Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala reeditan su unión creativa en Antemasque y sorprenden con un sonido directo, despojado y desvergonzadamente pop, ideal para dejar atrás a Mars Volta.

Por Santiago Farrell

La estrategia de marketing de Antemasque fue abrupta: de la nada aparecieron cuatro temas en igual cantidad de días junto a videos de la banda en el estudio poco antes del lanzamiento de su disco homónimo. Fue un acierto no sólo por la sintonía con estos tiempos, sino por reflejar fielmente al objeto promocionado. Antemasque es un torrente de pop, punk y sacudones calculados a toda velocidad, con un par de cucharadas de Zeppelin, que sin duda sorprenderá a más de uno.

Será así porque Antemasque es el nuevo proyecto de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala, padres de At The Drive-In y de Mars Volta, uno de los experimentos musicales más interesantes del rock de este siglo, quienes se unen a Dave Ellitch (baterista de la banda por un breve período) y al interminable Flea de Red Hot Chilli Peppers para un nuevo debut. A lo largo de casi una década, el dúo de El Paso reformuló la idea de rock progresivo a fuerza de demoler convenciones. Pero vale esgrimir un caveat emptor para sus admiradores: poco encontrarán de Volta enAntemasque, cuya premisa sónica reduce al dúo a su mínima expresión. Por suerte, funciona de maravillas.

En diez breves temas, Antemasque arremete con un sonido directo y despojado, dotado de urgencia punk y una mentalidad  descaradamente pop, que se aferra a las orejas del oyente y pasa en un suspiro. La carga de “4 A.M.” inicia la acción a modo de declaración de principios: untempo veloz, guitarras y voces casi desprovistas de efectos y el martilleo constante de Ellitch cabalgan hacia un estribillo efectista, el primero de muchos en la mitad inicial (“Ride Like the Devil’s Son”, “In The Lurch”) en la cual la banda regala infinidad de ganchos casi sin soltar el acelerador. Apenas se supera la media hora en total, pero basta para patear el tablero.

Si la comparación con Mars Volta, también esbozada por este medio, resulta ineludible, es porque el sonido desarrollado por Rodríguez-López y Bixler-Zavala en ella es muy fácil de identificar: está en esa viola, esa voz, esas baterías en descarga constante. Parte de esos elementos sigue ahí porque constituye su ADN. Pero Antemasque se para casi como opuesto de la grandilocuencia dramática volteana, y —lo que es más importante— se sale con la suya. De las dotes pop del dúo se sospechaba hacía rato, pero este disco las confirma con dosis generosas, como en los estribillos onda Strokes con ganas de “Ride Like The Devil’s Son” y “Momento Mori” y los raptos zeppelinescos de “In The Lurch” y “I Got No Remorse”. Y hablando de Zeppelin, distinguir entre Robert Plant y Cedric se hace muy difícil en “Drown All Your Witches”, balada à la “Ramble On” con referencias libidinosas a Nueva Orleans y todo.  Antemasque es un triunfo por donde se lo mire, y no hay ni un minuto de más.

La fórmula de menos-es-más revitaliza a Rodríguez-López y Bixler-Zavala, que van por todo desde nuevas posiciones. Omar abandona casi por completo solos y pedales para destacar sus ya clásicos compases y armonías deformes, pero ahora les suma un saludable criterio para detectar la medida justa; Cedric canta con una fuerza hipnótica y bestial, fervor ausente por lo menos desde Frances the Mute (2005), y no hay tema sin por lo menos un par de melodías vocales memorables. Otro que aprovecha para sacudirse la modorra es Flea, motor de propulsión en todo lo que toca, especialmente en los estallidos de “People Forget” y “In The Lurch”. No podrían ser mejores noticias, dado el drama que rodeó la implosión de Mars Volta y el desabrido presente de los Red Hot Chili Peppers. Así, surgen canciones sólidas, que alcanzan un equilibrio entre accesibilidad y el número justo de vueltas de tuerca, algo inédito para una pareja famosa por hacer odiseas de 32 minutos y 97 partes. La única excepción sería “50,000 Kilowatts”, que suena un tanto trillada, pero incluso así su presencia termina enfatizando la solidez del resto del disco.

Antemasque abre un poco más la paleta sonora en su último tercio, especialmente en el misterio incandescente de “Providence”, y cierra con dejos del primer Volta en “Rome Armed To The Teeth”. Son posibles puntos de partida para el futuro, pero ahora es menester destacar este triunfo. La banda nunca pierde el norte y logra definir un sonido nuevo y absolutamente propio en un debut lleno de puntos altos, al que bien le cabe el adjetivo atómico, porque representa una reducción a la dimensión más básica y a la vez contiene un enorme poder. Ojalá sea el primero de muchos.

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