Una charla otoñal ingresando al mundo cotidiano y mágico de La Riki Riki Tave. Sueños reveladores, bares míticos y el esfuerzo para reponerse a la ausencia que a todos nos acecha de vez en cuando.
Por Sebastián Rodríguez Mora
Fotos de Florencia Videgain
“Este disco lo escribimos para un amigo que falleció”. Palabras más, palabras menos, Juanjo Harervack nos dijo esto sobre Dormido Cayendo, el último álbum de La Riki Riki Tave, la noche que en ZAS quisimos ir a ver a Los Espíritus y a Fútbol y nos lo encontramos en la puerta. La realidad, ese horizonte escapista, es todo lo que está pasando justo ahora que se escriben y se leen estas líneas, nada más. El resto es intepretación, deformación, tergiversación. Lo real empieza donde no hay relato, donde el relato es la cámara en mano de nuestra mirada, la (in)capacidad documental de sólo poder entender que se está viviendo, para luego estructurar en algo con sentido, guionar para no perder el hilo que nos mantiene boqueando, cada tanto, un poco de aire fresco en el mar de la intranquilidad mental. Para poder procesar, trabajar la vida y hacerla un lugar habitable.
En el pasto del Parque Avellaneda, La Riki Riki Tave empieza a abrir de a poco la puerta a la trastienda del que, quizás, sea uno de los mejores discos del 2013 en la escena independiente porteña. Juanjo Harervack (cantante), Matías Díaz (bajo), Juan Fernández y Walde Garín (ambos guitarras) se largan a hablar con ArteZeta y la charla durará lo que dure a su vez la espera a que llegue Pali (batería), lo cual nos mete por momentos en un Esperando a Godot revisitado.
AZ: La idea de Dormido Cayendo tiene una mística densa, importante. Tenía que ver con algo que me contaste vos Juanjo la otra vez, lo que pasó con ese amigo de ustedes.
Juanjo: Sí, ellos te pueden decir y te pueden contar otra interpretación… Fue un momento feo, a mí me pegó un golpe en la cabeza ese hecho particular, ¿no? Me di cuenta que me podría haber pasado a mí. Y también porque Rubén, este pibe, era una persona demasiado buena, él era el menos indicado para que le pasara…
Juan: Un pibe ultra transparente. Desde mi lugar, fui viendo que nosotros empezamos con un disco, y cuando nos quisimos acordar, estábamos totalmente atravesados por lo que pasó. Empezamos a revisar las letras y la sonoridad, y entendimos que en gran parte se lo estábamos escribiendo a él, y a lo que nos representa la muerte, la ausencia, lo que se va. Nació inconscientemente, lo hicimos consciente y lo explotamos, lo trabajamos. Juanjo se exprimió el cerebro en las letras, y el disco lo quisimos hacer como una unidad, un pequeño laberinto.
AZ: Hay una unidad en el disco, hay palabras que se repiten, hay estructura. No quisiera imponerles la palabra conceptual porque quizás en esta época a mucha gente no le gusta…
Juan: Hay un recurso musical que usamos. Son pequeñas citas sonoras, frases que se resignifican más adelante. Por ahí en una primera escucha no lo llegás a establecer como una relación, como una unidad, y vuelven a aparecer las frases y los tratamientos y eso va surgiendo. Las letras también tienen pequeñas modificaciones en el principio y en el final, para que se note esa modificación, es decir, es todo conciente eso…
Mati: Se repiten partecitas a lo largo del disco, pero no hay una sola repetición en las canciones. Aparte es un disco perfecto para escuchar, porque dura treinta y pico de minutos, 36 creo, un tiempo perfecto, lo podés escuchar dos veces seguidas. No cansa, no dispersa.
AZ: Me da la sensación de que en cuanto al sonido ustedes no están sufriendo, más bien están trabajando, procesando…
Juan: No se regodea en el hecho en sí, sino que lo observa.
Juanjo: en realidad creo que la función que cumplieron esas letras, al menos en mí es como de hacerte una caricia, poder descargar y también pensar, no sé, trabajarlo interiormente. Una especie de terapia.
Juan: no es un llanto desconsolado, es más una reflexión.
No se aclarará qué pasó con Rubén, pero tampoco es el fondo de la cuestión. La Riki no por nada usa como subtítulo y La Banda Misteriosa , un homenaje a Captain Beefheart, según se filtra luego. Casi no hablan de influencias musicales, como si eso fuera casi aleatorio, cuando lo que importa es la intensidad de la experiencia juntos más que los discos que escucharon o escuchan.
Juanjo: Yo corro acá 4 vueltas todos los días. Y voy al gimnasio.
Juan: Un tipo que se prepara físicamente.
Walde: La gacela de Floresta (risas).
El sol de la tarde de sábado otoñal ofrece luz naranja en diagonal, y el ambiente familiar del parque es la banda de sonido para que surja el relato del origen, allá en los confines del Conurbano, Atalaya. Primero el nombre, después el lugar, después lo que viene después. El nombre contiene una deformación de uno de los personajes de Ruyard Kipling, aquel británico de Bombay de El Libro de la Selva. ¿Coincidencia, suerte, premeditación? Quien escribe deambulaba por la Feria del Libro sin plata y sin ganas, cuando se topó con Rikki-Tikki-Tavi y sintió ese halo de predestinación, ya que estaba escuchando Dormido Cayendo, cuarto álbum de la banda para reseñarlo. Encarando a la banda sobre esta relación por chat, recibió esta respuesta: “Sí, pero fue inconsciente la coincidencia. En la entrevista te contamos. Avisá y arreglamos, abrazo.”
AZ: ¿Esto empieza en el 2006?
Juanjo: Yo vivía en Rafael Castillo, tenía una banda ahí y lo conocí a Zelmar –Garín, hermano de Walde, miembro de Ácido Canario, una de las bandas paralelas de una parte de La Riki, con nexos fuertes para seguir investigando.
Juan: Pali tenía al hijo recién nacido, era sietemesino y estaba en la incubadora. El tipo estaba con la cabeza a morir… En una de esas noches que vuelve del hospital se duerme y sueña con el nene vestido de marinero que le cantaba una canción que terminaba “soy un marinero de los siete mares, tiki tiki tiki rikitiki tave”. Por ahí Pali había leído el título del libro y se le mezcló, y justo coincide con la etapa de formación de la banda. Yo no tocaba en ese momento, estaban Juanjo, Pali y Walde ahí como trío, armando canciones de la nada. El nombre salió de esa anécdota extraña.
Walde: Hubo un montón de grupos… fue como una etapa de lo más nebulosa.
Juan: En definitiva el primer disco –Tuky Sessions– es de ellos tres. Yo me sumé, pedí el bajo para boludear en un ensayo y me dijeron de tocar en vivo la semana entrante en el mismo bar donde ensayábamos…
AZ: ¿El bar Celos, no?
Juan: No existe más… Era un barcito. Ahora hay un pizzería, venden pizza por metro.
Juanjo: Celos era un bar con veinte años en el lugar, lo atendía un viejo portugués, y era Celos, porque el tipo era de la ciudad de Barcelós. Parece que al tiempo se enfermó y los familiares le mandaron los pasajes para que se volviera a Portugal y entonces quedó el local, que lo alquilaba la abuela de Pali, y decidió dejárselo a él, antes que cerrarlo.
Juan: ¡Gravísimo error!
Juanjo: Ahí empezó el gran quilombo, nos empezamos a juntar a ensayar ahí, el proyecto con Walde fue tomando forma. Pali entonces me pasa el bar a mí, y durante mi gestión… imaginate que lo laburaba, ¡era un quilombo!
Walde: Hasta yo fui empleado ahí, (risas).
Juan: Los parrioquianos no bajaban de los 60 años, era un copetín a paso para los que salían de laburar. Nosotros tocábamos ahí, bajábamos las persianas y tocábamos ahí, a veces quedaban algunos en la transición y se comían un show de rock.
Walde: A veces pasaba que terminaba la noche de rocanrol y quedaba todo desastroso, pero pasaba el que iba a comprar el pan a las 7 de la mañana que se clavaba una ginebrita entre nosotros y seguía su camino. Golpeaba el vidrio con la moneda…
Un bar mítico, un nombre traído desde el fondo de la cabeza del más etéreo de sus integrantes, Pali. Esa noche en ZAS lo vimos bailándose todo con Santi Moraes de Los Espíritus, en estado de gracia. Para ese momento de la entrevista, con bandadas de inusitadas cotorras a los gritos en los árboles, la única señal de vida del baterista era un mensaje de texto avisando que estaba en camino. Todavía restaba un poco de explicación sobre los orígenes.
AZ: Juntos ya andan por los 10 años, casi.
Juanjo: Y sí. El primer disco era una especie de demo. Antes te exigían para tocar en vivo un demo, te preguntaban “vos que hacés, pasame algo para escucharlos”, no sé cuál era el criterio de evaluación, pero te lo exigían. Fuimos y lo grabamos, Juan tuvo un entrenamiento ninja, en 2 semanas sacó todos los temas y grabamos ahí en vivo arriba en el altillo del bar.
Walde: Pali tenía un par de cosas con las que grababa en Noseso. Muy caseramente, había 2 Shure y una compu del año ‘73, más o menos.
Juan: de hecho Lo grabamos también para escucharnos, a ver qué estábamos haciendo. Esa misma noche nos convencimos y grabamos, después hicimos unas sobregrabaciones y nos bajamos una foto de internet para la tapa, ¡todo así en el aire! Le mandamos para adelante.
AZ: El diseño de arte de Dormido Cayendo va muy de la mano la música. ¿Lo laburan siempre con la misma gente?
Juan: Los diseños de arte dicen mucho de nuestros discos. Cometemos el error de relegar un poco eso, le damos mucha bola a la música, y cuando llega el momento de editarlo pum pum pum, lo hacemos nosotros. Particularmente nunca termino de decir: “qué buena que está esta mierda” (risas). En éste me gusta la idea completa, pero le falta definición a la tapa… Es una boludez, pero no me gusta la calidad de la imagen. Es un cuadro que tenemos en la sala de ensayo: según como lo mirés está dormido o despierto. A veces tiene una mirada demoníaca, otras tiene la expresión típica del Cristo. Tiene esa dualidad, que también en el disco existe. Hay una doble lectura de lo que es la muerte.
Más que la muerte, va a ser la ausencia la que sobrevuele la charla, y entonces nos damos cuenta de que es un tema delicado como para seguir horadando en busca de brillantes. Preferible encarar hacia eso de Noseso, que resulta ser el sello que los edita y reúne.
Juanjo: Pali estaba en la banda, Noseso era una banda al principio. Ahí tocaba Zelmar, Martín Trente y Edu Herrera, miembro fundador. Editaron su propio disco con ese nombre. En ese proceso se fueron conociendo músicos que hacían música experimental y rock.
Flaco: Por falta de un espacio que nuclee a esos músicos que estaban con esa búsqueda, lo experimental, el free, el noise, o la psicodelia misma, se crea la idea del sello. Lo que estaba pasando era que no había posibilidades de que se graben esas formaciones y no había ningún sello que los tomaba para editarlos. Y Noseso cumple 10 años ahora.
AZ: Y este disco lo grabaron en ION. ¿Cómo salió el contacto?
Juanjo: hablé con el Compañero Asma, un chabón muy buena onda. Le pregunté si era mucho quilombo grabar en ION y me dijo hablá con Pablo Acéval, decile que venís de parte mía.
AZ: ¿Fue algo distinto grabar ahí?
Juan: Veníamos grabando en un estudio chiquito por Ramos Mejía, pero ION fue un salto groso.
Flaco: Es la mística que tiene ION, apenas entrás ahí y te empezás a llenar de una energía muy particular. Además pensás en todos los personajes que grabaron ahí…
Juan: Fueron dos sesiones en días seguidos, entonces le da un aspecto de convivencia. En doce horas sacamos el crudo del disco y después vinieron todas las sobregrabaciones.
AZ: Lo primero que llama la atención es que el disco tiene una prolijidad increíble. Y me parece que instrumentalmente está lleno de cosas.
Juan: tiene saxo que lo grabó un chabón que es un capo, se llama Sergio Merce, el piano es el de ION, y sobre el final agregamos el octapad de Nahuel Creche en muchas partes del disco, que dan esas transiciones electrónicas que hay en el disco. Tiene un montón de sobregrabaciones que hicimos en mi casa, es una idea posterior.
AZ: ¿Componen entre todos?
Juan: en este disco creo que sale por generación espontánea del grupo. Estamos tratando de componer en vivo, ahí en el ensayo. Cada uno trata de definir su parte. También la producción que tiene este disco es distinta. Con los anteriores, Llorando en Corea por ejemplo, lo grabamos, lo mezclamos, lo editamos y listo. En este nos tomamos otro tiempo. Yo he sacado violas mías enteras ya grabadas que me parecía que no iban. Es correrse un poco del estar todo el tiempo tocando… Darle un poco de tiempo al silencio, o que aparezca otro matiz, otro tratamiento del sonido. En general es mucho menos guitarrístico.
Juanjo: Ya desde la preproducción, la misma composición en sí, los temas fueron modificados. Se modificó el sonido.
Juan: habíamos grabado una primera versión del disco que no nos gustó. Justo en ese momento pasábamos por una transición en la banda, estábamos con un músico que no llegábamos a sentirlo parte, el anterior bajista. Terminó todo… Bueno, se volvió casi inevitable que se fuera. Ahí apareció Mati, tuvimos que empezar de nuevo y daba para darle una barnizada al disco para que no sea tan agotador para el resto.
AZ: Se producen entre ustedes, entonces.
En principio iba a estar Shaman de allá de La Plata, ¿lo conocés? Por una razón o por otra eso no salió y lo produjimos nosotros, que está bueno, decidir qué va a sonar entre todos.
AZ: Ya están pensando para adelante, ¿Dormido Cayendo ya está?
Mati: Ya salió físicamente, ya está. En vivo lo seguimos presentando, pero en los ensayos estamos pensando en el disco que viene. Tenemos como 250 bases… (risas).
Juan: Ya casi encontramos una estética para lo que viene. El modo nuevo de componer que estamos teniendo nos está dando esa estética, que difiere de Dormido Cayendo. Es un poquito más deforme, menos canción. Y más rítmico, intenso. Más jodón. Pero con cierta oscuridad también.
Mati: Estamos queriendo lograr una deformidad bailable.
Juanjo: Yo no quiero escribir más letras… Estoy en crisis, el laburo de Dormido Cayendo me quemó el cerebro. Ya salimos de ese concepto, y ahora tengo que contar una historia nueva, pero la música también es nueva, y tampoco sé qué historia quieren contar ellos.
Walde: Juanjo ya nos pide que tiremos frases o palabras al aire, lo que venga.
Juan: Anda con un diccionario de sinónimos siempre a mano (risas).
De pronto llega Pali y es como un interruptor. Florencia no se aguanta más y aclara que el sol se está empezando a esconder atrás de los edificios sobre Av. Directorio. Ahora que están todos, huímos de la sombra de la tarde menguante, caminando por el sendero rojo de ladrillo picado en busca de locaciones para las fotos. El tiempo se acaba, cada uno tiene sus eventos para la noche. Todo vuelve a la normalidad, las familias se fueron y el Parque Avellaneda va tomando el color amenazante que lo hace famoso cuando la luz se va. Hundidos ya en la noche, La Riki se queda tirada en el pasto mientras nosotros buscamos la parada del colectivo. Quizás vean en la oscuridad. Quizás sepan manejarse así, por sonidos que procesan sensaciones, todas cosas que no dependen de la luz.
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