Editado por Caja Negra, el pensador alemán procede a inspeccionar los dispositivos que unen el arte, el diseño y la política en busca de componer una guía de hermenéutica contemporánea.
Por Alan Ojeda
“Después de la muerte de Dios, la teoría conspirativa se convirtió en la única forma en que sobrevive la metafísica tradicional en tanto que discurso sobre lo oculto y lo invisible. Donde alguna vez tuvimos a la naturaleza y a Dios, ahora tenemos diseño y teoría conspirativa”, sentencia Boris Groys en su ensayo “La producción de sinceridad”, compilado en el libro Volverse Público, editado por Caja Negra. Volverse público no es sólo una compilación de ensayos sobre arte contemporáneo. Funciona, más bien, como un manual para comprender realidad contemporánea en todas sus dimensiones. En un mundo donde las fronteras y los límites no cesan de borrarse y estirarse, Boris Groys ofrece las herramientas para dar cuenta de qué información se esconde cifrada en la superficie que nos rodea.
Si bien estamos cada vez más acostumbrados a ver la política como un espectáculo y a sus actores como personajes de pura superficie, podríamos decir glosando a Oscar Wilde que sólo en lo superficial hallaremos lo profundo del asunto. ¿Por qué el asesor de imagen de un candidato a presidente puede ser fundamental en una elección? No hay vuelta atrás. Benjamin –y el marxismo en general- pretendía responder a la “estetización de la política” de los nazis con la “politización del arte”, pero ahora esos límites se han difuminado. Para explicar el asunto puede recurrirse a dos ejemplos políticos, uno clásico y otro actual. Años atrás el entonces candidato a diputado por la Provincia de Buenos Aires, Francisco De Narváez, lanzó una campaña en la que se definía como un tipo común, que llevó al slogan “Votame, votate”. Esta campaña arrastró también todo un trabajo con su imagen pública, su autodiseño como un tipo común. ¿Por qué? Groys señala en “La obligación del diseño de sí”: “Al diseñarse a sí mismo y al entorno, uno declara de alguna manera su fe en ciertos valores, actitudes, programas e ideologías” ya que “bajo el régimen del diseño moderno, el posicionamiento visual de un político en el campo de los medios masivos es justamente el que hace una afirmación crucial sobre su acción política –o incluso la constituye como tal”. La imagen es el contenido que los demás juzgan y sobre el que aparecen de forma visible cuales son los valores que el político desea poner en juego para que lo represente.
La “producción de sinceridad” acarrea otros problemas. El mundo del diseño total, en el que todos nos vemos obligados a diseñarnos a nosotros mismos y lo que nos rodea continuamente es también el mundo de la sospecha absoluta, que nos obliga a pensar qué se oculta detrás de esa superficie: “En otras palabras: estamos esperando ese momento de sinceridad, un momento en el que la superficie diseñada se resquebraje para ofrecer una vista de su interior”. Sin embargo el diseño intenta escapar a ese problema. El grado cero del diseño intenta fabricar artificialmente esa grieta para mostrar las cosas realmente como son. Sólo una catástrofe parece esperanzarnos de alguna manera, una ruptura violenta sobre la superficie que nos permita ver que se encuentra detrás.
Boris Groys no se detiene sólo en este punto y buscar alumbrar también otros aspectos oscuros del arte ¿Por qué es revolucionario el “Cuadrado negro” de Malevich? ¿Por qué los fundamentalistas islámicos y las nuevas sectas evangelistas son la expresión más clara de la religión en la época de la reproducción digital? Volverse público es una guía para no perderse en la vorágine de la vida contemporánea. Los fenómenos nos apabullan, nos ahogan y muchas veces no llegamos a organizarlos lo suficiente como para poder comprenderlos. De esta manera, el libro de Groys funciona como una fotografía que nos expone la composición y el funcionamiento de los dispositivos que parecen ocultarse en toda la superficie de la vida actual.//∆z