El hype finalmente sirvió para algo y Netflix lleva a su pantalla la continuación televisiva de una película de culto, accidental semillero de futuras estrellas del entretenimiento. 

Por Ale Turdo

A principios de milenio, un tal David Wain dirigió y co-produjo una comedia, una sátira sobre los campamentos de verano yanquis llamada Wet Hot American Summer (2001) que funcionaba básicamente como una cargada a todo esos tropos de las comedias adolescentes de los ochenta: el último día de verano, el enamoramiento pasajero, el despertar sexual adolescente, los grupos sociales, las drogas blandas, la música, etc.

El film contaba con lo que a posteriori se consideró una suerte de semillero de futuros comediantes e incluso actores “oscarizables”: Paul Rudd, Bradley Cooper, Amy Poehler, Elizabeth Banks, Jeanine Garofalo y Molly Shannon entre otros. Algunos ya se movían dentro del universo humorístico y otro hacían sus primeras armas. La producción de bajo presupuesto fue presentada en el festival de Cannes ese mismo año sin captar la atención de los distribuidores; era una rara avis, una comedia fuera de tono que parodiaba aquello que ya se enmarcaba dentro del terreno auto-paródico. A la fría recepción inicial la siguió curiosamente una masa en aumento de seguidores que la convirtieron con el paso de los años en una película considerada por muchos “de culto”.

Pero no nos engañemos, si leemos críticas de aquella época veremos que fue vilipendiada por la crítica especializada (rottentomatoes.com la castigó con un duro 29% al momento de su estreno) y los motivos eran certeros: una comedia cuyo código era poco claro y no terminaba de desarrollar claramente todo aquello que intentaba exponer.

Volvemos al año 2015 y agredecemos que Netflix haya decidido dar otra oportunidad a Wet Hot American Summer. Y también que al menos por una vez el hype estuvo del lado del bien, inflando algo que realmente merecía ser inflado. La nueva serie expande el universo del film original y disfruta el espacio que le otorgan sus ocho capítulos para dar más lugar a ese humor paródico tan particular que en el largometraje original quedaba a medias tintas.

Al mismo tiempo la división en capítulos logra que ese humor tan particular se asiente de mejor forma y cada chiste aterrice sobre una superficie más blanda. A un número de por sí grande de personajes se le suman varios más -como los interpretados por Jason Schwartzman o Jon Hamm entre otros invitados especiales- que plantean nueva líneas argumentales y evitan que la serie recaiga sobre caminos ya recorridos. La combinación entre la temática original expandida y los nuevos elementos cómicos hacen que la serie sea una obra muchísimo más pulida que el film original, con mejor orientación y más efectividad. Debe ser de los pocos casos en que una remake o secuela supera a su antecesor.

Otro de los grandes atractivos de la producción es el hecho de haber logrado reunir a todo el reparto original. En 2001 eran actores noveles, pero al día de hoy la mayoría son profesionales muy solicitados por la industria. Deben guardar mucho cariño por el proyecto original, el suficiente como para hacer tiempo en sus apretadas agendas y volver por una segunda vuelta.

Son apenas ocho capítulos con una duración promedio que supera los 30 minutos, formato perfecto para binge watching. Así que pónganse la malla y el proyector solar –a pesar de que estemos en pleno invierno- y métanse de lleno en el espacio verde y psicodélico de American Wet Hot Summer, aprovechen ahora que los adultos están distraídos…//z