A Peter Murphy se le cayeron muy pocas ideas para darle forma a Lion, su décimo disco, en el que se esperaba una vuelta a sus raíces tras su gira en la que repasó lo mejor del catálogo de Bauhaus. Un viaje presuntamente épico a un pasado anacrónico sacado del microondas por el productor Martin Glover.

Por Matt Knoblauch

Peter Murphy, otrora frontman de la mítica banda de post punk Bauhaus –considerada buque insignia del rock gótico- y prolífico e influyente artista solista desde hace 31 años, no tuvo un 2013 fácil: fue arrestado por posesión de metanfetaminas tras causar un accidente y darse a la fuga. También realizó la gira Mr. Moonlight, en la que se encargó él solito de repasar el catálogo de su antigua banda con motivo del 35to. aniversario desde la fundación de la misma y en el estudio de grabación lo esperaba impaciente el productor Martin “Youth” Glover para ayudarle a darle forma a Lion, su décimo álbum en solitario, que  el sello Nettwerk acaba de lanzar sobre la hora y a las apuradas; algo que se nota, y mucho.

El mismo Murhpy reconoció en entrevistas que el proceso de grabación fue caótico y que él apenas presentó dos o tres ideas en el estudio con las que el productor tuvo que ingeniárselas para improvisar sobre la marcha un disco que pudiera quedar a la altura del mito creado por el melodramático trovador inglés, al que tuvo que apuntalar tanto en lo artístico como en lo personal. El resultado es un registro en el que el Padrino Gótico ruge sus letras con un registro vocal más alto que lo habitual sobre bases industriales y electro pop bastante anacrónicas pero que, gracias al inmenso trabajo y los trucos de estudio de Martin Glover, logra vencer las adversidades y entregar épicos intentos de himnos góticos.  Si bien éstos suenan tan digitales que pareciera que son impermeables a la humedad y a los hongos e inmunes a mordeduras de polillas, es imposible imaginarlos interpretados por alguien “no vestido de negro” –como Peter proclama no haberse vestido dos o tres veces para sacarse el estigma gótico- y fuera de un universo sepia. Y eso es mucho decir en pleno 2014, con la escena dark tan desvirtuada.

El viaje hacia el pasado comienza con el desgarrador corte de difusión “Hung Up” y luego “I Am My Own Name” y “Low Tar Stars” invitan a un frenético baile vampiresco. “I’m On Your Side” significa la resaca después de tanta fiesta, aunque ayuda a reponer fuerzas antes de partir hacia la cruzada épica de película ochentosa que suponen “Compression” y “Holy Clown” con el objeto de salvar a “The Rose”.  “The Ghost of Shokan Lake”, con sus reminiscencias celtas, se perfila como un hit instantáneo;  al menos entre los adeptos a los juegos de rol. “Eliza” es la canción radio friendly que no podría faltar en un disco de principios de la década del 90 y “Loctaine” la preciosa balada que puede hacer que se perdone tanta anacronía y falta de consistencia. El cierre del disco se da con la canción homónima al mismo, que pareciera de más y tiene cierto aire a bonus track que quedará por siempre a la sombra de la insuperable pieza anterior con la que la historia podría haber tenido un final feliz. Aunque, ¿qué gótico busca un final feliz?

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