Mike Wilson es el protagonista de este episodio para hablar sobre su juventud nómada entre Argentina y EEUU, su vida de escritor y docente en Chile, la experiencia de escribir su novela Leñador y el vínculo con la filosofía para sobrellevar las obsesiones del presente.
A continuación un extracto de la charla que mantuvimos con Wilson. Del capítulo participaron: Cristian Franco; Sebastián Rodríguez Mora; Joel Vargas y Alejo Vivacqua. Para leer el episodio entero, hacé click aquí.
Alejo Vivacqua: Dadas tus idas y venidas entre EEUU, Argentina y Chile, ¿cómo arrancaste en la literatura? ¿Qué leías en la adolescencia?
Mike Wilson: Bueno, me interesé mucho por la literatura acá en Buenos Aires, cuando era chico. Yo llegué como en el ‘87, tenía 11 o 12 años. Nací en San Luis, Missouri. Primero me fui a los 2 años a Santiago de Chile; después volvimos a Houston, Texas; luego a Asunción del Paraguay y de ahí a Buenos Aires. Hice toda la secundaria y volví a EEUU para los estudios universitarios.
AV: Tu iniciación lectora fuerte fue acá.
Mike Wilson: Sí, fue acá. Creo que mi primera obsesión era Borges, una cosa típica. Pero lo que más me marcó después en mis intereses como escritor quizás fue Roberto Arlt.
AV: ¿Venías de familia lectora?
Mike Wilson: No tanto. Mi viejo era diplomático y por eso nos cambiábamos mucho de país, pero su origen es de Oregon: granjeros. Es alguien al que le interesan los libros como de lejos, no es su cosa.
Cristian Franco: Un cierto respeto pero no interés, digamos.
Mike Wilson: Exacto.
Sebastián Rodríguez Mora: Los padres de Stoner (novela de John Williams).
Mike Wilson: Sí, un poco mucho de eso, porque está todo el tema de Missouri. Mi abuelo fue bastante así: el primero en ir a la universidad a estudiar Agronomía y tomó un curso de Literatura. Tengo ese libro de 1920, la misma época, y están todos sus apuntes en el libro de literatura. A diferencia de Stoner, mi abuelo fue a la Primera Guerra y decidió continuar con Agronomía. Quedó en esa vida de granjero.
SRM: En el Elige Tu Propia Aventura quedó del otro lado.
Mike Wilson: Sí, es como la realidad de si Stoner hubiera vuelto a la granja.
AV: Acá formaste tus influencias literarias, que más que nada era Arlt.
Mike Wilson: Sí, y El Eternauta también. Después Piglia, Macedonio Fernández. Los primeros escritores que me marcaron muchos fueron argentinos, ahí fue mi entrada al interés por la literatura.
AV: Y después estudiaste Letras Hispánicas en EEUU.
Mike Wilson: Sí, bueno, a Letras Hispánicas le dicen romance. Es literatura pero está la posibilidad de cosas más interdisciplinarias, entonces también me interesaba mucho la filosofía y estuve allá hasta el 2005.
…
CF: Respecto a la decisión sobre tu escritura, ¿tiene que ver con tus ritmos, o cómo vos asumís el ritmo de escritura?
Mike Wilson: Sí, cada vez escribo menos (risas). Esto lo he dicho en otras entrevistas: yo escribo solamente cuando algo me obsesiona y me desvela, cuando no puedo pensar en otra cosa. Sé que ahí voy a terminar lo que me lleva a obsesionar por una razón u otra, nunca sé por qué es. Puede pasar uno, tres, cuatro años. Entre Leñador, que se publicó en 2013 y Ártico pasó tiempo.
AV: Justamente en ese hartazgo que hablás sobre lo personal y lo que venías haciendo, creo que nace Leñador de ahí. Lo estuvimos leyendo bastante y comentándolo. Es tu quiebre narrativo y el primer libro que te editan en Argentina. Incluso nombraste que dejaste la Agencia Schavelzon. ¿Cómo derivó todo eso en este libro?
Mike Wilson: En ese momento en que me fui yo estaba escribiendo Leñador. La experiencia no fue mala, me trataron bien en la editorial. Pero me sentía atrapado.
Joel Vargas: Como sapo de otro pozo.
Mike Wilson: Tenía ese manuscrito y hablé con la agencia, les dije que claramente no era para una editorial grande. De verdad pensé que nadie se iba a interesar en el libro y nadie lo iba a leer. Es largo y tedioso.
SRM: El otro día cuando nos conocimos en una presentación a la que fuiste a leer, nos reíamos porque decías que el libro te parecía medio un bodrio. Es verdad que implica un ritmo de lectura diferente. He leído reseñas en la que dice la gente que se han saltado páginas y qué sé yo. Pero me parece que va un poco a contramano de cómo se escribe en esta época. ¿Fue tu intención, salió así, nadie te dio rosca para que siguieras porque le parecía increíble?
Mike Wilson: No sabía que iba a ser tan largo, pero habían muchas cosas que quería resolver. Una de esas cosas tenía que ver con eso, con desacelerar la experiencia.
AV: Sobre todo con tu propia experiencia, eso nos interesa.
Mike Wilson: Sí, yo quería salirme de eso. Como no solamente la lectura sino todo lo que consumimos es desechable, nos cuesta ver un video que dure más de veinte segundos, nos cuesta leer algo muy largo, nos cuesta… Pucha, a través de internet hemos cambiado neurológicamente hasta el grado que nos cuesta ver una película entera, nos distraemos. Entonces el aburrimiento en el buen sentido: aprender a traspasar el aburrimiento, entrar en él y dejarte ser un rato sin distraerte. Lo digo en broma pero también en serio, el aburrimiento es necesario. Saber ser con uno mismo sin mirar la pantalla. Y yo no lo hago todo el tiempo, no soy una persona que no crea en la tecnología, tengo mi teléfono ahí, pero es saber estar con uno mismo. Nos hemos olvidado de eso. Si nos estamos aburriendo porque nada nos distrae, algo está mal.
CF: De alguna manera quizás buscaste que esa experiencia que el protagonista va a hacer con los leñadores al bosque sea la experiencia que hace el lector al leer el libro. Separarse de la velocidad y la dispersión y concentrarse en algo, en una experiencia distinta.
SRM: Ahí acoto algo que me llamó la atención: es una acumulación de concentraciones en procesos.
AV: Una obsesión, casi.
SRM: Decime si a vos te hace algún tipo de ruido esto que venía pensando. Por un lado, un movimiento de alejamiento: el protagonista se va de algo hacia otra cosa y progresivamente se va alejando más de los hombres o de lo humano, si se quiere. Pero al mismo tiempo hay una construcción. ¿Te pasó en el momento de darte cuenta que el libro construye un mundo a partir de esas descripciones?
Mike Wilson: Trataba de no sobreanalizarlo tanto al escribir. Lo que tenía claro es que estaba cansado, harto de mi propia narrativa. La narrativa en sí me resultaba muy paródica, no me sonaba real ni auténtico. Entonces empecé a escribir descripciones de objetos, y sentía que ahí estaba encontrando sentido. Había algo ahí que huía de la parodia. Ahí la acumulación era otra cosa que me parecía una herramienta para salir de la parodia. Hablo siempre de este ejemplo: cuando Andy Kaufman hace esa performance en que se pone a leer el Gran Gatsby, todos empiezan a reírse pero sigue leyendo. Y lee la novela entera. Primero empiezan a dejar de reírse, después se van, pero la posibilidad de parodia desaparece por la acumulación. Pero no estaba pensando en el lector, porque en realidad lo estaba escribiendo para mí. Es un proceso para mí. Por eso también cuando el libro lo terminé pensé que nadie lo iba a leer. Sabía que podría publicarlo porque había hablado con esta editorial.
CF: ¿Cómo hiciste para cortar el proceso de acumulación? Porque podría ser interminable, podrías seguir escribiendo eso el resto de tu vida.
Mike Wilson: Lo que pasó es que seguía escribiendo hasta que sentí que había resuelto el problema. Ahí es donde la acumulación llegó al punto en que no sentía que estaba siendo paródico, que estaba recuperando un concepto de certeza que no cabe en el lenguaje y ahí llega a su fin. Antes no. Para mí es eso, es una novela sobre el lenguaje.
SRM: A mí me gustó mucho y se me encendió la alarma mientras leía –como te lo dijo Joel en una entrevista para ArteZeta-: él te habló de Walden y seguramente te dijeron algo de Moby Dick.
Mike Wilson: Sí, son los dos libros que siempre aparecen (risas).
SRM: Quizás son los anzuelos que hay ahí puestos. Sin querer, obviamente.
Mike Wilson: Me parece muy razonable que vean eso. No era lo que yo tenía para nada presente.
SRM: Por eso, ¿quién también habla del bosque? Yo venía pensando y Heidegger también habla del bosque, de la cuestión del lenguaje como la casa del Ser. Ahí está la clave de lo que vos decías sobre el lenguaje: cómo un personaje se va encontrando a sí mismo y el ser auténtico en la nada, solamente enfrentado a sí mismo.
Mike Wilson: Sí. Para mí es mucho más Wittgenstein que Heidegger pero tenía muy consciente el concepto de Ser heideggeriano. Hay una frase de Wittgenstein que dice “lo místico del mundo no es cómo es el mundo, sino que el mundo es“. Es un poco de donde parte Heidegger.
SRM: Un poco nerd la cuestión, pero a mí me sonó en ese final de epifanía que tiene la novela– sin contar nada de la trama, ¿no?
CF: Es inespoileable Leñador (risas).
Mike Wilson: ¡Es que no pasa mucho!
SRM: Me lo imaginé como en una especie de ereignis, un acontecimiento, como que el tipo entiende. Eso es lo que está muy bueno, y aparte por ahí que sea inconsciente, que no lo hayas esperado vos.
Mike Wilson: Es como entender sin saber. Deja de ser conocimiento. Pasa por cómo te dispones ante el mundo y entender que sí hay sentido siempre, hay certeza siempre, pero no es cognoscible. Es lo que te permite dudar, pensar y reflexionar; como lo que dice Wittgenstein en Sobre la certeza: “la certeza es como el lecho del río y sobre ese lecho fluye el pensamiento”. Es lo que sustenta lo demás, siempre está ahí. No está sujeto a la duda porque no es conocimiento pero está ahí, es innegable.//∆z
Fotografía: Sabrina Wilson.
Edición de episodio: Fernando Baigorria.
Equipamiento técnico: Matías G. Fernández, Gastón Iachini y Jorge Noro.