Revere Reach, el quinto disco de estudio de William D. Drake -ex tecladista de Cardiacs, una de las bandas de culto más peculiares del rock británico-, es una nueva ocasión para adentrarse en su singular mundo musical.
Por Emmanuel Patrone
Aunque William D. Drake ya debe estar acostumbrado y no le debe causar ningún tipo de malestar, para hablar de su quinto disco de estudio, Revere Reach, se deberá invocar brevemente el nombre de Cardiacs, la banda a la que Drake proporcionó teclados por casi una década entre los ochenta y los noventa. Y es que, así como le sucede a otros ex-miembros de grupos que tuvieron un peso relativamente fuerte, el músico inglés quedará asociado siempre a una de las agrupaciones de culto más singulares que dio el rock británico. No ahondaremos en los Cardiacs: el proyecto musical creado por Tim Smith merecería una nota por sí sola, por sus complejas composiciones donde confluyen el punk, el pop psicodélico, el rock progresivo, la música medieval, los coros eclesiásticos y un largo etcétera que influyeron en gente tan hermosa como Mike Patton, Damon Albarn y Thom Yorke (si eso los intriga, acá hay un show en vivo completo como para introducirse en su mundo).
Drake ha hecho méritos para que su nombre brille en las marquesinas sin necesidad de que el fantasma de Cardiacs vuele a su lado. De hecho, Briny Hooves (2007) y The Rising of the Lights (2011) lo habían afianzado como, además de un tecladista excelso, un cantante compositor bastante hábil en crear texturas dinámicas acompañando melodías laberínticas, aunque no tanto como su compadre Smith. No creemos que la mezcla entre la música de juglares, los arranques romanticistas y los arranques prog-rock a la Gentle Giant sea lo que está buscando el público masivo en estos instantes, pero esos álbumes gritaban un poco más de atención de parte de los melómanos ajenos a su ex-banda.
Con Revere Reach, William D. Drake tiene una nueva oportunidad para desvirgar a los no iniciados. Y lo hace con un disco que, lejos de aminorar la marcha recorrida, explota las virtudes y pule algunas inconsistencias de sus anteriores trabajos. El sonido sigue siendo de una exquisita britanidad, en donde se sienten tanto la influencia de William Blake como de Ray Davies, pero este quinto disco tiene un sentido de unidad y coherencia que -si bien la diversidad siempre es bienvenida- se requería por momentos en, sobre todo, Briny Hooves.
El conjunto de Revere Reach se escucha a la vez personal e introspectivo como fantasioso e imaginativo. Hay historias de payasos anunciando catástrofes (“The Catford Clown”) pero también hay metáforas de relaciones como naufragios (“Castaway”) relatados en una lírica fina sin llegar a lo pretencioso. Si bien se dijo que el disco muestra una cierta homogeneidad, encontramos diferencias entre el absurdo ritmo de estampida de la canción que inicia el álbum, “Distant Buzzing”, con la solemnidad nada aplastante de “Revere Reach” o “In Converse”.
Lo que une al trabajo, más allá de estos elementos, son la voz rasposa de Drake acompañada por la más sutil de la vocalista Andrea Parker, los arreglos de vientos (saxos, trombones y flautas) y el versátil piano del (sí, lo seguirá siendo) ex-Cardiacs, sellando un trabajo que, si bien no parece estar a tono con las tendencias actuales del rock independiente de su país (¿aunque, importa acaso?), termina convirtiéndose en uno de los álbumes más sólidos que dieron las islas británicas en lo que va del año.//∆z