Luis Miguel, peso pesado de la industria de la nostalgia a la que Netflix le rinde provecho, puso a toda una generación a escuchar de nuevo boleros y hitazos pop. Complejos edípicos, revival noventero y una biografía autorizadísima que da que hablar.
Por Iván Piroso Soler
Algo propio de una revolución es hacer pasar hechos extraordinarios como cotidianos. Netflix empuja los límites de lo probable constantemente y por ello es, en forma de plataforma de streaming, uno de los íconos principales de esta revolución de los formatos audiovisuales que estamos transitando. Uno de esos hechos fuera de lo común es hacer, de historias improbables, verdaderos fenómenos de audiencia. Nadie imaginaba que un thriller político con microconflictos de oficinas estatales norteamericanas iba a calar en lo hondo de la sociedad argentina y poco tiempo después memes sobre House of Cards se metían de lleno en la campaña presidencial de 2015 que llevó a Mauricio Macri a la presidencia. Poco tiempo después jóvenes que arañaban los veinte años en 2016 hicieron propia una cultura ochentosa que no llegaron a conocer tras Stranger Things y, más acá en el tiempo (y ya no con un producto propio), Netflix le enseñó a toda una camada de televidentes la letra de “Bella Ciao” a partir del final de temporada de La Casa de Papel. A finales de junio, chicos y chicas de veintipico, sumados a otras generaciones previas, rompieron Spotify escuchando boleros.
Luis Miguel cuenta la historia del ídolo mexicano del pop desde su infancia hasta su madurez profesional. El puntapié inicial de la serie da cuenta del eje que atraviesa todo el arco argumental: nada más y nada menos que el vínculo entre “el Sol” y su padre, que además es su representante. En el primer episodio encontramos a un Luismi (subrayadamente interpretado por Diego Boneta) en uno de los primeros picos de su carrera a punto de salir a encontrarse con su público en un show de 1992, cuando el astro comenzaba a saborear el éxito masivo. Tras salir del camarín, su equipo le comunica que su padre y representante, Luis Rey (un exacerbado Óscar Jaenada), está en el hospital muy grave. Aún así “Micky” elige continuar camino hacia el escenario y enfrentar su estrella, dando comienzo a una serie que transitará idas y vueltas cronológicas y completando un rompecabezas alrededor de la relación entre Luismi, su padre, su madre y la fama.
Al igual que las letras y los ritmos que llevaron a este niño español criado en México al reconocimiento mundial, todo en Luis Miguel está subrayado. Las actuaciones, el eje de los personajes y la dirección que se llevan adelante con las tramas pueden parecer, por momentos, de trazo grueso. Aún así, es efectivo justamente porque la propuesta es franca desde la primera entrega. A lo largo de los once episodios la relación del protagonista con su padre se ve envuelta en conflictos que el espectador ya conoce en muchas historias de ascenso y caída. Como en Sandro -biopic dirigida por Israel Adrián Caetano-, el arco del protagonista recorre un inicio de inocencia, acaso rozando la ingenuidad, que se va descascarando a medida que es empujado por figuras masculinas y crudas que lo despegan del seno maternal. En el medio, el primer amor queda atrás, dando paso al frenesí sexual y los excesos. Una fórmula que se repite pero aún así no deja de encontrar efectividad en la retina del espectador, que devora estas historias.
Los once capítulos no escaparon de la controversia. El enigma de la desaparición de la madre plagó la red de teorías conspiranoicas, así como el intento de constatación alrededor de la figura paterna, indagando si fue tan terrible la relación entre los dos como marca la serie. Al estar legitimada por el propio Luis Miguel, la serie no estuvo exenta de cambios respecto a algunos sucesos, Varios de ellos son señalados como curiosidades en varios sitios (muchos de ellos de calaña amarillista), aunque no hagan diferencia respecto a la intensidad de la serie.
Si bien el final marca un rumbo respecto a la continuidad de la serie, ya que dejó más incógnitas que certeza, ni Netflix ni las empresas involucradas en la distribución de Luis Miguel confirmaron fecha de estreno de la segunda temporada. Aún así, el revival de un héroe improbable de una generación ya es garantía más que firme para que sigamos recordando los grandes éxitos de una infancia edulcorada. //∆z