I’m From Barcelona regresa con Growing Up Is For Trees. Desde Suecia, el grupo indie más poblado del mundo destila el mismo pop optimista de siempre obstinándose de manera inútil en no darle lugar a la madurez.

Por Walter Sosa

Cuando a mediados de la primera década del siglo Emmanuel Lundgren decidió armar un grupo de pop/folk compuesto por más de veinte amigos, y no fueron pocos los que apostaron por la inconsistencia del proyecto. Él mismo fue conciente de los límites cohesivos del megagrupo aceptando prematuramente que su futuro podría verse consumado en cuestión de meses. La cosa se dio de otro modo y hoy, diez años después, éste músico de barba parda y toda su orquesta de Jönköping nos otorgan un nuevo LP.

Growing Up Is For Trees es el cuarto álbum I’m From Barcelona. Desde el título la obra pareciera no hacer más que arengar los principios de la juventud eterna. Podría sonar a un manifiesto que propugne la inmutabilidad de las cosas, como una alegoría a eso que se resiste al paso del tiempo ofuscándose en no seguir creciendo. Desde éste sentido, el rótulo funciona bien para nombrar a un álbum cuyas diez canciones que lo integran mantienen la fogosidad de los comienzos de la banda. En esta perspectiva, Crecer es para los árboles se traduce musicalmente en la decisión por mantener como estandarte a ese pop festivo y optimista de estribillos alegres y pegadizos.

No obstante, para grabarlo Lundgren y compañía se tomaron casi cuatro años. El parate se debió, según lo indicó el líder de la orquesta, a la búsqueda y aprendizaje de nuevos recursos compositivos deviniendo esto último en resultados más sofisticados que se perciben desde los primeros segundos de “Violins”. “He pasado mucho tiempo aprendiendo sobre sintetizadores vintage en sitios web alemanes”, comenta Emmanuel desde la pagina oficial de su banda. No sabemos si nos está hablando en serio o si sus palabras corresponden a explicaciones espontáneas teñidas de ironías. Lo cierto es que su nuevo trabajo además de sonar enérgico como un púber tiene la sofisticación de una treinteañera.

Es decir, pese a obstinarse con esas etiquetas pan-juveniles que dan cuenta de los ritmos elegidos es innegable que Lundgren y compañía también crecieron como músicos. A esta altura nada debería sorprendernos de los I’m From Barcelona. Nos tienen acostumbrados a estas inscripciones mentirosas. Recordar si no su primer hit “We’re from Barcelona” (aunque ninguno de ellos sea de Cataluña). Mas allá de todo, los suecos se conservan tan firmes como en sus comienzos y fue principalmente la calidad de la composición de sus canciones lo que los ha mantenido juntos durante esta década.

Desde lo grafico cabe mencionar la referencia implícita a una de las tapas de Ummagumma, el disco doble que Pink Floyd editó a fines del 69. No casualmente la elección de la imagen (donde se los ve a los 19 integrantes con sus instrumentos sobre el piso con un colectivo a sus espaldas sobre la pista de un aeropuerto) es un guiño al álbum que marcó el fin de la etapa psicodélica de la banda británica e inauguró su fase progresiva.  ¿Será Growing Up Is For Trees el fin de una etapa? Aún no lo sabemos.

Ahora bien, el flamante álbum de los escandinavos es ante todo un disco de melodías eufóricas y agradables. Melodías que también llegan a ser sobrias sin perder el júbilo. La multi-instrumentalidad alza su mano nuevamente: desde las clásicas guitarras y teclados hasta los exóticos clarinetes, saxofones, flautas, trompetas y demás banjos, acordeones y kazoos.

Desde el brillo de los coros que inician “Violins” hasta la voz cristalina de Lungdren (sonando a medio camino entre Win Butler de Arcade Fire y de Thomas Mars de Phoenix) culminándose en estribillos finales salpicados por punteos de guitarra sabemos que estamos ante un disco positivo.

Los ritmos optimistas continúan en el segundo track “Helium Heart” y en especial en “Lucy” donde lo agradable se transforma en adrenalina placentera. Con “Gotta Come Down” el placer se vuelve más profundo y acá también la sofisticación de los buenos coros y sintetizadores se enaltece. La efervescencia folk se luce en tracks como “Benjamin” y “Departure”. El norte de estas canciones podría verse entre referencias festivas, sensibles y optimistas, pensamientos existencias y melodías ideales para veranos boreales o noches cubiertas por la nieve.

En líneas generales, nada ha cambiado para “Los de Barcelona”. Sin ambiciones de conquista optaron nuevamente por canciones sencillas aunque compositivamente complejas, cargadas además por un fuerte optimismo y energía existencial. No es el revival del folk lo que ponen en juego sino la sutileza de un pop extravagante que se niega a seguir creciendo, pero que en ese intento también se sofistica como la barba parda de su autor, que este año se presenta algo más alineada.//z