En Hágase usted mismo, su nueva novela después de la repercusión que generó Electrónica (que ya va por su cuarta reedición), un hecho vergonzoso, la angustia y las inseguridades dan forma a la trama. En este diálogo el autor repasa sus procesos de escritura, los ecos perdidos del “reviente”, las decisiones artísticas y políticas y el fin de una etapa.

Por Mariana Kozodij

Fotos por Pablo Montero

Toco timbre sobre la avenida, por costumbre. No funciona, me lo advirtió, pero lo hago igual. Espero un rato, saco el teléfono para avisarle por mensaje que estoy abajo y a los pocos minutos aparece en la puerta, delgado, con campera de cuero y un bigote que hace juego con la extraña languidez enérgica que lo caracteriza.

– ¿Vamos a comprar cervezas?

Así empieza esta entrevista —con un amplio y liviano off the record sobre bebidas en las góndolas de los supermercados— hasta que subimos al living de su casa y la humedad porteña y el tráfico quedan por un rato alejados de nuestras cabezas.

Hágase usted mismo (Tusquets, 2018) es la historia de un hombre que se enfrenta a un “accidente” en la cama junto a Martina, una pareja enferma de celos, y que decide —a partir de ese pequeño drama corporal— alejarse de su rutina de “arengar a los mediocres”. Mientras fantasea con convertirse en un aclamado director de cine patagónico, el protagonista viaja al pueblo de su niñez, San Benito, e inicia un recorrido nostálgico con un origen no tan claro como cree en un principio.

“San Benito existe, no así, pero existe”, explica Enzo Maqueira sentado cómodamente en un sillón, mientras bebe una cerveza fría y suena Piazzolla de fondo. “La novela nace en un San Benito al que yo iba a pasar los veranos de mi infancia, en la casa de mis abuelos en la Patagonia, en ese pasaje desértico. Y toda esa parte de los recuerdos, de la infancia, tienen mucho que ver con eso, por supuesto que tamizados y acomodados de acuerdo con las necesidades narrativas”. Hace un gesto como de abrazarse a sí mismo y continúa: “La patria es la infancia, esa es mi patria. Todavía voy todos los veranos, no me voy tres meses como antes. Suelo irme a escribir. Y el origen de la novela se inicia con la necesidad de explorar mi conciencia y mi soledad. En uno de esos viajes, me fui a pasear y flashee una historia. My own private San Benito”.

La idea del paseo, del vagar, está presente en el relato. El protagonista se propone iniciar un cambio; necesita inspiración, ya sea en el tren que lo aleja de la ciudad, en las calles desiertas del pueblo, en la casa cerrada y sucia que debe limpiar, en el mar o en el cerro. Pero no solo las imágenes forman parte de ese recorrido nostálgico sino también los sonidos y los aromas. El personaje recuerda: “En un documental decían que el oído es el último sentido que desaparece al morir. La vista, el gusto, el olfato, el tacto y el oído. Ése es el orden”.

La muerte, la figura del Fénix, el volver a empezar son fantasías que se repiten y de las que Maqueira no rehúye para escribir esta novela. Si con Electrónica (Interzona, 2014) se refirió a sí mismo como un “sobreviviente”, en Hágase usted mismo hay una pulsión hacia un repensarse como escritor.

Enzo Maqueira - Pablo Montero

“Hasta que, con las venas del cuello hinchadas y la mirada furiosa, gritó: ¡Hágase usted mismo! Fue la única vez que vio al abuelo enojarse”

El autor de El impostor (Milena Caserola, 2011) se refiere a su decisión de escribir Electrónica como un cambio profundo. “No sé si solo me deconstruí como un escritor. Escribí Electrónica con la voz de una mujer, salió el libro y al poco tiempo ya me estaba pintando las uñas. Me sentí muy identificado con la parte femenina, había aflorado mucho, me hice feminista en el 2014. Podía ver el mundo desde esa perspectiva”.

Sobre su último título, reflexiona: “Toda la novela tiene que ver la construcción —hace una gran pausa—. No fue un proceso de volverme a construir hombre, varón; o mejor dicho macho, que era lo que había sido. Si bien no había sido muy macho, lo había sido. Era encontrar una síntesis, entre lo que yo había escrito en El Impostor, que es una novela machista, cocainómana, insoportable, y Electrónica, que es feminista, gay friendly, celebratoria. Y acá [con Hágase usted mismo] está la síntesis, por eso aparece Freddie Mercury”.

Cuando el protagonista de la novela se instala en la que había sido la casa de sus abuelos, se encuentra inesperadamente con un vecino peculiar que se parece, justamente, al líder de Queen.

Es conocido el amor de Maqueira por Mercury. Suele expresarlo en redes sociales y también da cuenta en sus textos de ficción de cierto patrón de compartir sus consumos culturales.

“Siento que tenía que cerrar con esta novela que está plagadísima de referencias personales”, explica. “Fue la última novela de un período de trabajo en el que lo hago más como artista que como artesano. Es decir, busco algo que tengo adentro, algo que no fue dicho como tendría que haber sido dicho, algo que me quedó resonando. Algo que extraño, que me falta, que me pasa y lo convierto en este caso en material con el lenguaje. Creo que de acá en más me veo más haciendo novelas como un artesano”.

Y agrega: “No son guiños para aquellos que me conocen, sino que tienen que ver con la forma en la que trabajo, o la que trabajaba hasta ahora. Con buscar adentro mío, buscar qué quedó y a partir de ahí trabajar una historia. No son cosas que pensé, y cuando pasan las llené de significados que tengo bastante claros sobre por qué aparece Freddie Mercury y no otro, tiene que ver con la etapa de mi adolescencia, cuando surge su figura para mí y yo me fanatizo. Me enamoro de Freddie, después no le di más bola, y ahora que me acerco a la edad en la que él murió- a los 45- [risas nerviosas], lo retomo, y esta novela particularmente está llena de retomar cosas de la infancia, de la adolescencia que me quedaron dando vueltas y me acompañan hasta el día de hoy. En este libro iban algunas marcas más arquetípicas que tenían que ver con la lógica de cierto cine. No me preocupé tanto por caer en lugares comunes”.

“Que los críticos digan lo que quieran. Retroceder nunca, justificarse jamás”

Mientras que Oscar Wilde nunca dejó de plantear al crítico como artista —en una defensa de su crítica estética, la importancia de la experiencia propia y del valor de la autoconciencia—, el par artista y artesano son dos imágenes que Maqueira suele utilizar para pensarse y observar el mundo de la literatura que atraviesa.

Sostiene que un artista es alguien que perturba con su obra o con cada una de sus intervenciones. Pero ¿qué fue esa intervención denominada “Los escritores del reviente argentino” a raíz de una nota publicada en la revista Viva en 2015, y firmada por Miguel Frías, en la que se mostraron ciertas posturas e ideas pero poco se habló de literatura?

“Esa nota dice ‘se drogan, toman alcohol, cogen’. Y creo que no pasa por ahí, sino por derribar estructuras, paradigmas que tienen que ver con la literatura que estuvo adormecida, que estuvo cooptada por un sector que cree que todavía es vanguardia veinte años después, muy ligada a un gesto posmo que no tiene nada que ver con nuestro tiempo. ¿De verdad podemos seguir entendiendo la literatura desde la perspectiva posmo de los ’90? Eso ya es viejo y no representa nada de lo que sucede. La historia no terminó. Siguió adelante, y cierto sector de la literatura parece no haberse dado cuenta”, dice Maqueira, que en aquel momento fue calificado como “de reviente” junto a los escritores Manuel Megías, Gonzalo Unamuno, Lloyds y Juan Sklar.

Se acomoda en el sillón y continúa, con un timbre apasionado: “Esa idea de que el escritor no tiene que dar notas, ser un ente ciego y sabio, o una persona que no aparece, que no se ensucia con los medios de comunicación. Creo que la idea es reventar con todas esas ideas sacralizadas del escritor. Ir contra eso. Lo único que logramos con esos paradigmas es que cada vez se lea menos, que nadie conozca a un escritor argentino. Que los intelectuales, los artistas, se divorcien de la realidad. Por suerte hay artistas e intelectuales lúcidos que están recuperando los espacios que otros artistas e intelectuales abandonaron. Por ejemplo, Claudia Piñeiro con el tema del aborto. La tarea del centro PEN [única asociación mundial de escritores], cada vez más comprometido con la defensa de la libertad de expresión. O la labor que realizan Selva Almada, Cecilia Szperling, Julián López y mis compañeros y compañeras de la Unión de Escritoras y Escritores, entre tantos otros”.

Y desafía: “Hasta hace poco, «compromiso» era considerado una mala palabra, y hoy es evidentemente una palabra necesaria, sobre todo en la boca y las acciones de nuestros artistas. Eso es el reviente: romper con esa idea de que la literatura y sus creadores deben vivir aislados, subidos a un pedestal, alejados de los sufrimientos y necesidades de su tiempo”.

Luego se distiende y, ya con risas, agrega: “Involuntariamente perturbé un montón a un montón de gente. El reviente fue a partir de una nota de un diario que a mí ni siquiera se me ocurrió el nombre. Y sí es verdad que la idea de reviente está dentro mío, aunque creo que se malinterpreta y no es solo lo que la gente cree que es reviente”.

“La gente obviamente lo lee como quiere. Lo que molestó realmente es que apareciéramos en la Viva y que habláramos de nuestros libros y no de la literatura que está de moda o que está anquilosada como una moda desde hace muchos años. Lo que molestó fue la forma distinta de presentarnos como escritores en sociedad. Yo lo veo más como un movimiento literario más que una postura o una provocación. Tenemos que dar una batalla en los medios de comunicación, tenemos que comprometer nuestra literatura con lo que signifique eso de comprometerse”, dice quien en ese entonces fue fuertemente criticado por ciertos lectores de redes sociales.

Su voz vuelve a ganar ritmo y energía: “Para mí comprometerme con mi literatura es escribir un montón y corregir todavía mucho más. Y comprometernos con el lector y comprometernos con la realidad. Ahora, a la distancia, lo resignifico con ese compromiso.”

hágase a usted mismo

“Un cielo de aire y otro de agua, Pierrot o los acantilados azul marino que Godard fimó para El desprecio. La película empezaría con la palabra «infinito» escrita con la línea que separa los dos cielos”

Cuando el protagonista de Hágase usted mismo llega a la casa de sus abuelos se propone escribir un guión, como una forma de trascender, de dar un giro. Pero el entusiasmo pasa a estar puesto en el resultado y no en el proceso para lograr ese tan ¿ansiado? cambio. Con una prosa rápida, y sin rimbombancias, Maqueira hace que la historia se proyecte, es decir que las páginas funcionen como una película para que el lector no solo pueda visualizar escenarios, una personalidad hipocondríaca y temores sino también la posibilidad de estar leyendo un guión para un film. Como los subtítulos para la historia de un cobarde.

Hacemos una pausa y Maqueira va a buscar otra cerveza a la cocina. Silba, está suelto, quiere seguir hablando de su novela. Volvemos a los consumos culturales y la necesidad de incluirlos en sus ficciones.

“Muy pop todo. No sé si me da confianza [incluir esos consumos]; en este caso —con la novela—, quise ser lo más auténtico posible, a mis intereses, a mis consumos culturales. En Electrónica también hay algo de eso, pero quizás lo hacía más consciente de que hablaba representando a una generación, en gustos. Hablaba de Los Simpson y el 90 % lo entendía, algo que ya no pasa tanto”, dice, risueño y con cierta tara sobre su edad.

“Esta novela, en sus consumos, no es tan identitaria de una generación sino que está más repartido. A [Jean-Luc] Godard lo conocemos nosotros, de 30, 40 años y lo conoce alguien de 80 y lo disfruta. Fue hacerlo porque tenía ganas y confiar que eso le va a gustar y dar ganas a un montón de gente. Y también elegir los referentes que aparecen en mi vida”.

Y vuelve sobre el líder de Queen: “De Freddie Mercury no solo me enamoré de él como artista y de su música sino que también lo tomé como un ejemplo a seguir. Como con Godard, [François] Truffaut o  [Federico] Fellini. Este libro está pensado para mí en la lógica de Fellini, por eso hay un capítulo que es [lo verosímil da lugar a un nuevo espacio fantástico en la trama de la novela, donde todo vale y nada importa].  Y no sé si la palabra es homenaje, no le hace honor a lo que pensé, es más una necesidad de vincularme con esos creadores y artistas a través de una obra mía. Un diálogo con toda esa gente muerta que me hubiera encantado conocer y que no voy a lograr nunca”.

Esta posibilidad de pensar la historia como una película hace que reflexione y destaque que, durante su escritura: “La pensé en imágenes, más que en guión”.

Y en ese proceso los sonidos cumplen un factor importante para dar un colchón a los recuerdos, como cuando compara al motor del auto de su abuelo con una “ardilla lunática”.

El motor era una ardilla lunática (risas), me sonaba infantil, yo sabía que había que pensar cosas como las pensaría un chico, como las pensaba en ese momento. Se trata no de ponerse en la cabeza del narrador cuando llega [a San Benito] sino cuando era chico y cómo recordaba las cosas con palabras. Nosotros recordamos sensaciones, pero también las formas en las que las nombrábamos”, dice.

“Me costó mucho, fue muy difícil hablar de un ruido sin decir ruido, o no escribir «escuchó». Para mí funcionan muy bien así, sobre todo en una película… (fallido), ¡en una novela! (risas). La novela termina siendo de alguna manera una película. Incluso hacia el final hay cosas que suenan inverosímiles, pero en esta lógica de film surrealista funciona. Tiene que ver con lo que sucede en el cine, que pasa eso de justo le salen todas. Quise en este libro ofrecer una serie de refugio para artistas, ante las nuevas generaciones que creen que un clásico es Titanic. No se dan cuenta de que el cine es arte y no entretenimiento. Es una acción política, siento que los clásicos están amenazados por lo contemporáneo…. por la gilada contemporánea”, exclama, y se ríe con ganas.

“Sigue siendo el mismo cobarde”

Desde el comienzo la trama nos advierte que hay un sentimiento de culpa, ansiedad que genera dudas sobre si el personaje está enfermo o es un hipocondríaco, hasta que después se va desarrollando un secreto: una escena tabú.

“Mi vieja piensa que me pasó de verdad y me dice “¡Enzo!” —se ríe fuerte—. Yo tenía miedo de que eso lo vean como una provocación al pedo, que es lo que me dijo mi vieja. Yo quería que el tipo fuera un cobarde, el tipo es un cagón en todos los sentidos y lo que va desarrollándose es eso. No se anima a esa pareja, tiene miedo a todo. Decide hacer una nueva vida y al final no arranca. Esa idea de Sara Gallardo: «Un animal demasiado solitario se come a sí mismo», esa idea la tenía mucho en la cabeza de Los Galgos, los galgos. Me entusiasmó la idea de extremar la cobardía de un hombre. Hasta qué punto se va corriendo siempre”.

Sobre la escena, que marca la novela, Maqueira confiesa:

“Era lo que más me conflictuaba, mucha gente no me dice nada de esa escena (risas). Yo no quería ningún ejemplo de altruismo”.

Enzo Maqueira 3 - Pablo Montero

“Ya se imagina lo que va a decir en las entrevisas: una obra que corre el velo de las acciones que conforman el comportamiento mecanizado de la cotidianeidad”

“Yo me imagino qué voy a decir en las entrevistas desde que tengo diez años (risas), me fascina esto de intervenir en los medios”, dice entusiasmado. “Desde chico me gustaban los medios, estudié Comunicación Social porque no tenían matemáticas. Y cuando me di cuenta cómo era, me metí en la Literatura y la abracé como un refugio. Cuando conocí el periodismo dije ‘quiero ser escritor’, y no me saquen de ahí… pará, cómo era la pregunta”.

Y reflexiona sobre sus incursiones en los medios como escritor y comunicador:

“Tiene que ver con la idea de volver a los medios, pero desde otro lado, como escritor, como un provocador en especial en espacios que no tienen que ver con la literatura. Pasó con Time Warp [en abril de 2016, cinco personas murieron durante una rave y se instaló en la agenda mediática el vínculo entre drogas y fiestas electrónicas], que me enojaba mucho, hoy lo haría más calmo”.

Además, vuelve sobre el tema de las menciones a la crítica en la novela: “También todo eso que puse en la novela sobre los críticos tiene que ver con la inseguridad del artista. Y con esta cosa tan personal… perdón, tan de época, que tiene más que ver con pensar el resultado y no bancarse lo que tenés que hacer en el medio. Sentarte a escribir una hora. Pensar más en el resultado, no el proceso. La ficción es el paraíso, es el lugar más cómodo. Atarte depende de uno, el ensayo y el periodismo exigen más responsabilidad. Aunque no me veo alejado del ensayo, en especial con respecto a la sexualidad en los tiempos que corren. En cómo lo que antes era marginal, y se disfrutaba en las sombras, ya no se vive con culpa”.

El perro negro

No lo mencionamos a lo largo de la entrevista, o tal vez muy al pasar en algún momento, pero el perro está presente en la tapa de la novela que descansa sobre la mesa mientras hablamos. Su mirada penetrante no se le escapa a quien decida leer Hágase usted mismo. Y hay una razón, una guardia constante sobre ese hombre hipocondríaco que busca construirse en la Patagonia ante el desarme de una vida de la que huye. La última novela de Maqueira está llena de capas sobre las que se puede escarbar y leer a un autor que asegura que, con esta cuarta novela, transita “el fin de una etapa” en su proceso creativo.

Vasos vacíos, la música sigue. Salgo del living. Camino por la avenida y me cruzo con un perro blanco. //∆z