Canalizadora de las múltiples tensiones sociales que caracterizaron a la época y referente de la escena independiente argentina, la banda de Juan Pablo Fernández, Lulo Esain y Federico Ghazarossian cumple diez años.

Por Ilan Kazez

Foto de portada por Jesica Giacobbe

En 2009 en la Argentina todavía no estaba instalado el concepto de “la grieta”. En cambio, se utilizaba la palabra “crispación” como forma de fustigar al discurso beligerante del kirchnerismo. Ese fue el año en que empezó a emitirse 678 y en el que se discutió en el Congreso la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, quizá una de las disputas políticas y de sentido más importantes de los últimos años. Y si bien la Argentina siempre vivió crispada, la puesta en superficie en el debate público de las tensiones sociales, económicas y políticas intensificó la idea de enfrentamiento constante.

Casualidad o no, en aquel 2009 empezó su marcha Acorazado Potemkin. Tres conocidos luchadores de la independencia y la autogestión, Juan Pablo Fernández (ex Pequeña Orquesta Reincidentes), Luciano “Lulo” Esain (Valle de Muñecas, Motorama) y Federico Ghazarossian (ex Don Cornelio y la Zona, Los Visitantes, Me Darás Mil Hijos), unieron fuerzas y generaron una máquina que, desde la mugre y la visceralidad, recuperó la idea del rock como forma de expresión de la crispación reinante. Lo de ellos es post-punk en el mejor sentido de la palabra: en su propuesta hay rabia contenida que se desborda y sale a la superficie, no desde una postura de adolescente desbocado que sale a gritar las injusticias del mundo sino desde la perspectiva de personas que ya han vivido demasiado, que transitaron las sucesivas crisis, que no se comen los mocos, que se casaron, se separaron, se mudaron y rompieron espejos. Personas que nunca consiguieron la paz (aunque se envuelvan en esa paz).

Foto: Facebook

Lo personal es político, nos reveló el feminismo, y, en ese mismo sentido, en el imaginario de Acorazado Potemkin la crispación está presente tanto en el terreno de lo social como en el de lo íntimo. Ambos niveles se entremezclan hasta que sus fronteras desaparecen. “¿Querés saber si te van a dejar cruzar o querés de una vez poner el pie en la calle?”, se pregunta en la primera estrofa de “Algo”, canción que abre su discografía. Una duda abierta: ¿no te dejan avanzar, no querés o no te animás? En sus temas no hay entidades inasequibles como gobiernos o políticos, sino que los protagonistas son personas y sus miserias, angustias, enojos y frustraciones. Aquel que su libertad está en mojar bien la calle desde la reja, el pobre picador de la carbonera, el perrito que ladra fuerte al barrendero, el de los mil kilos de furia en su mandíbula de la plaza Miserere, el que todos los días amasa el pan del fascismo, la reina del alcohol en gel, los que nunca votamos al que ganó. Todos son parte de esta Argentina crispada. Y todos tienen su correlato en un sonido igual de corrosivo, fuerte y sucio, ejecutado con pasión y profesionalismo por tres músicos que tienen las suficientes herramientas poéticas y musicales para decir las cosas con agudeza.

Acorazado Potemkin es la banda de rock nacional que mejor supo capturar las tensiones sociales inherentes a la Argentina durante la última década. Es una banda que no podría haber surgido en otro lugar, en otro contexto. Y cuando recordamos que hace cuatro años el discurso del consenso y la buena onda llegó al gobierno y hoy hambrea a un país se entiende por qué es de las más necesarias. //∆z

Acorazado Potemkin en ArteZeta a lo largo de los años:
– “Trabajamos para que cada canción sea un fin en sí mismo” 
–  Juan Pablo Fernández: “Yo siempre sentí que tenía algo para decir”
“Acorazado devuelve mucho de lo que le damos”
– Un camión chocando en tus columnas