Se estrenó en nuestro país Es solo el fin del mundo, la sexta película del director canadiense Xavier Dolan y ganadora del Premio del Jurado en la última edición del Festival de Cannes. Rencores familiares, torbellinos emocionales y un director que crece en primer plano.

Por Iván Piroso Soler

Es bien sabido que la adaptación de una obra teatral a la pantalla grande puede tomar los más variados caminos. No hace falta ir muy lejos en el tiempo para recordar Birdman, que dirigiera Alejandro Iñárritu en 2014, guionada por Nicolás Giacobbone, Alexander Dinelarid Jr. y Armando Bó donde se ve las dificultades de adaptar un cuento de Raymond Carver al género teatral. El filme se alzó con el Oscar a mejor guión original y mejor película. Más atrás e hija de su tiempo, la Romeo y Julieta de Baz Luhrmann supo dividir las aguas por su sobreestetizada versión de la obra de William Shakespeare en 1996. Es en 2016 cuando Xavier Dolan, l’enfant terrible del cine canadiense, decidió inmiscuirse entre los telones de la adaptación con Es solo el fin del mundo, obra de teatro del autor francés Jean-Luc Lagarce. Y dividió las aguas.

Louis (Gaspard Ulliel) decide volver a ver a su familia luego de diez años. Ya consagrado como escritor, se toma un avión para regresar a su hogar y enfrentar un pasado que había optado por dejar atrás. El motivo es claro y se explicita ni bien comienza el film: va a comunicarles que una enfermedad terminará con su vida en breve. Está en la butaca del avión, solo. Unas pequeñas manos tapan sus ojos y se recuesta sobre el respaldo, apaciblemente.

Mucho se dijo sobre la sexta obra del joven director canadiense. Luego de un largo recorrido desde su primera película (Yo maté a mi madre, 2009), fueron demasiadas las voces que lo colocaron como el mejor de su generación. Con un estilo fácilmente reconocible a partir de sus secuencias de montaje herederas de la generación criada por MTV, sus temáticas centradas en la problemática gay y su obsesión por mantener el control de todo el proceso creativo -desde la escritura del guión hasta la confección de los vestuarios-, la crítica quedó descolocada luego del estreno que reuniera a titanes de la talla de Vincent Cassell, Marion Cotillard y Nathalie Baye. Sucede que Just le fin du monde (tal su título original en francés) bien podría colocarse como la obra transición del joven director. A partir de su guión calcado de la pieza teatral original, su pulcritud escenográfica y su recurrencia a la fragmentación casi enteramente compuesta por primeros planos, Dolan elige despegarse del camino al que nos tenía acostumbrados. Todo quedó dispuesto para que los actores y actrices (acotados a cinco personajes) se lucieran a piacere. Y cuando lo hacen, incomoda.

Es solo el fin del mundo2

Cuando se encuentra con su familia, Louis no encuentra el momento para comunicarles la fatalidad de su destino. Entre los reproches de su hermana Martine, la pasividad patológica de su cuñada Catherine y el explosivo carácter de su hermano Antoine (Vincent Cassel, único, superlativo) simplemente no decide cuándo podrá transmitirles su pronta partida. Es allí cuando Dolan divide el relato en fragmentos en los que permite al protagonista tener momentos a solas con cada uno de los miembros de su familia, intercalados con algunas de las secuencias de montaje con las que nos hizo presas de su cine.

Se entiende a lo que apunta Xavier Dolan en su sexto film. Es necesario comprender el recorrido del joven a lo largo de estos 8 años que nos separan de su ópera prima. Del impresionismo barroco de Laurence Anyways al bajo perfil de esta obra, sólo puede concluirse en que el realizador está pasando por una transición. Si bien se pueden contar las costillas del film en un primer momento (arcos inconclusos en las reacciones de algunos personajes, forzado uso de la banda sonora por momentos) es cierto que las fortalezas de su cine siguen presentes y, lo que es importante, son utilizadas con matices. El arte kitsch en el vestuario y la ambientación refleja la idea que se hace Louis acerca de su -brutalmente- pasional familia; Andre Turpin, director de fotografía y ladero de Dolan en sus últimas obras, ejerce con su ojo de águila una acentuada observación de cada gesticulación, cada sentimiento masticado de los personajes, estableciendo una relación que recuerda más a “Hello”, el video de Adele dirigido por el propio Dolan, que a Mommy, última película que realizaron juntos.

Es difícil no pensar que el fin del mundo no es otra cosa que el fin de una etapa. Es difícil no pensar en Dolan como el autor del que todos en la crítica deben hablar, ya sea idolatrándolo o denostándolo gratuitamente. Es difícil no pensar en qué es lo que nos espera en la anunciada The life and death of John F. Donovon, su próxima película, protagonizada por Kit Harington, Jessica Chastain y Natalie Portman. Es difícil no pensar en el fin del mundo.//∆z