En noviembre de 2023, en un contexto de inminente ballotage presidencial, se realizó el 38° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, uno de los quince festivales clase A que existen en todo el mundo y es un orgullo argentino. Meses después, el ultraderechista Javier Milei es el Presidente de la Nación y emprende un plan de desguace estatal y desfinanciamiento de todo lo conocido. Entre otros organismos públicos, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) también fue víctima de este accionar llamado por él mismo “plan motosierra”. Un cronista de ArteZeta estuvo en aquella última edición y rescató parte de la riqueza audiovisual reunida en dicho evento.
Viernes, 3 de noviembre
El preludio porteño al Festival de Mar del Plata es la pampa. Una dosis moderada de llanura que es puro vacío. Aquel espacio que, casualmente, Sarmiento denominaba como la imagen del mar en la tierra.
Estamos en uno de los pisos más altos de un edificio a cuadras de Plaza Colon. Me siento el protagonista de La ventana indiscreta. Desde donde estoy puedo ver todos los livings y habitaciones del edificio de enfrente. Hoy me llamó la atención una abuela que se depilaba su barbilla frente a un espejito de plástico. Tranquila, con una parsimonia elegante. Pensaba en ella como una reina en el exilio, imperturbable.
Hacia la noche teníamos entradas para Elena sabe de Anahí Berneri.
No fuimos, nos quedamos dormidos.
Perderse películas es parte fundamental del ritual de los festivales de cine, casi un paso obligatorio. No es algo que se quiera o que se busque, simplemente sucede. Uno quiere abarcar un mundo cinematográfico y la realidad siempre se interpone.
Sábado, 4 de noviembre.
Hoy juega Boca.
Por la mañana vamos al mar y caminamos por la peatonal. Compramos café de la Boston y churros de Manolo para ranchear en la escollera cercana al Casino. En la playa hay un piquete del MST en contra de la contaminación del medioambiente. Me resulta un tanto surreal la protesta, la mezcla de consignas políticas y arena podrían salir de un cuadro de Magritte.
Antes de volver, en las galerías de enfrente, Sabrina visita una feria vintage mientras yo me dedico a chusmear a quienes pasan por la vereda. Ningún famoso, nadie que conozca. Esta ciudad parece más vacía que otras veces.
Volvemos a casa y vemos el partido de Boquita entre cervezas y papas fritas.
Entramos a ver la película tarde, por supuesto. Salimos apenas termina el segundo tiempo y tenemos solo cinco minutos para llegar a la proyección. No está la larga fila porque ya todos están adentro. No sabemos cómo terminó el partido de la Libertadores.
La practica – Martin Rejtman
Ya lo dijo Esteban Bigliardi, el protagonista de la película, en su presentación: “vemos cosas que nos hacen acordar a su cine y decimos que es rejtmaniano, sus películas despliegan un abanico de emociones”. Tal cual. El cine de Martin Rejtman llegó hace treinta años para anclarse en el inconsciente colectivo de sus espectadores y cinéfilos del mundo. La charla monocorde, el humor medio fumón, la argentinidad absoluta de la neurosis de sus personajes. Todos esos detalles que conforman el mundo del director de Silvia Prieto, hoy siguen intactos. No solo impolutos sino también necesarios.
La práctica es la última película de Martin Rejtman casi diez años después de su última obra. Es en Chile y la trama sigue a un instructor de yoga que se ve envuelto trágicamente en varios caminos que se bifurcan. Como los libros de Cesar Aira o Félix Bruzzone, las historias de Rejtman avanzan en todos los sentidos y sin ningún camino en particular. Lo que comienza con un terremoto termina con una realidad deconstruida en mil pedazos, un crisol de aventuras.
Esta es una película que se la puede emparentar con su anterior obra, Dos disparos (2014) en cuanto a estética y sentimiento. Allí hay un desdén por la vida típico del cine francés y un humor absurdo en parte yanqui pero también descendiente de la arena local. ¿Por qué acaso no hay algo de Cha Cha Cha en el cine de Martin Rejtman? El chiste argentino es único y marca escuela. Es un producto con valor agregado que cotiza fuertemente en el mercado cultural.
Sin deslumbrar, pero con un poco de encanto, este filme es un guiño a la nostalgia, a cierto pasado que hoy es una edad de oro. Desde Buster Keaton hasta el cine taiwanés se encuentran en La practica de manera armoniosa y como siempre, a lo Rejtman.
Boca perdió, en la ciudad reina el silencio.
Salimos de joda con amigos para olvidar el mal trago.
Domingo, 5 de noviembre.
Nos levantamos tarde y vamos a almorzar a El Euro.
Unos sorrentinos y un tubo de vino después estábamos sentados en las butacas del cine.
Las ausencias – Juan José Gorasurreta
Un filme ensayo algo cliché que, sin embargo, plantea una serie de problemáticas irresolubles como la convergencia del cine y la política en la historia argentina. Dos caminos paralelos que se intercalan para cincelar la historia del director.
Se podría decir de la obra que es un collage de imágenes, tanto en super 8 como en VHS, que se intercalan para desarrollar la historia personal de Gorasurreta. Un trabajo básicamente de archivo en intercalado con animaciones donde se nivelan distintos símbolos de peso como la masacre de Trelew o el cine de Nagisa Ōshima para recrear el background ideológico y cultural de Gorasurreta. Este conjunto de consumos culturales e hitos históricos más que respuestas, traen preguntas. Sobre todo indaga en torno al fracaso.
A tono con las últimas autobiografías del cine argentino, Gorasurreta aporta lo suyo. Una película de imágenes pero sin cuerpos, de viejas fotografías casi estáticas. Pero más que nada, un filme de viejas preguntas.
A la salida nos tomamos unos mates con unos amigos de Rosario en las escalinatas del shopping. Nos ponemos al día y charlamos de las distintas películas que vimos o de las que vamos a ver. Antes de entrar a la próxima sala me tomo una Antares. Por alguna razón pienso que hay que aprovechar la cercanía con la fabrica, algún beneficio tiene que tener ¿Si no por que la gente se trae alfajores de Mar del Plata si son los mismos que pueden comprar en su propia ciudad?
Mixtape La Pampa – Andrés Di Tella
Guillermo Enrique Hudson fue un prestigioso naturalista y escritor nacido en la Buenos Aires del siglo XIX y que pasó a la fama por sus libros sobre su infancia en las pampas bonaerenses. A los 33 años se fue a Londres y a partir de ahí desarrolló una serie de escritos autobiográficos como Allá lejos y hace tiempo que mezclaban la liturgia rioplatense con la ornitología nacional. La historia de Hudson se ve atravesado por dos naciones: Argentina e Inglaterra. Lo que podríamos llamar, si vamos al caso, una relación espuria. Di Tella tiene las mismas obsesiones que el naturalista. Esta película es la puesta en común articulada de esos puntos de contacto.
Mixtape La Pampa, como gran parte de la filmografía del director, es un documental autobiográfico. Esta vez, el chivo expiatorio es el gran Guillermo Enrique Hudson, un hombre que reivindicó su sueño argentino y como Gombrowicz, pensó y escribió sobre nuestra tierra hasta el final de sus días. Por lo tanto, Di Tella encuentra en Hudson una clave de lectura como quien descubre la llave que abre la puerta. Esta relación desde Inglaterra y hacia la Argentina, es decir, del afuera hacia adentro, es lo que signa el vaivén familiar del director. Un enclave cosmopolita que tiene las pistas para descifrar el enigma de que es la Argentina. Esta búsqueda que se tiene en relación con las distintas historias tanto nacionales como familiares.
Esta película es valiente. Muestra a Di Tella en situaciones que también pueden ser clave de lectura para comprender la búsqueda que realiza el director en varias de sus obras. En una de las escenas del film, Di Tella es instado por un ornitólogo a meterse más a fondo en lo que parece ser una laguna. El no quiere. Parece que no tiene ganas de mojarse o de adentrarse en la aventura. Pero esto el espectador lo puede confundir con un signo de debilidad, de miedo, un anti Herzog digamosle. Es ahí donde la película es es real. Donde muestra la torpeza de Andrés golpeándose contra el vidrio delantero de un auto mientras intenta (porque realmente no se puede) filmar la pampa.
Lunes, 6 de noviembre
Empiezo el día entre cafés y lagañas.
Las funciones de la mañana son las más difíciles pero también pueden ser las más gratificantes. Si la película es buena, se sale del cine con los ojos llenos de esa belleza, de la intensidad del celuloide.
Así como los primeros minutos al despertar son fundamentales para encarar el resto del día, la primera película te puede llegar a predisponer emocionalmente para el resto de la jornada. El caso de la última obra de María Aparicio es particular. Te llena el día de una tristeza de terciopelo mezclada con una pasión salida de unas entrañas cordobesas .
Las cosas indefinidas – María Aparicio
¿Por dónde empezar? Por la muerte. Así comienza la última película de María Aparicio. En un funeral. Eva se acerca al ataúd, se despide de un viejo amigo. Ahora habrá que convivir con la ausencia.
Es un canto a la pérdida. Un relato que gira en torno a la resiliencia y las distintas maneras por las cuales se puede transitar el dolor. Eva, encarnada excepcionalmente por Eva Bianco, es montajista. Perdió a un amigo, una especie de mentor o cómplice y tiene que seguir con su vida. El trabajo, las clases; la farsa de que todo está bien. Aparicio retrata ese luto obligatorio; el hueco que dejó un ser querido.
Hay una serie de intertextualidades que se dan hacia el final de la película que son hermosas. Ramiro Sonzini, en la vida real crítico de la revista La Vida Útil y en la ficción amigo de Eva, intenta consolarla en su apatía, en su desdén mismo por el cine. Le habla de un par de cosas como que hay que seguir y que finalmente va a estar todo bien. Pero lo más importante es que le recomienda un texto de Jose Miccio llamado Los muertos. Ese texto conmovedor es una prolongación de la película, una invitación a seguir pensando la ausencia. Acaso esa cosa indefinida con la que todos convivimos.
Almorzamos o más bien nos tomamos un café con alguna cosita en las inmediaciones del shopping. Me tomo una birra de postre en el camino. Estamos cortos de tiempo para la siguiente función.
Dueto – Edgardo Cozarinsky y Rafael Ferro
¿Qué es Dueto? ¿Una joda? ¿Una confesión? ¿Un elemento disruptivo de vanguardia heredero del teatro del absurdo de Beckett? ¿Algo que se hizo asi nomas y se mandó más o menos estaba? A medida que transcurre la última película de Edgardo Cozarinsky en codirección con Rafael Ferro el espectador se pregunta muchas cosas. Por que es así, no hay que pensar mucho, Dueto es un interrogante.
Estamos frente a una obra producto de años de amistad. Un recuento de momentos, chistes y libros que tienen como eje central la historia de sus vidas. Sus carreras, las lecturas, las obras de teatro también. Dividida en capítulos que bien podrían ser sketches, el largometraje se desarrolla entre los vaivenes del caos. Una mezcla de surrealismo a lo Luis Buñuel y homenaje a Capusotto que, además de humor, trafican una ternura internacional. Sorprende el nivel de juego y delirio que tocan, parecen unos adolescentes fumados que están aprendiendo a usar una cámara.
Esta obra es una declaración de amor a Rafael, a su vida y laburo. Una carta de un enamorado a su prometido. Y esto no es una suposición, sucede en la película. Es algo que le dice el propio Cozarinsky a Ferro mientras sus miradas se cruzan con un dejo de picaresca y complicidad.
Vamos a la última película del día más que nada porque la presenta Alexandre Koberidze, el cineasta georgiano que la rompió en el festival del 2021 con What Do We See When We Look at the Sky?. Está a cargo de una retrospectiva de filmes canónicos de su país.
Estoy intrigado por este chabón fanatico de Messi y Argentina que se quedó en el país para ver el mundial. Aún me desconcierta el fanatismo que generamos alrededor del mundo ¿Cómo es que alguien en la otra punta del mundo siente con la misma pasión irracional a nuestra gloriosa selección nacional? Pienso en Maradona.
The 19th Century Georgian Chronicle – Aleksandre Rekhviashvili
Un blanco y negro profundo. Aquel en el cual es difícil distinguir las sombras entre tanta oscuridad. No es raro. Estamos ante una película de 1979 que, en su modernidad, tiene cierto tono tosco, casi teatral. Es la historia real de un joven estudiante que vuelve a su pueblo para intentar salvar a los bosques de su zona. Por supuesto el avance del capitalismo y los primeros pasos de la industria georgiana no le harán la tarea fácil.
Una historia simple y unos actores que parecen poco profesionales dan como resultado un largometraje sin mucho que contar salvo la interminable lucha entre las clases populares y los dueños de la tierra. Esta película parece servir como documento histórico pero no tanto como una obra cinematográfica. Se destacan los toques bressonianos y cierto aire tremebundo pero de alguna manera falla en comunicar el sentimiento.
Martes, 7 de noviembre
Todo sale mal. No llego a la película de la mañana.
Almorzamos con los pibes frente al mar. Entre cervezas y quesitos nos perdemos también la del mediodía. Esta no nos importa mucho. Es L’Atalante (1934) de Jean Vigo, una obra maestra. La queríamos ver en pantalla grande pero ya la vi mil veces. Es preferible priorizar la amistad, la gentil charla.
Tampoco podemos entrar a la de las seis. Llegamos tarde y las entradas estaban sobrevendidas. Ni con el triste pase de prensa en PDF pude chamuyar para entrar.
Hay una tormenta de verano hacia la noche, la humedad crece en la ciudad. Cae granizo, de a momentos parece una lluvia tropical.
Una mancha de vino cubre la pared blanca del departamento. Parece una obra de arte abstracta, una mancha de humedad, la forma de un país desconocido.
Miércoles, 8 de noviembre
Último día.
Meto una película temprano para aprovechar el cine todo el tiempo posible. Hacemos malabares con las valijas para que estén listas a tiempo.
Clara se pierde en el bosque – Camila Fabbri
El comienzo de la película de Camila Fabbri tiene el mismo acierto que Las buenas intenciones (2019) de Ana Garcia Blaya, en ambas secuencias iniciales suena temazo. En este caso tenemos el canto de cisne del Pity con Intoxicados sonando en un auto en uno de sus últimos temas, una balada nostálgica medio borracha de esas de tres acordes que se hacen al lado de un fogón. Es un buen comienzo: El exilio de las especies, la ruta y una pareja.
Después de esta introducción que finaliza en una especie de visita de fin de semana largo en la quinta familiar del novio. Efectivamente y de manera metafórica, Clara se pierde en el bosque. La mujer de la pareja y protagonista interpretada por Camila Peralta es una chica risueña que parece estar trabajando en una pieza audiovisual y a la vez se debate entre la maternidad o la inexistencia de la misma. Son estos conflictos los que se van entretejiendo para terminar en la incertidumbre. Los problemas de ella son mucho más complejos que los de ser o no ser madre, parece haber algo que falta.
La familia del novio es el otro gran personaje de la obra. Ellos son una descripción de la típica familia de clase media endogámica que da vueltas y vueltas en sus propios rituales. Una especie de secta que no admite cambios en sus costumbres de vivir, donde todo lo ajeno es motivo de burla o extrañeza. La familia que retrata Fabbri recuerda a la de La Ciénaga de Lucrecia Martel. Seres adormecidos por el alcohol y la comida que se desplazan de un lado a otro buscando la sombra.
El primer filme de Camila Fabbri sigue en la línea de sus obsesiones: los accidentes, las tragedias, el amor. En esta obra lo hace con ingenio y tacto. Como un fuego, tarda en encender pero luego arde.
A las tres de la tarde sale el micro que nos devuelve a la Capital. La estación de Mar del Plata suele ser bastante desoladora. El humo ansioso de los cigarrillos se mezcla con la tristeza de los que terminan sus vacaciones y deben volver al yugo laboral, a la rutina infinita de oficinas.
En el camino a casa, pienso en todas las películas que me voy a perder en lo que resta del Festival. Espero que se estrenen pronto en el circuito clásico. Es probable que en el futuro próximo necesitemos estas historias para evadirnos de todo lo que sucede. De esa realidad próxima donde la cultura ya no es un valor sino un problema de déficit. En tiempos difíciles, como dice La Máquina de Hacer Pájaros ¿Qué se puede hacer salvo ver películas? //∆z