¿Dónde está? ¿Qué es? ¿Para qué sirve? ¿Con qué se come? Motivadas por estos y otros enigmas acerca del nebuloso fenómeno de la literatura independiente, estas breves notas intentan palpar algunas de sus pegajosas aristas.

Por Cristian J. Franco

 

1- ¿Lo qué?

Pronuncio, pronuncian: literatura independiente. Buenísimo, digo, dicen. Buena onda, afirman, afirmo. Después, inevitable, se produce, como un cuervo lentísimo, la pregunta: ¿Existe tal cosa? Y si por amabilidad o pereza o desinterés convenimos en que sí, que existe, todavía hay algo más: ¿QUÉ ES? Apabullados, consternados, forcejeamos para desatarnos del silencio y responder algo, cualquier cosa.

Pero nada decimos. Nada podemos decir.

Quiero, de todos modos, osar acá una mínima tranquilidad, que es también una resignación: “literatura independiente” no es una categoría menos difusa, contradictoria y problemática que “literatura argentina” o “literatura infantil” o “literatura gay”; categorías  que, al momento de usarlas, requieren de nosotros que olvidemos el hecho evidente de que son apenas etiquetitas ansiosas que les ponemos a ciertas realidades complejas y evasivas, realidades acerca de las cuales tenemos ideas más bien resquebrajadas o neblinosas, casi siempre heredadas acríticamente: pálidos mapas para orientarnos en el caos, nomás.

Es muy poco, pues, esta tranquilidad que les ofrezco. Poco, pero peor es nada.

2- Burradas

“Capas, los ogros tenemos capas”, le dice Shrek al Burro mientras atraviesan el campo de maíz. La literatura independiente también tiene capas, Burro, como las cebollas. La más visible, la capa de arriba, esa cáscara delgada, quebradiza, barullera, fantasmagórica, insulsa, es la que no sirve, la que hay que tirar a la basura sin demorarse siquiera en olfatearla. Abajo, muy abajo de eso empieza el sabor complicado y secreto que puede —si nos dejamos— hacernos llorar…

¿¿Qué?? No, Burro, no, literatura independiente no quiere decir ediciones baratas y faltas de ortografía.

No, Burro, editar en Dunken no significa ser escritor independiente.

Sí, Burro, sí, la literatura independiente a veces también apesta, pero ni más ni menos que la otra.

No sé, Burro, supongo que todavía debe quedar por ahí alguno que cree que hay buenos y malos escritores. No me jodas.

3- http://medios/fines.wtf

Irónica distopía: eso que alguna vez se conoció como “República de las letras” es hoy —consabidas mutaciones mediante— una inabarcable maleza de webs y blogs y sites donde cualquier tipo de aristocracia del gusto no sólo es imposible, sino que está terminantemente prohibida. Todo parece indicar que, gracias a la internet y sus bendiciones, la democracia y la igualdad de oportunidades llegaron, por fin, a la literatura: “No sabré escribir, pero tengo un blog”, es nuestro lema; la red, nuestra indescifrable e infinita, generosa e inmaculada comarca.

Conocemos los medios: web, blog, link, face, twit, post, comment. ¿Sabemos cuál es el fin? ¿A alguien le importa? En semejante maraña digital hipervinculada y anarquizante, ¿quién osará separar la paja del trigo? ¿Hará falta? Me dicen que no, que así estamos bien, mejor que nunca. Me dicen que en los cálidos recovecos de la aldea digital la literatura es independiente, libre, soberana, emancipada, igualitaria. Declaro que quiero creer y postrarme ante semejante paraíso informático, pero tengo mis dudas, mis reticencias. Me señalan que soy un imbécil retrógrado que no percibe el potencial liberador y progresista de la web 3.0. Conservo sin embargo ciertas reservas: tal vez estos medios tan milagrosos sean, de algún modo, elaborados y sutiles espejismos. Me gritan que soy un cínico-pesimista-reaccionario-neoconservador. Con timidez inquiero si alguien se ha puesto a pensar que quizás los medios se nos transformaron en fines entre los dedos y que hace rato nos olvidamos de la literatura —independiente o no— y que hoy por hoy lo único importante es cosechar seguidores, comments, visitas o megustas. Pero ya nadie me escucha, se fueron todos a etiquetar, a twitear, a comentar. Bueno, mejor: me acordé de que tengo que programar un post para la semana que viene.

4- El canon marginal

Es lamentable, pero hay que decirlo: estar al margen no equivale a estar a la vanguardia. La marginalidad no garantiza tampoco calidad, potencia, ni originalidad.

No queda otra, pues, para construir la literatura independiente, que ponerse a escribir en serio. Triste, desalentador, pero es lo poquito que nos queda.

5- Paisaje

Control hegemónico del mercado editorial por dos o tres tentaculares y ubicuos grupos empresarios transnacionales; progresiva corrosión de los mecanismos tradicionales de circulación, consumo y legitimación cultural; agotamiento y enclaustramiento de las elites letradas; inexistentes o deficientes políticas estatales de promoción cultural; expansión creciente entre las clases medias y medias bajas  del acceso a las herramientas digitales y multimedia; abaratamiento de los costos de edición merced a los cambios en las tecnologías de composición e impresión; larga tradición de producción, difusión y agitación cultural subterránea. Estos son sólo algunos de los factores que han interactuado en la Argentina para dar lugar al nacimiento de espacios y redes culturales alternativas a las hegemónicas. El fenómeno no es nuevo —inevitablemente, la industria cultural y los espacios de resistencia alternativos comparten una historia igual de larga—  pero al parecer se fortalece y diversifica a partir de los gloriosos y neoliberales años noventa. ¿Y qué pito toca la literatura independiente en todo esto? Eso está por verse: la proliferación y consolidación de pequeñas y medianas editoriales independientes provee de espacios y circuitos para las obras de los escritores y artistas que no quieren (y los que no pueden también) formar parte del mercado dominado por los grandes grupos editoriales (pensemos en el ejemplo típico de la edición de poesía); al mismo tiempo, son cada vez más los escritores que toman conciencia de que las tecnologías digitales les permiten ser administradores efectivos de su propia obra (con las dificultades, esfuerzos, frustraciones y alegrías que esto implica, claro); sumemos también las irreversibles transformaciones y puesta en crisis de las concepciones tradicionales respecto a la propiedad intelectual y los derechos de autor que ha generado la digitalización de la producción, la circulación y el consumo cultural; estas son apenas algunas de las puntas que nos permiten afirmar que, aunque todavía en pañales y babeando, eso que llamamos literatura independiente está dando sus primeros e inseguros pasos con los ojos puestos en la utopía.

6- Apuntes capciosos para un manifiesto personal e intransferible

a) la marginalidad no como trinchera, sino como torre de observación. b) preguntarse ¿hay vida fuera del mercado? c) preguntarse ¿hay arte dentro del mercado? d) ¿premios? ¿academia? ¿plata? ¿fama? ¿trascendencia? fantasías envenenadas de ayer y hoy. limpiarse. e) onetti: “No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo”. f) escritor: animal político, animal poético, animal confuso, animal herido, animal perdido. g) cultura libre o muerte. h) cuidado con el canto del lector-sirena. i) principalmente, no creer en la literatura. j) recordar que la propiedad privada, el mercado y el capitalismo no pueden dejar de matar. k) la incertidumbre, la intemperie, el hambre, los desechos. o callar. l) sí, escribir es un oficio solitario, pero no tanto. m) ¿existe la literatura independiente? no preguntar, hacerla, pero sin olvidarse de escribir. n) ¿hay alguien ahí? ñ) sobre todo, creer en la literatura. o) cuando corresponda, agradecer. p) ¿hay alguien ahí?

7- Ojito

La literatura independiente no es una resignación, es nuestra difícil esperanza.