Seguimos recordando a Chris Cornell, uno de lo emblemas del rock alternativo y dueño de una voz única, quizás lo más cercano que hubo a Robert Plant en los ’90.
Por Matías Roveta
“Para él, componer esas canciones y tener la idea de compartirlas con Jeff (Ament) y conmigo fue otro gesto de generosidad que decía: ‘No solo los voy a ayudar con este disco, sino que le voy a pedir a su cantante nuevo, que no es más que un chico tímido y tranquilo porque aún no he oído su voz, si quizá sabe cantar. No estoy seguro”, cuenta el guitarrista Stone Gossard en el documental Pearl Jam Twenty (2011) sobre el rol protagónico de Chris Cornell en la grabación del disco Temple of the Dog (1991). El “cantante nuevo” en cuestión no era ni más ni menos que Eddie Vedder, entonces un chico marginal que vivía en San Diego y repartía su tiempo entre el surf y escuchar discos de rock; Gossard y Ament estaban craneando Pearl Jam y venían de Mother Love Bone, la banda que lideraba Andy Wood, quien había muerto por sobredosis de heroína no sin antes convertirse en la primera estrella de rock de la escena grunge de Seattle. Cornell era su amigo íntimo y en esos tiempos –comienzos de los ’90- ya comandaba Soundgarden: su respuesta al dolor fue ayudar a su otro grupo de amigos en la grabación de ese álbum de transición y, más importante aún, apuntalar a Vedder para que pudiera curtirse como frontman. La anécdota sirve para pintar a Cornell de cuerpo entero: su figura como aglutinador y generoso padrinazgo en la escena de Seattle, junto a su extraordinario nivel de calidad humana. El trabajo de Cornell en esas sesiones dio sus frutos y ahí está, por ejemplo, la balada sobre desposeídos “Hunger Strike” en la que canta a duo con Vedder: aún hoy el cantante de Pearl Jam la elige entre sus favoritas de toda su carrera.
Cornell murió en la noche del miércoles a los 52 años en la habitación de su hotel de Detroit luego de un show de Soundgarden. Si bien en un principio los detalles no estaban del todo claros, los médicos forenses que acudieron a la escena hablaron de suicidio: la pérdida en ese contexto, tremendamente dolorosa, desgarra aún más porque su trayectoria no daba ni con el perfil tóxico de Layne Staley o Scott Weiland ni con el de genio torturado por la fama de Kurt Cobain. Una muerte sorpresiva que plantea muchos interrogantes que el tiempo limpiará. Aunque una cosa es clara: el enorme legado de Cornell no deja lugar a dudas y es justo posicionarlo como el mejor cantante de esa generación. Porque el grunge –es más certero hablar de una escena que de un género- tenía algunos rasgos comunes: guitarras con distorsión en un primer plano, cantantes muy dotados desde lo vocal, cierta ética punk-independiente, sentimiento de camaradería entre las bandas junto a altos niveles de furia y angustia acumulada tal vez como respuesta a los duros años de conservadurismo neoliberal de los Estados Unidos de fines de los ’80. Pero había muchísimos matices (y diferencias) entre los principales grupos: Pearl Jam perseguía más el sonido de Neil Young and Crazy Horse con pinceladas de los Ramones; Nirvana recogía el guante de la tradición del rock alternativo/noise norteamericano de los ochentas (Sonic Youth, Pixies) y Alice in Chains era una banda con un sonido macizo cercano al metal y con reminicencias que bordeaban el sludge. ¿Y Soundgarden? Claramente estaban anclados en los ’70 y sus influencias se repartían entre Black Sabbath y Led Zeppelin; Kim Thayil solía afinar la sexta cuerda de su guitarra un tono más abajo para lograr riffs pesados y oscuros en tradición Tony Iommi y Cornell fue lo más cercano que hubo a Robert Plant en los ’90: su grito sobrehumano y penetrante corona lo mejor de la obra de su banda, pero también era capaz de cantar y construir melodías sentidas. A veces todo en una misma canción: en “Fell on Black Days”, por ejemplo, pasa de un registro profundo y calmo a gritos desgarradores, ofreciendo un despligue soberbio de las capacidades de su gola.
Si se enumeraran algunos de sus highlights sería imposible no mencionar “Slaves and Bulldozers”, canción incluída en Badmotorfinger (1991), tal vez el mejor disco de Soundgarden: antes del estribillo va subiendo de intensidad (ese “Now I know why you’ve been shaking”…) y cuando parece que su grito ya alcanzó niveles altísimos lleva las cosas todavía más lejos y suelta su garganta con un poder demencial: “Bleed your heart out”, dispara Cornell y esa voz es capaz de hacer temblar paredes o hacer sangrar corazones. Sería justo recordarlo con este tema, el lugar ideal donde se concentran todas sus cualidades como vocalista. También de ese disco es “Jesus Christ Pose”, donde Cornell domina con su canto agudo una especie de marcha rápida y opresiva. En 1994 Soundgarden editó Superunknown, su disco más exitoso y reconocible, que tenía enormes canciones (“Spoonman”, “Limo Wreck”, “Like Suicide”, “Fell on Black Days”, entre otras) y un clásico: “Black Hole Sun”, la canción de rotación radial masiva que cautivó públicos nuevos. Es interesante escucharla hoy otra vez y tratar de despojarla de su condición de hit para descubir un temazo en forma de balada, con esos arpegios con efecto Leslie de Thayil y un montón de pistas de voz de Cornell en ditintos planos de sonido (y de grito). Más tarde, fue el turno de otro enorme disco: Down on the Upside (1996). Soundgarden ampliaba el espectro de su sonido (había guitarras acústicas, mandolinas y banjos) y la voz de Cornell seguía intacta: los puntos altos son “Pretty Noose”, “Zero Chance”, “Tighter and Tighter” y “Blow up the Outside World”.
Soundgarden se separó luego de ese disco, pero Cornell siguió haciendo grandes cosas en formato banda. Tras la disolución de otro gran grupo como Rage Against the Machine, se unió a los músicos que habían quedado huérfanos tras el alejamiento del cantante Zack de la Rocha. Su voz se fusionó sin problemas con el combo explosico de rap, funk y hard rock que son capaces de recrear Tom Morello, Tim Commerford y Brad Wilk para dar forma a Audioslave: ahí están Audioslave (2002), Out of Exile (2005) y Revelations (2006) como legado de un supergrupo seductor desde los nombres de los integrantes, pero también efectivo por sus resultados artísticos. La carrera solista de Cornell tuvo altibajos y discos desparejos (más allá de algún hit de ocasión como “Arms Around Your Love” de Carry On, álbum de 2007), y tal vez lo mejor que hizo por su cuenta fue el disco Songbook (2011): allí rememora su gira de clásicos y covers en formato acústico con la que recorrió el mundo y visitó Argentina para un par de shows inolvidables en el Teatro Gran Rex en plan íntimo y despojado en 2011. Ya había visitado el país en 2007 en el marco del Personal Fest y el año pasado tocó en el Teatro Colón y nuevamente en el Gran Rex: pero su show más recordado fue en 2014 con el debut local de Soundgarden durante su gira regreso en la primera edición del festival Lollapalooza. El viaje llegó a su fin y terminó de la peor manera en Detroit. El agujero que deja es enorme y ya no está más en el sol: está en el corazón de todos los que alguna vez se se conmovieron con su voz. Por suerte, ahí están a mano sus discos para recordarlo cada vez que sea necesario.//∆z