¿Caminante no hay camino? Hay, y son más de 4000 kilómetros. Reese Witherspoon se calza las zapatillas y sale a andar en Wild, la última película del canadiense Jean-Marc Vallée.
Por Martín Escribano
El Pacific Crest Trail es un recorrido de 4200 kilómetros ubicado en la costa oeste de los Estados Unidos que va de México a Canadá. Transitarlo puede ser riesgoso debido a la deshidratación producto del clima y el contacto con la fauna salvaje. En la década del noventa, Cheryl Strayed decidió hacer la mitad del recorrido y en 2012 el libro en el que volcó su experiencia se convirtió en best-seller. Tres años más tarde llegaría su adaptación al cine de la mano del canadiense Jean-Marc Vallée, director de las muy buenas C.R.A.Z.Y. y Dallas Buyers Club y el guionista Nick Hornby (sí, el de High Fidelity).
Uno de los principales problemas de Wild no tiene que ver con la película en sí, pero hay antecedentes cercanos de historias similares con detalles mucho más atractivos que la “simple” travesía a pie de Cheryl. Tanto 127 horas, de Danny Boyle, como Into the Wild de Sean Penn, se basan en historias reales de personas que decidieron enfrentarse con la naturaleza. Por suerte, Jean-Marc Vallée sabe cómo dirigir a sus actores (recordemos que el año pasado Matthew McConaughey y Jared Leto ganaron el Oscar merecidamente por sus interpretaciones en Dallas Buyers Club) y le confió a Reese Witherspoon el papel protagónico. Al igual que Mariah Carey en Precious y Michelle Williams en Wendy & Lucy, Witherspoon se dejó filmar “a cara lavada”, sin una pizca de maquillaje en la mayoría de las escenas y decidió no tener dobles, lo cual puede sonar irrelevante si se tiene en cuenta que hace trekking en lugar de correr o escalar, pero la actriz reveló que esta fue la película que más la comprometió en toda su carrera, no tanto por haber sido filmada en exteriores sino por sus numerosas escenas de sexo.
Con el siempre bienvenido aporte de esa otra gran actriz que es Laura Dern en un papel que poco tiene de secundario, Wild se condensa, nada más y nada menos, en el acto de sacarse la mochila. Claro que para eso hay que abandonar la fantasía neurótica de huir por huir y pasar a la acción. No cualquiera sabe perder a su padre violento y a su madre golpeada. No cualquiera renuncia a la heroína y la promiscuidad para elegir enfrentarse con el río y la montaña, el chacal y la serpiente.
“No sabía hacia dónde iba hasta que llegué”. Acompañada por su mochila y sus pensamientos, la Cheryl Strayed de Witherspoon se purga, paso a paso, de esos otros que la nutrieron y lastimaron. Y si bien Wild no es ni por asomo la mejor película de su director, la acompañamos en su vaciarse mientras escuchamos algún que otro tema de Portishead, Bruce Springsteen o Simon & Garfunkel. A veces con eso alcanza.//∆z
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