Los Rusos Hijos de Puta editan su primer LP, un registro oscuro y profundo que los muestra en su mejor momento y deja prueba de lo mucho que tienen para dar.

 Por Claudio Kobelt

La rabia que sentimos es el amor que nos quitan no sólo es uno de los mejores títulos de discos del rock nacional, sino que es el nombre de la placa destinada a confirmar el poderío bestial, el presente incendiario y el futuro infinito de Los Rusos Hijos de Puta, el cuarteto que a pocos meses de iniciar 2015 ya entrega un serio y firme candidato para disco del año.

Luego de Hola, su EP debut del 2013, y del simple adelanto del 2014 de nombre Los Pibe ☆ Fan, Los Rusos entregan un primer larga duración grabado gracias a un proyecto de financiamiento colectivo. Cargado de oscuridad y rebelión, es un álbum tanto sonora como líricamente más maduro y con un sonido más pulido, siempre manteniendo su identidad, un grito rojo e incontenible de furia y pasión.

La encargada de abrir el disco es la cruda y pesada “Snowball”, un viscoso lamento postpunk contra la rutina y la opresión laboral, con la voz desgarrada de Luludot Viento plena de matices y en su mejor momento interpretativo. Se desliza reptante sobre una guitarra filosa y una batería que destila rabia. Los sonidos se funden, combaten y braman en una comunión oscura y salvaje, tan inspirada como inesperada. El teclado aúlla indicando el comienzo de “Halloween”, track de baile, pogo y celebración slasher, banda de sonido ultrapop ideal para las masacres de Michael Myers en la clásica saga de Halloween.

Julián Desbats toma el mando de la voz para“La Federal”, canto animal sobre una relación en medio de la represión policial, o de cómo el amor sin vueltas es el grito más fuerte sobre la libertad, la forma más pura de rebelión. El guitarrista exhibe una clara evolución en su trabajo vocal respecto de su anterior disco, tanto en este tema como en el siguiente track llamado “Indiana”, una balada mid tempo de espíritu psicodélico y atemporal con una simpática letra que relata un día a orillas del río Paraná y bajo un sol feliz. Contiene una de las frases más destacadas del disco: “No me tiro con salvavidas/ la tormenta la llevo encima”. Esta canción, por su melodía atípica y suave, es una de las que certifica el poderío y talento ruso para la composición y su capacidad de evolución. Una tonada dulce para el fogón, la amistad, el romance y los veranos de la memoria.

Un aullido ululante marca el inicio de “Fan”, otra de las gemas del disco, canción que cambia de atmósfera, velocidad e intención en cuestión de segundos dando nuevas y múltiples lecturas a su lírica. Todo gracias a una instrumentación vehemente y una nueva y destacada interpretación vocal que vive y transmite, transportando al oyente por diferentes estados y momentos. “Cráneo”, por su parte, es oscura y misteriosa, con una guitarra tan sutil como siniestra y la batería marcando una marcha sombría por los pesados caminos de un mal viaje. Unida en cierto clima llega “Luna”, balada densa de exploración nocturna en la intrínseca pequeñez del ser y su lugar en un mundo violentamente inabarcable.

“Nada” cambia la temperatura con un ritmo punk surf y corazón de garaje, mientras que el cover de “Well well well” de Lennon se resignifica en esta aguda versión telúrica que incluye viaje a Córdoba, drogas y marcianos, con Julián Desbats llegando al clímax como cantante y guitarrista y logrando uno de los puntos más altos del disco. El cierre del álbum llega con “Hambre”, un lamento caníbal de muerte y amor, pero antes, zarpada de revoluciones, pasa “Los Pibe”, oda punk irascible llena de bronca e inconformismo, un grito de sedición contra la comodidad y lo establecido. Hay mucho por vivir allá afuera, afuera de las normas, de lo dictado por la sociedad, de la tradición y del propio caparazón, y los Rusos están gritando, sacudiendo, puteando y rockeando, haciendo su parte para despertar.

Los Rusos Hijos de Puta entregan un registro profundamente oscuro y crudo, rabia multicromática sin destilar y en todos sus tonos intermedios. De la tristeza a la furia, del placer a la rebelión, del grito descarnado al susurro del misterio, Los Rusos pasean y hacen suyos diferentes estados y sentidos con una búsqueda más amplia y honda que en su anterior placa y todo sin perder su identidad tan bien marcada. La rabia que sentimos… es un disco explosivo, flamígero, un calor negro y un fuego orgásmico, un álbum para pelear por lo verdadero, incendiar el mundo y su más ridículo sentido.//z

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