Lo mejor 2021: cine

En el año donde, de a poco, volvieron las salas de cine y el streaming ratificó su estrellato, compartimos una selección de películas que nos ayudó a sobrellevar el segundo año de pandemia.

Por Ignacio Barragán, Juan Alberto Crasci, Pablo Díaz Marenghi, Paula Rosa, Matías Roveta Joel Vargas

Foto-Ilustración: Paula Rosa @paularosapintura

Nocturna, de Gonzalo Calzada

Un hombre de nueve décadas, en el ocaso de su vida, recuerda. El proceso de rememorar, comúnmente llamado hacer memoria, se le vuelve una sensación esquiva. Fugaz. Su propia mente lo traiciona y lo engaña. Desde allí nace la columna vertebral de este filme, el sexto de Gonzalo Calzada. Este director se especializa en el cine fantástico y de terror. Esto se nota ya que aquí, ayudado de una notable fotografía y puesta de luces sombrías con tonos fríos, nos muestra a Ulises, interpretado por un magnífico Pepe Soriano de 92(¡!) años, en una noche que se presentará como un clímax en si mismo. Acompañado por su mujer, una brillante Marilú Marini, intentará develar el misterio que se presenta ante la puerta de su antiguo departamento. A la vez, el espectador navega a través de las aguas de su desconcierto, su desmemoria e, incluso, su confusión.

Se incluyen elementos oníricos que se emparentan con un relato sobrenatural. El acierto de la película se basa en tensar hasta el límite el desconcierto en torno a si las peculiares situaciones que vive este anciano son reales o producto de alucinaciones seniles. A la vez, se construye un relato bello y conmovedor acerca del sentido real de la existencia en torno al amor y las relaciones familiares. Párrafo aparte para el actor protagónico que se hizo presente en una de las proyecciones de la película en Mar del Plata y contó que terminó extenuado luego de rodar: “Me interné una semana, terminé deshidratado. Me agoté. Pero valió la pena” dijo mientras el público no escatimaba en lágrimas de emoción. Y agregó: “Ayudemos a empujar al cine argentino. No terminó con Libertad Lamarque, sigue hoy. La Argentina lo merece”. Pablo Díaz Marenghi

Tres en la deriva del acto creativo, de Fernando “Pino” Solanas

Este es un documental tremendamente emotivo, donde la pulsión de vida se manifiesta en su máximo esplendor y en su forma más perfecta: el amor. Y aquí el amor lo abraza todo. No deja nada por fuera. Partiendo desde el amor más clásico y romántico, pero no por eso menor: se ve a lo largo de todo el film a los tres protagonistas (Fernando “Pino” Solanas, Luis Felipe “Yuyo” Noe y Eduardo “Tato” Pavlovsky) junto a sus compañeras de vida. Todos ya rondando los 80 años, conformaron desde hace años un grupo inseparable. El amor por sus hijos e hijas también está presente, ellos son un personaje más dentro del documental. Juan Solanas, Gaspar Noe y Martín Pavlovsky dialogan sobre cine y el haber crecido en el exilio debido a la dictadura. Y ahora vienen los otros amores no tan comunes de encontrar con el nivel de compromiso con el que nuestros tres protagonistas encaran la cuestión: amor al arte, a la política y al caos.

Es acerca de todos estos tópicos que la conversación se va hilando y, desde la charla, se construyen ideas, conceptos y reflexiones. También se repasan algunas obras importantes, mediante material de archivo: registros audiovisuales de algunas muestras de Yuyo, fragmentos y algunos detrás de escena de películas de Pino, filmaciones de las obras de teatro de Tato, entre tantas fotos y videos viejos en Francia, país que alojó a Yuyo y a Pino durante su exilio, que los unió y cobijó a sus familias.

El arte sirve aquí como eje y motor para encarar la vida y llenarla de proyectos. El arte también, como una cómoda y generosa silla desde donde esperar a la muerte. El caos, en palabras de Noé: caos es, en realidad, el devenir de la vida. Y hay que asumirlo como tal. Paula Rosa

Distancia de rescate, de Claudia Llosa

Desde el comienzo, la apuesta era compleja. La adaptación de una novela como Distancia de rescate, cuya estructura narrativa avanza de forma paulatina y juega con la incertidumbre del lector casi hasta el último minuto, sugeriría una manera de hacer cine poco convencional. Además, sería necesario tener en cuenta una carga notable de contenido onírico. Todo esto, siempre y cuando, se quiera realizar una transposición lo más fiel posible al texto escrito. Esto se logra con creces en la película dirigida por Claudia Llosa, cuyo guion coescribió con la autora del libro, Samanta Schweblin. La historia gira alrededor de Amanda (María Valverde) que llega a un pequeño pueblo rural del interior argentino con su hija Nina a pasar unos días de vacaciones. Allí conoce a una mujer cautivante y algo misteriosa, Carola (Dolores Fonsi en una actuación notable) que será la punta de un iceberg de misterio y sucesos paranormales que irán poniendo todo patas arriba. Todo sin recurrir al subrayado innecesario o al panfleto. La película en sí misma sale airosa por mérito propio. Es una experiencia audiovisual más que interesante a la hora de reflexionar acerca del vínculo madre-hija y la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Un drama que sabe interpelar al presente bajo la única tónica posible: preguntando sobre lo más inquietante. Pablo Díaz Marenghi

Cry Macho, de Clint Eastwood

Puede que la última película de Clint Eastwood no esté tan buena. Incluso, puede ser que sea un poco mala. De todas maneras, nada de eso importa a esta altura. No hay nada más asombroso y refrescante que volver a ver a nuestro republicano preferido nuevamente en pantalla grande. Cry Macho, su última obra, vale por ser una fuerza arrolladora de vida antes que una fina pieza de arte cinematográfico. Es pura voluntad de western y amor por el séptimo arte.

Con una historia bastante sencilla, el viejo Eastwood vuelve a las andanzas con un material al que el espectador ya está gratamente acostumbrado: una de cowboys. Solo que, en este caso, también hay mexicanos, cierta corrección política y un anticuado tipo sensible que se hace el rudo. Con algo de torpeza pero con mucha ternura, el director transforma un viejo libro norteamericano en una historia de amor con su impronta personal. Hasta incluye una escena de baile que establece un paralelismo con Los Puentes de Madison (1995).

Esta película es un punto de resistencia cercano al romanticismo decimonónico que le hace la contra a tanto posmodernismo seco. Ignacio Barragán

The French Dispatch, de Wes Anderson

La crítica dijo acerca de este filme que era una “carta de amor al periodismo”. Lo que faltaría agregar a dicha afirmación sería “bajo el inconfundible sello de Wes Anderson”. Este director, que hace casi dos décadas viene consolidando una propuesta narrativa, visual y estética acerca de cómo hacer cine, profundizó aún más sus búsquedas en esta cinta. El filme utiliza como excusa la redacción de una revista para poder montar algo que el realizador estadounidense suele explotar al máximo: historias entrecruzadas con múltiples personajes muy pintorescos y cargados de rasgos arquetípicos. Su cine, caracterizado por un manejo de la simetría notable y un uso de paletas de colores que bordea lo kitsch pero suele fascinar, se magnifica en este filme casi como en ningún otro. Retoma a varios de sus actores fetiche, como el infaltable Bill Murray, y a otros los hace lucir en personajes por primera vez, como Léa Seydoux, Timothée Chalamet o la inmensa Frances McDormand. Por momentos el ritmo narrativo es bastante lento y la voz en off vuelve al filme algo empastado. Sin embargo, el manejo de las diferentes subtramas sumado a una más que notable propuesta visual y estética hacen de este filme una obra digna de visualizar se tenga o no predilección por las redacciones y los periodistas que, por momentos, parecerían ser actores de reparto. Pablo Díaz Marenghi

Dune, de Denis Villeneuve

Hay algo de maldito en la saga creada por el escritor de ciencia ficción Frank Herbert y sus adaptaciones cinematográficas. Primero, con aquella incursión quijotesca a cargo del chileno Alejandro Jodorowsky que pretendía entrecruzar a Orson Welles, Salvador Dalí, Mick Jagger y Moebius, que terminó allanando el terreno para películas como Star Wars y Alien. Todo esto se narra con belleza y nostalgia en el documental Jodorowsky´s Dune (2014), de Frank Pavich. Luego, con la malograda versión de David Lynch, un fracaso rotundo. Con esos antecedentes cargaba sobre sus hombros el consagrado Denis Villeneuve (Incendies, Enemy, Prisoners, Sicario, Arrival, Blade Runner 2049) ante la chance de dirigir una nueva versión de este clásico espacial. El resultado fue más que digno. Con un presupuesto de 165 millones de dólares y un elenco de figuras rutilantes (Timothée Chalamet, Rebecca Ferguson, Oscar Isaac, Josh Brolin, Stellan Skarsgård, Dave Bautista, Zendaya, Jason Momoa y Javier Bardem) logró recrear la atmósfera de una historia que entrecruza mitología, misticismo e intrigas políticas. Aquí hay castas y familias que disputan poder y recursos económicos. Como una suerte de The Lord of The Rings pero en el espacio. Pese a los 156 minutos de duración y el ritmo algo lento en algunos pasajes, el filme se sostiene y deja la puerta abierta para su segunda parte que ya está confirmada y en proceso de producción para estrenarse en 2023. Allí se verá si, al fin, luego de varias décadas esta saga, la más vendida en la historia de la literatura de ciencia ficción, obtiene su émulo digno en la pantalla grande. El comienzo es esperanzador. Pablo Díaz Marenghi

Pig, de Michael Sarnoski

Nicholas Cage actuó en más de 100 películas. Nicholas Cage interpreta cualquier papel a la perfección. Nicholas Cage logra que cualquier película que lo tenga en su elenco sea motivo suficiente para verla. Nicholas Cage ganó un Oscar en los noventa. Nicholas Cage fue dirigido por grandes directores. Nicholas Cage tira locuras extremas. En Pig se pone en la piel de un tipo al que le robaron su cerdo, y hace de todo por recuperarlo. Así de simple es la trama y es brillante. ¿Por qué? Porque Nicholas Cage deja todo, es el Aleph de la actuación. Joel Vargas

The Hand Of God, de Paolo Sorrentino

Ojalá hubiese más directores de cine que supiesen capturar la belleza tal como lo hace Paolo Sorrentino. El título de esta película refiere, de manera obvia, a Diego Armando Maradona. Pero no se trata de una película sobre el astro futbolístico. O, en cierto sentido, sí. Ya que se trata del impacto que pudo tener Maradona en una vida. En este caso, la del propio Sorrentino, quien aborda su drama personal —perdió a sus padres a los 17 por una fatídica fuga de gas— y lo convierte en un filme memorable. Su derrotero en torno a la madurez y el paso a la vida adulta se entremezcla con dudas juveniles y despertares sexuales. Todo esto atravesado por una Napoles en ebullición, como siempre, y convulsionada por el arribo del diez al Napoli. Los colores azules, celestes y turquesas son protagonistas visuales excluyentes del filme. Estos van y vienen entre las banderas de los tifosi napolitano pasando por las imponentes y bellísimas aguas de la costa amalfitana, donde también se filmó. Se destacan las actuaciones de Toni Servillo, ya un actor fetiche del director, y de Luisa Ranieri, tía y musa inspiradora de Fabietto Schisa —alter ego de Sorrentino. Hay poesía en el manejo de la cámara y sus movimientos en el espacio mediante el uso de largos travellings que juegan con la geometría y dejan que las locaciones se luzcan. Paolo Sorrentino realizó un trabajo notable en su película más íntima que, a la vez, logra meterse en el drama humano más profundo sin necesidad de golpes bajos ni grandilocuencia. Pablo Díaz Marenghi

Don´t Look Up, de Adam McKay

Una de las últimas grietas, entre tantas, del 2021 se marcó con esta película. Su director, Adam McKay, viene retratando en sus más recientes filmes temáticas ligadas a la política e intenta desentrañar con ironía y acidez la contemporaneidad. Eso se vio en The Big Short (2015) y Vice (2018). La comedia suele ser su principal arma y esto se mantiene en este filme cuyo elenco es estelar: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Jonah Hill, Timothée Chalamet, Ron Perlman, Ariana Grande, Cate Blanchett y Meryl Streep, entre otros. La premisa es simple: dos astrónomos, más próximos al ámbito universitario que a los grandes centros de poder, descubren un meteorito gigantesco que se aproxima al planeta Tierra a máxima velocidad y, al parecer, su choque desencadenaría el fin del mundo. Con semejante conocimiento a cuestas, comienzan a advertir a la población. Llegan a los medios —donde son ridiculizados y transformados en memes— y hasta al Presidente(TA, presidenta; en este caso, una maravillosa Meryl Streep que encarna una suerte de Donald Trump femenina).

La película dialoga, bajo un tono de comedia negra, con cuestiones como la post verdad, el negacionismo, las teorías conspirativas y el sensacionalismo. Si bien algunos pasajes se vuelven extensos en exceso y algunas premisas están subrayadas de más, deja abierta reflexiones interesantes en torno a la época. En este sentido, dialoga con series británicas mordaces como Black Mirror o Years and Years. Si bien no deja de ser un producto más dentro de un catálogo de streaming, es un filme interesante cuyo planteo va más allá de lo narrativo y del entretenimiento. Las risas se hacen añicos en los momentos finales del filme donde priman la angustia y la desesperación. Allí se esconde el verdadero núcleo del filme. En aquellas zonas profundas y ocultas  donde el ser humano no se atreve a mirar.  Pablo Díaz Marenghi

Judas and the Black Messiah, de Shaka King

Ya no es novedad que, en los últimos tiempos, desde diferentes sectores de la industria del entretenimiento se realicen diversas acciones que intenten mitigar las injusticias y violencias a las que se ha sometido a los afrodescendientes. Desde la esclavitud, pasando por la trata atlántica, la Guerra Civil estadounidense la racialiación y el racismo ha acompañado a este colectivo que lleva sobre sus hombros siglos de luchas. El cine no estuvo exento de estos movimientos y surgieron muchas películas que tocan la cuestión. Algunas de modo más panfletario y pedagógico (12 Years a Slave, Selma) otras con tintes más irónicos y esquivando algo más la corrección política (BlacKkKlansman, Sorry to Bother You, Django Unchained). En el caso de este filme, el segundo de Shaka King, hay un híbrido entre un formato que contiene bastante rigor histórico —está inspirado en hechos y personajes reales pero se toma algunas licencias— y se asemeja, por momentos, al documental, pero que, también prefiere priorizar el peso de los hechos por sobre la moralina exacerbada. 

Aquí se presenta la historia de Bill O´Neal (Lakeith Stanfield), afroamericano que es detenido por el FBI ya que se dedicaba a robar autos haciéndose pasar por agente de dicha fuerza. Este es reclutado como informante y se infiltra en las Panteras Negras, mítica organización política socialista ligada al Black Power. Su principal objetivo: acercarse a su líder en Chicago: Fred Hampton (Daniel Kaluuya, ganador del Oscar por este papel). 

El filme acierta al no sobrecargar a los personajes de guiños o lugares comunes que ya han sido explotados hasta el hartazgo en el cine estadounidense. Algunos incluso llegando a un nivel casi de fábula (Green Book). Párrafo aparte para el aporte de personajes secundarios clave: el sobrio y siempre ominoso Jesse Plemons (vean Breaking Bad y entenderán) y un muy cambiado y avejentado Martin Sheen como J. Edgard Hoover, mítico director del bureau por aquellos años. También se luce Dominique Fishback en el papel de Deborah Johnson, otra histórica militante de las Panteras Negras quien fuera novia y madre de un hijo de Hampton.

El tono es, por momentos, el de un filme de espías. Donde la desconfianza y la incertidumbre, sobre todo alrededor del personaje de O´Neal, lo rodean todo. La película logra, desde una óptica sincera y pragmática, conmover e indignar en partes iguales al exponer la violencia y la brutalidad a la que la comunidad afroamericana era sometida en la década del setenta por la policía y la sociedad en su conjunto. Algo que, si uno piensa en el asesinato de George Floyd en 2020 y el movimiento Black Lives Matter, entiende que aún está lejos de desaparecer. Pablo Díaz Marenghi

Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings, de Destin Daniel Cretton

Marvel volvió a meter un hit inesperado que confirma una teoría: sabe cómo hacer grandes películas de orígenes de personajes y más si son desconocidos para la mayoría de la audiencia. En esta oportunidad cuenta la historia del superhéroe Shang-Chi y su tormentosa relación con su padre: El Mandarín. Primer acierto: El cambio de Fu Manchú, su verdadero progenitor en los cómics, por el clásico villano de Iron Man. Segundo acierto: La dirección de Destin Daniel Cretton que rompe bastante la fórmula del estudio. Tercer acierto: las actuaciones del elenco donde sobresalen las superestrellas Tony Leung (El Mandarín), Michelle Yeoh (Ying Nan), Ben Kingsley (Trevor Slattery), la sorpresa Awkwafina (Katy) y el poco conocido Simu Liu (Shang-Chi). Cuarto acierto: hacerle creer a todas y todos en el trailer que simplemente es una película de artes marciales. Podría seguir enumerando pero vamos al grano: Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos es la mejor película del género de superhéroes 2021 y una de las mejores de la Casa de las Ideas. ¿No me creés? Hacés mal. Joel Vargas

Madres Paralelas, de Pedro Almodóvar

La última del español es un culebrón de aquellos, un homenaje a la telenovela mexicana más dramática posible. Es, también, un grito de memoria, verdad y justicia. Es decir, una forma de resarcimiento histórico, una deuda con los derechos humanos. Pedro Almodóvar vuelve con un filme de suspenso donde distintas genealogías confluyen y se desgranan.

Después de Dolor y Gloria regresa una parte sustancial del cine de Almodóvar: un drama de mujeres. En este caso, son aquellas madres que entretejen redes de soporte para ayudarse unas a otras. Los hombres están excluidos en esta obra. Si aparecen, son miserables, dudosos o están muertos. Especial mención a Penélope Cruz y su cocina afrodisíaca que, esta vez, tiene como personaje principal a una tortilla de papas dorada como el sol.

Este filme podría ser una suerte de thriller norteamericano aggiornado a los colores del director. Con un final un poco patético por lo gráfico, Madres paralelas no destaca pero tampoco aburre. Ignacio Barragán

El Prófugo, de Natalia Meta

Si les dijeran que una de las mejores películas argentinas en mucho tiempo la dirigió la misma persona que hizo una de las peores películas argentinas de la década pasada, ¿lo creerían?  Natalia Meta debutó con Muerte en Buenos Aires (2014), un policial pésimo protagonizado por el Chino Darín y Demián Bichir; y en 2021 la rompió con El Prófugo, que fue seleccionada para representar a Argentina como mejor película internacional en los Oscar. El film adapta (muy) libremente la novela El mal menor, de C. E. Feiling. Y quizás ahí está una de las respuestas, en la esencia de la historia del escritor rosarino. Meta sabe cómo lograr una transposición eficaz con una base sólida y un gran despliegue audiovisual. Y otra de las respuestas de por qué El Prófugo funciona es por la actuación de Érica Rivas: la mejor de todas. Joel Vargas

Titane, de Julia Ducournau

Provocadora, escandalosa, retorcida, brillante. Así catalogó la prensa especializada a Titane, la nueva película de la directora francesa Julia Ducournau. Otra parte de la crítica la (mal) emparentó con el cine de David Cronenberg. La verdad es que Titane es una experiencia sensorial. Así como hizo con su ópera prima, Raw (2016), Ducournau va al límite. 

Explora la maternidad, la paternidad y la relación que tenemos con nuestros cuerpos, el género y la identidad. En tiempos donde se hacen grandes preguntas de cómo puede ser el futuro de la humanidad, Titane podría esbozar algunas respuestas. Joel Vargas

Lamb, de Valdimar Johannsson

El terror es uno de los géneros en el cine que más mutó. Muchas grandes películas de los últimos años están catalogadas de ese modo. Podemos pensar en la saga de El Conjuro, las producciones de Ari Aster o las de Jordan Peele. Obras que juegan con nuestras mentes y sentidos. La islandesa Lamb, va un paso más allá. Valdimar Johannsson cocina la historia a fuego lento, nos presenta a una pareja sin hijos que adopta a un cordero. Hasta ahí, pareciera ser que no pasa nada fuera de lo común. Pero el animal es un híbrido: mitad cordero, mitad humano. Entonces, ¿qué pasa cuándo el intento de llenar un hueco se convierte en un mascotismo inquietante y oscuro? Joel Vargas

Swan Song, de Benjamin Cleary

Estás en el futuro, tenés una enfermedad terminal y te dan la chance de  seguir viviendo de algún modo, ¿lo harías? Cameron Turner ( Mahershala Ali) acepta clonarse y pasarle todos sus recuerdos a su réplica.  Ese es el plot de Swan Song, una historia que fue contada una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad. ¿Cómo vencer a la muerte? Ser inmortal. El detalle “innovador” del guion de Benjamin Cleary es que centra la historia en una pregunta: ¿qué pasa con tus seres queridos y esa decisión? Joel Vargas

Benedetta, de Paul Verhoeven

Basada en el libro Inmodest Acts, de Judith C. Brown, que cuenta la historia de la monja Benedetta Carlini, lesbiana y mística, Paul Verhoeven hace gala de su extenso imaginario, presente en su primera etapa neerlandesa, como también en la hollywoodense (Showgirls, Basic Instinct) y en el de su regreso a Europa (Elle). A sus 82 años, el director neerlandés mantiene intacta su capacidad de provocar, incomodar, pero también de ejercitar una crítica a los círculos de poder eclesiásticos de la época —la historia se desarrolla en un convento de Pescia, Italia, en el siglo XVII, durante una epidemia de peste. No faltan la sangre, el sudor, las lágrimas, ni el sexo mostrado frontalmente, sin reparos —una estatuilla de una virgen se convierte rápidamente en un dildo—; pero esta maestría para la provocación no queda en la nada, en un juego vacío, puramente estetizado. ¿Estamos ante un thriller psicológico/sexual, ante un drama histórico, o una comedia negra? Del mismo modo en que se entremezclan los géneros, lo hacen las pasiones, los intereses y las necesidades de los personajes. Una monja habla con Dios y que ¿se fabrica? estigmas, una madre superiora más preocupada por el dinero que por la divinidad y una cúpula eclesiástica más interesada en mantener las formas que en acercarse a la verdad se muestran puertas adentro del convento. Mientras tanto, extramuros, el pueblo cae abatido víctima de la peste, a la espera de un milagro. Juan Alberto Crasci

The Velvet Underground, de Todd Haynes 

Mirado de reojo por sus anteriores incursiones en el rock —la biopic experimental sobre Dylan I’m Not There (2007) tiene en realidad más aciertos que errores y Velvet Goldmine (1998) puede ser disfrutada si no se pretende con ella aprender sobre la vida de Bowie—, Todd Haynes finalmente dio en la tecla con The Velvet Underground (2021). Existen algunas buenas biografías o ensayos que analizan el legado de una de las bandas más decisivas de la historia, pero hasta ahora faltaba la pata audiovisual: para una banda que trabajó mucho desde lo estético (los memorables shows con diapositivas y efectos de luces para entrar en trance, el look antilook callejero de fiel negro y cuero), son necesarias las imágenes para completar el cuadro y allí Haynes hace un trabajo soberbio a partir de un archivo cuidadosamente seleccionado que incluye escenas de recitales, reportajes viejos, las calles de Nueva York y hasta inquietantes primeros planos en blanco y negro y cámara lenta que son autoría de Andy Warhol.  

Junto a esa presentación de alta factura, la historia de la banda está contada de un modo preciso. John Cale destaca entre los entrevistados para la ocasión y asume una suerte de voz oficial, acompañado por otras figuras importantes como, por ejemplo, Maureen Tucker. Y esa discografía tan esencial como compacta —apenas cuatro discos que cambiaron todo el devenir posterior del rock— está repasada en detalle: el debut de 1967 junto a la cantante Nico y la icónica portada de la banana, que rompió las barreras del rock al incorporar temáticas incómodas (el sadomasoquismo, los efectos de la heroína) y un sonido revolucionario con drones de viola eléctrica y guitarras disonantes (“La idea de combinar el r&b con Wagner” o “establecer un estándar constante sobre el nivel de elegancia y el de brutalidad”, explica Cale); White Light/White Heat (1968) elevó hacia lo extremo los niveles de ruido y distorsión para que luego, en el homónimo tercer disco de 1969, todo decantara hacia la sutileza y las baladas; Loaded (1970) presentó a una banda fragmentada, pero el genio compositivo de Lou Reed no había menguado ni un gramo y canciones como “Sweet Jane” o “Rock and Roll” perduran como clásicos absolutos de la banda.

Parte de la grandeza de Velvet Underground residía en la simbiosis entre Reed y Cale, quien se fue del grupo luego de White Light… La tendencia obsesiva y manipuladora del cantante y guitarrista tuvieron que ver con este quiebre (como así también con la expulsión del mentor y productor Andy Warhol), y esos pliegues no tan virtuosos del derrotero del grupo están bastante bien explicados a lo largo de las más de dos horas del filme. Pero más importante aún es el modo en cómo se analiza parte de esa relación compositiva que puede (y debe) ponerse a la altura de las grandes duplas del rock: Cale, un galés con formación clásica que bregó en las aguas vanguardistas de John Cage, quedó embelesado por la poética realista de Lou Reed, quien había estudiado Letras en la Universidad de Syracuse y usó el rock and roll como plataforma para difundir textos con ambición literaria (“Pensé: ‘Eso quiero hacer yo, pero con una batería y una guitarra’”, dice el propio Reed desde uno de los archivos acerca de la influencia de escritores como Allen Ginsberg, William Burroughs o Arthur Rimbaud). 

En épocas de retromanía extrema, nostalgia y lanzamientos de documentales anunciados como grandes discos, bien vale la pena estar a tono con estos tiempos y detenerse una vez más en una de esas bandas realmente icónicas. Para comprobarlo basta con repasar la cantidad de cosas a las que influenció: el glam y su impronta de ambigüedad sexual, el nihilismo punk, la crudeza del garage, el ruido del noise, el rock alternativo y la lista podría seguir. Matías Roveta

Foto-Ilustración: Paula Rosa – Instagram: @paularosapintura