficciones de las que se habla en esta primera parte -en su mayoría reseñas de la autora- pertenecen al campo de la literatura y de ahí instalan nuevas preguntas sobre los temas que la agenda social hoy discute: el empoderamiento femenino y la crisis de la masculinidad -sobre los que versan Martin Amis, John Maxwell Coetzee y Michel Houellebecq-, la maternidad y la paternidad como “usinas de angustia” -en los textos de Santiago La Rosa y Lucila Grossman-, la experiencia del aborto (construida por un autor masculino, Carlos Godoy, en Jellyfish. Diario de un aborto), y la exploración de las “nuevas angustias y masculinidades” en la obra de Flavio Lo Presti, Francisco Bitar y Pablo Natale.

¿Cómo discute la literatura los temas que hoy nos agitan? Desde la apropiación, el reflejo, y la ruptura de ese espejo. Desde la irreductibilidad de la experiencia -personal y social- y el espesor de la palabra escrita con pincel de acuarelista, a ritmo proletario.

Ansiedades: “Lo que no decimos también puede ser usado en nuestra contra”

La muerte de la verdad a manos de la verosimilitud. El reinado de los hechos como lo único que “es”. La digitalización de la vida entera y el palacio de lo vintage para todo lo que quede fuera. Maldita tu eres también explora algunos de los subtextos a los que nos enfrentan nuestros consumos culturales favoritos.

Algunas de las cuestiones que Paula Puebla nos plantea en sus artículos: el éxito de la serie de Luis Miguel, el Hércules del amor romántico empoderado por Netflix, significa que ¿el deseo por el amor romántico sigue en pie? El feminismo, sí, pero ¿de qué tipo? ¿Cuáles son sus límites? La tecnología, catalizadora de nuestros deseos de encontrarnos con un otro, ¿por qué al mismo tiempo difumina ese encuentro? ¿Quiero al otro en su virtualidad o en su realidad? ¿Quiero al otro o quiero su capacidad de complacerme? Preguntas que nos deja la (in)mediatez con la que operan las redes sociales sobre nuestros vínculos.

Son interesantes los casos que la autora analiza e investiga para dialogar sobre estos temas: la transformación de la icónica revista Playboy, que en 2015 decidió reducir sus desnudos, el éxito editorial que durante años tuvo El libro de Doña Petrona, y que aquí se analiza menos como un recetario de cocina que como “un retrato político de las configuraciones de género del siglo pasado”. El derecho de vivir una vida femenina y exclusivamente dirigida al goce sexual (por sobre el de la maternidad por ejemplo) se analiza a partir de Nymphomaniac (2013), la impactante película en volumen doble de Lars Von Trier sobre la vida de Joe, una ninfómana que viene a demostrar que la lujuria también es cosa de mujeres, y que el sexo, la manifestación de un poder, se define menos por su ética que por la genitalidad de los cuerpos que lo ostentan.

Carnes: “Todo en el negocio de la calentura está fríamente calculado.”

En el último apartado del libro, como una porteña Carrie Bradshaw -la famosa cronista de la serie norteamericana Sex & The City-, la autora relata distintas experiencias en las que puso el cuerpo.

Su visita al Golden, el mítico reducto del striptease masculino, relato preciso y a buen ritmo, es de lo mejor del libro y el reflejo de una destreza literaria ya adquirida (Puebla publicó su primera novela el año pasado). Devela un mundo desatendido e incrementa, de un modo completamente inesperado, un par de grados el mismo presente de la lectura. ¿Cuál es el secreto de que siga existiendo la cultura del striptease masculino? La necesidad de que las mujeres nos sintamos libres de gritar nuestro propio deseo, algo que ya resuena en las marchas femeninas de los últimos años.

Otro gran capítulo de “Carnes” es la visita a la quinta nudista Palos Verdes, donde a través de un relato pormenorizado de la naturaleza y los participantes se descubre que estar desnudos no significa mostrar, no al menos en el sentido en el que nos mostramos todo el tiempo -a nosotros y a nuestra intimidad- en el mundo digital. Se devela una nueva concepción de libertad: la de poder hacer y disfrutar del momento sin necesidad de ser “vistos”.

“El gran dilema con los estándares de belleza se asocia más a las propias represiones que a los estímulos externos”. Entre el calor del sol y el aroma de los eucaliptus, la cronista descubre que la desnudez puede ser, además de un hecho, también una sensación construida al momento en que se posa sobre nosotros la intención del ojo ajeno.

El apartado también incluye crónicas sobre otras prácticas relacionadas con la exploración del propio cuerpo y el de los otros. La práctica swinger (relaciones sexuales entre una o más personas y una pareja), ¿viene a destronar el amor de una pareja o a reforzarlo? En el BDSM (Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo), ¿nos hace ver los límites como restricción de nuestra libertad o como  el cuidado hacia el otro? Hay respuestas para todo. Solo hay que seguir leyendo. //∆z