Repasamos el disco debut de la banda oriunda de Los Ángeles y emblema del rock alternativo. El nacimiento de un grupo criado al calor de las guitarras eléctricas de Kiss y las melodías eclécticas de los Beach Boys. Una aproximación a un manual único de la canción alternativa que caló hondo en los corazones melómanos.
Cuatro tipos en camisa mirando a cámara y un fondo azul. Los miembros de Weezer podrían haber sido personajes de una película de Richard Linklater o Kevin Smith. Sin embargo, además del skate, videoclubes y juegos de mesa, se encerraban en una habitación para componer canciones.
En marzo de 1994 salieron discos como The Downward Spiral de Nine Inch Nails o Superknown de Soundgarden. El 5 de abril murió Kurt Cobain. El 25 de abril, Blur editó Parklife en Inglaterra. Músicos alternativos por un momento, personajes pop con el tiempo.
El 10 de mayo salió a la luz Blue Album, el disco homónimo y debut de Weezer, un cóctel de sonidos. Las guitarras tienen reminiscencias a Pixies y Nirvana, ruidosas pero con una producción más cuidada. Rivers Cuomo, guitarrista y cantante, creció con Beach Boys en una oreja y con Kiss, Iron Maiden y Judas Priest en la otra. Las canciones se ubican en el medio de esas influencias, estribillos pop, melodías creativas que junto a cierta pesadez, crearon un disco único para la época.
The Kitchen Tape fue el demo con el que intentaron convencer a los sellos. El único que vio potencial para transformar esas canciones en hits, fue Geffen Records, que editó por ejemplo, Nevermind. A la hora de la grabación, querían autoproducirse. Tenían todo planeado. Cuomo tenía la obsesión de que las guitarras y el bajo se unifiquen e incluso tuvieran más volumen que las voces.
El tipo común de la tapa resultó ser una persona metódica y entusiasta por demostrar sus capacidades como músico. David Geffen, con mucha experiencia en sus hombros, insistió en la contratación de un productor. La elección fue ideal: Rick Ocasek, líder de The Cars y otra gran influencia de Rivers para su sensibilidad pop.
“My Name Is Jonas” es un inicio fuerte, donde Cuomo anticipa su voz melódica y añade un pequeño desgarro desde sus entrañas, al hablar sobre un pequeño accidente de su hermano. Es junto a “Surf Wax America”, las canciones que muestran con claridad, la pasión por el heavy metal.
Muchas personas tomaron a Weezer como una banda de estribillos alegres con un poco de distorsión. Rivers no entendía por qué y le molestaba. Las melodías y letras provenían de una introspección solitaria, una forma de entender ciertas situaciones de su vida.
“The World Has Turned and Left Me Here” es la exposición ideal de la melancolía. Un joven triste porque su novia lo dejó, agarró su guitarra y nació una estructura repetida. “Buddy Holly” tiene los “Wo Hoo”, sintetizadores y un estribillo que se cuela en el cerebro, son la combinación perfecta. Spike Jonze, artífice de varios videos emblema de los 90, se ocupó de la dirección. Utiliza el universo de la serie Happy Days emitida en los años 70, que estaba ambientada en los 50. El cuarteto de California aparece tocando la canción, felices y vestidos como si fueran amigos de Marty Mcfly en un viaje al pasado.
Mírame mientras me arrancó las entrañas/Pronto voy a estar desnudo/Tirado en el suelo/Me he deshecho. Esas son algunas líneas de “Undone- The Sweater Song”, el primer single del disco. A diferencia de algunos de sus contemporáneos, que utilizaban a la guitarra con un enfoque alejado del virtuosismo, Rivers le daba importancia al solo como sus héroes.
El poster de Kiss con Ace Frehley aparece en la letra de “In The Garage”. Cuomo dice que en esa habitación, se siente seguro con sus canciones, sus formas, y sus juegos, allí pertenece. Ese mismo cuarto, el del video “Say It Ain´t So”, donde recuerda como una cerveza, lo hizo pensar que su padrastro podía abandonar a su madre, creyendo que ese fue el motivo de separación con su padre biológico.
Meses después, el disco azul se convirtió en platino. Empezaron a ser observados como estrellas de rock: presupuesto para videos, fotos, recitales por doquier y charlas olvidables todas las noches. Así fue como Pinkerton (1996) se convirtió en un retrato sobre el calvario de ser artista, con descripciones oscuras y retorcidas. Cumplieron el capricho de autoproducirse y, pese a ser un gran álbum, los fanáticos cosechados y la crítica no estuvieron de acuerdo. Con el tiempo, hubo un cambio de percepción.
30 años después siguen en la ruta. Rivers sobrevivió a la mirada de los demás, entendió que ese joven malhumorado y vulnerable tiene lugar en el rock. Se dio el lujo de hacer discos eclécticos, donde homenajeó a todos sus ídolos. Sus historias personales se convirtieron en historias de otros, con nuevas interpretaciones. Weezer logró un sonido propio desde sus comienzos. Su influencia en bandas posteriores no es explícita, pero cualquiera que se haya acercado al Blue Album, se llevó sensibilidad para escribir melodías pop, dosis de guitarras pesadas y honestidad para escribir letras. El impacto existió. //∆z