Lee Ranaldo volvió a Buenos Aires a presentar Electric Trim, un disco que lo ubica dentro de una propuesta minimalista y en el que combina un sonido cancionero, destellos noise y el desparpajo inconfundible del ex guitarrista de Sonic Youth

Por Pablo Díaz Marenghi

Fotos por Nadia Guzmán

“Este tema habla de cuánto amo Internet”, arroja Lee Ranaldo  promediando su show. A esta altura ya había sorprendido a sus fieles seguidores con las canciones de Electric Trim (2017), disco que lo trajo de regreso al país (tercera visita en menos de un año), y que lo encuentra junto a una formación nueva que acentúa sus virtudes, amplía su versatilidad y con la que no abusa de sus zonas de confort. El ex ladero de Thurston Moore deja de lado la guitarra eléctrica para centrarse en la acústica y explorar sonoridades cancioneras, climáticas, lindantes por momentos con la música académica, experimental y psicodélica y con, por supuesto, los laureles del noise que los Youth supieron conseguir. En su presentación en Lucille (tres horas antes, el show se trasladó a este pequeño local del barrio de Palermo cercano a Niceto) demostró una madurez que lo sitúa en una posición de artista reflexivo sobre la época, ya sea cuestionando la vida digitalizada moderna, la alienación capitalista -“Circular (Right as Rain)”- o criticando con ironía a los líderes del momento, con evidentes guiños a Donald Trump, en temas como “Thrown Over The Wall”. En una entrevista reciente al diario Página 12 dijo: “algunas personas de repente nos vemos movidas a manifestarnos en ese terreno por las cosas que pasan ahora en el mundo. Es un mundo que se está volviendo cada vez más horrorosamente conservador (…) No creo que sea obligatorio que todos seamos comentaristas sociales, pero es definitivamente importante. Para algunos de nosotros es algo muy natural que en algún momento se vuelve inevitable”.

El cambio de locación benefició la propuesta del artista, acompañado por  Booker Stardrum en batería y Raul Refree Fernández en guitarra eléctrica, teclados y sintetizadores. El peculiar trío, ya con varias presentaciones en vivo a cuestas, se mostró firme y aceitado, y con la solidez del experimentado violero de sesenta y dos años que supo consolidarse como songwriter en Between The Times And The Tides (2012) pero que no deja de lado la lisergia y la experimentación noise. El comienzo fue con el tema que abre su último disco, “Moroccan Mountains”. Lee, en un gesto habitual, desplumó un arco de violín y machacó con sutileza su guitarra. En una versión extendida de casi ocho minutos, los tres músicos se fundieron en una sinergia que combinó, en partes iguales, un sonido oriental, heredero de George Harrison, con destellos de la potencia rabiosa que Ranaldo supo forjar en épocas de Sonic Youth. El show alternó picos de contemplación con momentos de trips psicodélicos e improvisación, en donde Ranaldo complementó las programaciones y teclas de Fernández con acordes abiertos y leves punteos de su acústica, en una faceta que marca una distancia con la furia que lo caracterizó en sus comienzos. La sutileza de sus rasguidos se mixturó con su voz, que transitó en una tímbrica que se hermana cada vez más con Michael Stipe, de R.E.M.

Dentro del público se colaban algunos fans de renombre: músicos de la escena independiente local, como Mariano Manza Esaín (Valle de Muñecas), Pablo Kemper (Las Ligas Menores), Gustavo “Niño Elefante” Monsalvo (El Mató a un Policía Motorizado) y periodistas de rock como Roque Casciero, Pablo Strozza, Claudio Kleiman y Alfredo Rosso. Nadie quiso perderse a uno de los guitarristas más inquietos y emblemáticos de todos los tiempos, fundador de un estilo y una influencia central de una parte de la escena alternativa del rock argentino, que tuvo su centro en el “Nuevo Rock Argentino” y la movida sónica de los noventa y alcanzó un nuevo pico en la escala de richter rockera con el rock post Cromañón, con El Mató a la cabeza y su árbol genealógico que va desde los mencionados Ranaldo, Moore, Kim Gordon y compañía y pasa por Guided By Voices, Pavement, Yo La Tengo, Dinosaur Jr. o Pixies.

“Esto no es una bufanda. Es un símbolo de lo que está bien”, dice Ranaldo y señala un pañuelo verde, emblema de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que estuvo atado al pie de su micrófono a lo largo de todo el show. El público aplaude a un artista que elige no callar y compartir su visión del mundo. Muchos recordarán, en una de sus últimas visitas, su acercamiento a un cacerolazo masivo en diciembre de 2017 en repudio a la reforma previsional. Esto no es un gesto para la tribuna sino, más bien, una actitud que lo acompaña desde las épocas de “Youth Against Fascism”, tema de Sonic Youth de 1992.

El show, de hora y media (algo comprimido por las desprolijidades organizativas, cambios de último momento y por el hecho de ser domingo), fue algo escueto pero contundente. Alcanzó para mostrar en vivo todos los temas de Electric Trim (salvo aquel track excelso en donde Sharon Van Etten acompaña a Ranaldo en las voces). Además, en el escenario cada pieza de Electric Trim albergó la solidez y el peso necesario. De hecho, varios temas de extensa duración se volvieron aún más extensos en ciertos pasajes en donde los músicos le daban rienda suelta a la improvisación, algo que también caracterizó el proceso productivo del álbum en el estudio de grabación. Ranaldo, en su pasado, fue un maestro de ceremonias, un frontman tímido que supo lucirse como un eximio guitarrista sin necesidad de recurrir a un exceso de virtuosismo. Hoy se presenta alejado de cualquier pose de guitar hero y, por momentos, relegado a un segundo plano desde lo melódico para convertirse en el sostén rítmico de Refree Fernández, su coequiper en las cuerdas, que concentró las emanaciones más noise.

El pacto de fidelidad con el público argentino se refrendó, una vez más, en una muestra de un artista inquieto y camaleónico, en la misma línea que David Bowie o John Cale, otros maestros de la canción que articulan experimentación elevada con un tempo urbano y terrenal. El neoyorquino se anima a reinventarse y a cambiar de piel, aunque por dentro conserva un adn noise imposible de olvidar. Prueba de ello fue el final con “Off The Wall”, de su disco Between the Times and the Tides, que comenzó con un punteo de guitarra rabioso y fue mutando con un ensamble de teclados y sintes que transformaron a la canción hacia capas sonoras y texturas inéditas hasta el momento en las presentaciones en vivo de Ranaldo. Sobre el final, el artista prometió salir a saludar (evitó los bises, quizás por limitaciones de tiempo propias del lugar), sacarse fotos y firmar discos en una muestra más de su amor por el público argentino. Sus canciones expusieron la amalgama precisa entre desprolijidad y elegancia, y, como dice en la letra de una de sus canciones, Lee Ranaldo continúa planteándose, una y otra vez, empezar de nuevo. //∆z