En su nuevo disco, Massacre homenajea al boxeador Ringo Bonavena. Un choque de titanes donde todos salen ganando.
Por Martín Barraco y Joel Vargas
No conformes con la mística popular que rodeó a Bonavena, Massacre comienza a fabricar su propia historia del boxeador en su nuevo disco Ringo. Walas & Cía. comienzan a asimilar la vida de Ringo como si fuera la suya y a lo largo de once canciones (o rounds, depende de cómo quiera verlo cada uno…) levanta el monumento rockero a uno de los personajes más pintorescos del deporte argentino, y sigue allanando el camino iniciado por “El Mamut” en su presentación en el estadio Obras y que los consagró definitivamente en el Luna Park, cuna del boxeo nacional.
El disco arranca con “La Web del siglo”, y el sonido retro de la conexión dial-up marca el ritmo del tema. La letra revive viejas historias de hackers y supercomputadoras de la guerra fría (léase “Hackers”, “Juegos de guerra”) y Walas hasta se da el lujo de reivindicar a Marco Polo, el primer navegante.
“Tanto Amor” es el segundo tema y el corte del disco. La voz de Walas utiliza todos los recursos vocales y complementados con el virtuosismo de las violas del Tordo, son una clara muestra de porque este tema tiene toda la épica de hit, con solos, cuerdas y una melodía ciento por ciento radial. Pero no todo es color de rosas: el sabor amargo de una vida pasada narrada en clave réquiem desnuda una historia de locura y muerte: “Con una inyección de libertad/detienen el pulso universal/ el amor era aquello que no les faltaba.”.
Si bien se la conoció como adelanto junto a “Tanto Amor”,“Tengo Captura” es una road movie rockera que lleva por otros caminos la vida de sus protagonistas. Es la canción Garage del anti-heroe que escapa furtivamente de la ley junto a su nena tras matar a un policía motorizado (¿Un guiño a los platenses?). Los ritmos hindúes son una constante en la canción, donde el Tordo -desde el asiento de conductor-, deslumbra con un solo rabioso de alto octanaje.
“Celebrity” es la nieta oscura de Joy Division: baterías que marcan el ritmo fuertemente y guitarras constantes que convergen vertiginosamente en el apogeo de la canción. “Amarla es un suicidio”, confiesa Walas. ¿Hablara de Sofía, la súper vedette?
Un mantra cubre la sección media de Ringo con “Luna Elástica”, donde se declara y repite obsesivamente el 6 de Abril como fecha de “Año Nuevo”. Sin motivos para brindar.
Walas se pone su mejor traje de compositor y presenta desde el corazón del ring la historia de Ringo Bonavena en “La virgen del Knockout” la leyenda del futuro campeón y la pelea con el negro que supuestamente no le duraba “ni un round” son los momentos elegidos para celebrar el mito del púgil de Parque Patricios. Y pegue Walas, pegue.
El abandono de la eterna adolescencia queda reflejado en “El deseo”, y el reconocimiento de los propios miedos del frontman de Massacre se ponen de manifiesto en su voz calma, con una frase que no da por perdida la pelea: “Ningún invierno empieza/hasta que no seas vos/quien de por apagado el sol”. La introspección continua más adelante en el disco con “No pruebo nada”, donde al pie del umbral el camino se bifurca y hay que tomar una decisión: seguir siendo Peter Pan o abandonar la tierra de Nunca Jamás.
“Es la revolución, /y sino será una revuelta más”…sostiene Walas en “Muerte al Faraón”, una fotografía de la realidad social actual a nivel global: protestas en África Europa y Chile, tiranos depuestos, luchas por la igualdad y la educación.
La conexión de Ringo con el resto de la discografía de Massacre se establece desde los zumbidos extrasensoriales de “El Robot vs. la Momia Azteca”. La vigilia de la Momia Azteca se retrata en clave robótica desde el sonido constante de los sintetizadores y entra a formar parte del universo de personajes de la banda: “La reina de Marte”, “El Taxidermista”, “El Hombre Normal” y “Angélica”.
Por su parte, el tema que cierra la placa, “Lo mio no es Tan Grave”, señala otro punto de contacto con las anteriores producciones, retratando la Buenos Aires made in Massacre. El Tordo nuevamente es el conductor -esta vez del subte-, con un solo digno de un chamán urbano, acompañado por un piano de la escuela Manzarek. El viaje termina en la estación 9 de Julio, el corazón porteño a los pies del Obelisco. Final de un recorrido marcado por varios climas, aportados en mayor parte por las múltiples facetas de la voz de Walas: juguetona por momentos, hermética y triste por otros, y secundada por una brillante sucesión de diálogos entre las violas de Fico y el Tordo en distintos pasajes, y por la eficaz simpleza de las baterías de Charly Carnota y los bajos de Bochi.
Veredicto final por fallo unánime: un disco que no traiciona la impronta de la banda y que los mantiene en el lugar que supieron ganarse tras veinticinco de lucha, noqueando todos los prejuicios snobs del Under y alzando los brazos victoriosos como un nuevo campeón del Rock Nacional.
AZ recomienda: “La Web del Siglo”, “Tengo Captura”, “Celebrity” y “El Deseo”.