Yamila Bêgné: “Escribo porque me interesa, me gusta y me divierte el lenguaje”

Con dos obras publicadas casi en simultáneo – Estas piedras (Omnívora) y Los horizontes (Bajo la luna)-, la autora dialogó con ArteZeta sobre su proceso de escritura y el valor del lenguaje para generar atmósfera en un texto.

Por Walter Lezcano

Con poco tiempo de diferencia, dos textos de la narradora Yamila Bêgné (Buenos Aires, 1983) llegaron a la mesa de novedades de las librerías: la novela Estas piedras (Omnívora) y los cuentos de Los horizontes (Bajo la luna). A esto se le puede sumar la excelente La máquina de febrero (Leteo), aparecida en 2021. Se trata de una obra en pleno crecimiento que ya encontró un lugar en el territorio actual de la literatura argentina. Bêgné se mueve en zonas donde la realidad y las leyes que la dominan se trastocan y se difuminan, y la percepción encuentra nuevos cauces. En este sentido, sus personajes (cargados de una gran interioridad) están en una tensión con el entorno y buscan un lenguaje propio que restaure algo de sentido a lo que sucede.

Ahora bien, su trabajo con la prosa genera fascinación y encanto: ¿Cómo lo hace? Para intentar responder ese interrogante, a continuación una entrevista con la autora que permite ingresar a su taller mecánico y descubrir pistas de un proceso de trabajo que se propaga libro a libro.

AZ: Salieron varios libros juntos. ¿Qué significa para vos la publicación y qué lugar ocupa en relación a la escritura?

 Yamila Bêgné: Cierto, salieron dos libros a la par. De hecho, me llegaron a casa el mismo día porque salieron de la imprenta en la misma fecha. Un poco fue por azar, otro poco porque los procesos se demoraron por la pandemia. Y otro poco porque, a veces, pasan estas cosas: se acumulan los eventos que a una le importan. Ocurre también, creo, que es el trabajo lo que se acumula, la fuerza, y luego algo se desata y se empuja todo a la vez.

Pero más allá de eso, y si bien pasé muchos años escribiendo y sin publicar, creo que la publicación, del tipo que sea, es el momento en que la escritura se convierte en lectura. Es también el momento en que un libro se convierte en objeto y, por eso mismo, es una instancia central. Por muchas razones: porque publicar implica editar y editar implica intercambios, sugerencias, charlas que siempre enriquecen un libro. También porque el proceso de escritura por momentos puede volverse muy intangible, entonces la llegada a las páginas, a la edición, suma una capa más a la acción de escribir: suma materia, cuerpo. De todos modos, no pienso en la publicación cuando escribo. Son instancias que, me parece, conviene no mezclar: a cada una su tiempo.

AZ: Si bien son dos búsquedas distintas, ¿percibís algún vínculo o puente entre Estas piedras y Los horizontes?

YB: Dos elementos, quizás y sólo quizás. Por un lado, el trabajo con el lenguaje, que en cada libro es distinto. Pero creo que, si algo intenté en ambos textos, fue justamente una trama ya no de personajes, aunque los hay, ya no de acciones, aunque, claro, también hay; sino una trama de lenguaje, de palabras: encontrar esa textura que está hecha de campos semánticos, de lazos de connotaciones y sintaxis. También, en ambas obras, la exploración de una aparente exactitud; o mejor: la exploración del momento en que algo que parecía exacto, o que los personajes pretendían exacto, se desdibuja, se diluye. Esa idea de la dilución, me parece, es casi estructural en ambos libros.

AZ: En Los horizontes hay una gran presencia de la soledad y los problemas de comunicarse con el entorno, los espacios o con los seres próximos/pasados. ¿Cómo surge el libro y de qué manera armaste el corpus de textos, teniendo en cuenta el gran equilibrio que presentan los cuentos en su conjunto?

YB: Los horizontes es el resultado de dos libros. Tiendo, lamentablemente, a pensar demasiado antes de escribir. Entonces, pienso las estructuras y las improntas generales de los libros antes de arrancar a escribirlos. Eso tiene algo positivo, como por ejemplo generar un proyecto que te guía, pero muchas cosas negativas. Quizás la más negativa sea la cerrazón, la desmedida coherencia. Eso pasaba, creo, con los dos libros que arman Los horizontes. Uno estaba formado por cuentos en ocasión de distintos textos de Jean-Jacques Rousseau. Otro, por cuentos en ocasión de mis canciones preferidas. Pasó eso: cerraban en demasiado equilibrio. Diluidos, un poco desintegrados, no tan enfáticos, los proyectos funcionan mejor. Para construir Los horizontes me puse a pensar, entonces, qué nueva unidad más difusa formaban esos cuentos ahora juntos y qué relatos faltaban.

AZ: Estas piedras tiene una estructura particular. ¿De qué forma llegaste a ella y qué te parece que le suma a la lectura este armado?

YB: La estructura dos veces tripartita de Estas piedras llegó antes que todo lo demás. Antes de todo, salvo del primer capítulo, que escribí a ciegas. Cuando entendí que iba a escribir sobre piedras, me puse a investigar sobre geología. Resulta que hay tres tipos de piedras: ígneas, sedimentarias y metamórficas. De ahí surgieron las tres grandes secciones de la novela, a partir de la idea de que el arco que describen esos tipos de roca (el fuego, la tensa calma gravitacional y el cambio) de alguna manera también describen el trayecto de un dolor. Esa primera partición en tres sugirió la segunda: tres tiempos, tres segundas personas interlocutoras de la narradora, tres personajes centrales. Y un cuarto: una tangente.

AZ: ¿Pensás en términos de género a la hora de escribir? ¿Sabés bien cuándo estás frente a un cuento o una novela?

YB: Creo que la categoría de género es más propia de la lectura que de la escritura, del proceso de leer que del de escribir. A la hora de escribir, el lenguaje tiende a abrirse paso con sus propias reglas, que cambian de texto a texto, de libro a libro. Y quizás después llega a sumarse la idea de una inscripción de género. Sin embargo, sí tiendo a saber si estoy frente a algo de más largo aliento o frente a un texto más breve: el lenguaje, cómo se estira o cómo se comprime, lo señala.

AZ: El trabajo que hacés con el lenguaje es precioso. ¿Te lleva mucho tiempo alcanzarlo?

YB: No sé si es precioso, pero sí sé que es en lo único que trabajo conscientemente. O casi en lo único. Por supuesto, presto atención a los personajes, a las tramas, a los espacios, a los tiempos. Pero, al fin y al cabo, todo eso se construye con lenguaje. Es con lenguaje que se arma lo que, a mi criterio, es lo más importante en una novela o un cuento o una escena: la atmósfera. Esa nube extraña, compleja de definir, totalmente inasible, pero que, no obstante, quienes escribimos nos obstinamos en escribir. Y, quienes leemos, retenemos más que cualquier otra cosa. Sólo con lenguaje, con entramado de connotaciones, puntuación o sintaxis, logramos algo que se acerque a lo atmosférico.

AZ: ¿Los libros para vos van generando algún tipo de continuidad o cada libro es una suerte de desprendimiento del anterior?

YB: Pienso que la escritura es continuidad. Incluso cuando hay cortes, incluso cuando hay saltos. Al menos yo vivo así el acto de escribir: como una constante. Por supuesto, y por suerte, va mutando. A veces esos cambios se dan un poco porque, como sugiere la pregunta, un libro empuja al siguiente: ya sea formalmente o incluso desde el contenido, aunque en mi caso suelen ser más los aspectos formales los que se van sugiriendo, intuyendo entre sí de un libro al otro. Pero otras veces las rotaciones en la escritura son buscadas. Me ha pasado, por ejemplo, sentir que lo que escribía no podía moverse hacia la acción. Las tramas, los personajes, los verbos incluso, en algún momento estaban trabados. En mi caso, pienso que lo importante, cuando detecto este tipo de dique, es intentar mover los procesos de a poco, para hacer circular la escritura. Es decir, y siguiendo con el ejemplo, creo que destrabar esos eventos a mí me ha llevado el trabajo de dos o tres libros. O más. Alguno o algunos, incluso, han quedado sin publicar: los escribí porque tenía que escribirlos para rotar orgánicamente la escritura. Volviendo, entonces, a la primera pregunta: no todo lo que escribimos tiene que necesariamente llegar a la publicación, ¿no? A veces son ejercicios de movimiento.

AZ: ¿Te interesa el concepto de obra? ¿Estás trabajando en ese sentido?

YB: Fuertemente me interesa, aunque la palabra me sea odiosa. Me resulta odiosa porque, justamente, es una palabra que pide la mayúscula. Pero, a la vez, me interesa justamente por la idea de continuidad. Creo que, cuando hay construcción, cuando hay búsquedas en el lenguaje, siempre trabajamos en el sentido de la continuidad, incluso cuando trabajamos el contraste. Los intereses formales persisten, las ganas de trabajar con el lenguaje persisten, el deseo de construir estructuras narrativas persiste: eso hace a la continuidad. En lugar de obra, hablaría de persistencia. O de procesos. O, directamente, y si la entendemos en estos términos, de escritura.

AZ: Creación/escritura y maternidad. ¿Ves algún vínculo ahí?

 YB: Simplemente el del amor y el trabajo, que son la misma cosa desde el inicio hasta el final.

AZ: ¿Por qué escribís?

 YB: Seré repetitiva. Escribo por la misma razón por la que leo, por la misma razón por la que también me gano la vida escribiendo y leyendo distintos tipos de textos. Escribo porque me interesa, me gusta y me divierte el lenguaje.//∆z