La compra de una vieja libreta de apuntes es el disparador de la reflexión de Sergio Chejfec sobre la escritura manuscrita, mecánica y digital y de la relación de escritores y artistas plásticos con la letra escrita.

Por Juan Alberto Crasci

Escribir es el acto de marcar una superficie. Ya sea de forma manuscrita, con lápiz, bolígrafo, pluma; o de forma mecánica, con máquinas de escribir, de uso tan extendido en el siglo XX ChejfecTrenhasta fines de los años ’80. ¿Pero qué queda de esa marca para la escritura inmaterial, en la que el medio utilizado para escribir es un procesador de texto? ¿Cómo trabajar allí la idea de marca y de original? Y en la escritura material (manuscrita/mecánica) ¿son las hojas marcadas por la tinta un original? ¿Cómo se inscriben, dentro de esa idea de original, las marcas y correcciones que se realizan sobre un texto mecanografiado o impreso? ¿Cómo se modifica el acto mismo de escritura –y de pensamiento– dependiendo de la tecnología utilizada para escribir? ¿Por qué pareciera que algunos escritores nacieron escribiendo libros –pone el ejemplo de Borges– y otros tienen una relación más tensa con su propia producción y con su caligrafía –cita el caso de Mario Levrero–? Estas son algunas de las cuestiones analizadas por Chejfec en Últimas noticias de la escritura, su reciente ensayo publicado por Editorial Entropía.

El análisis está enmarcado por la anécdota de la compra de una vieja libreta verde, en una tienda de una ciudad desconocida, sin atributos, que acompañará a Chejfec a lo largo de muchos años. No podrá despegarse de ella. La libreta, que fue comprada para llevar a todos lados y tomar notas, se volverá al mismo tiempo una especie de fracaso o maldición. La voluminosa libreta verde, de más de 300 páginas, será difícil de llenar y se transformará así en un acompañante fantasma del escritor, que seguirá escribiendo en pantalla, o transcribiendo algunas de las notas tomadas en ella a una computadora.

La compañía de esa libreta a medio llenar será la disparadora de las reflexiones de Chefjec enchejfec torno a la materialidad de la escritura, al acto de marcar una superficie, a las tensiones entre original y copia, el lugar del manuscrito –y del original– en la escritura digital y al trabajo de artistas plásticos –que escriben, pero no son escritores– con respecto a la letra, la caligrafía y la corporalidad de la palabra escrita, sumado el tiempo y la dedicación empleada en la escritura manuscrita.

De una manera sutil, por medio de un ensayo con pasajes de fluida narración, sin partir de argumentaciones teóricas generales sino de inquietudes personales y sin llegar a conclusiones grandilocuentes, Sergio Chejfec abre el camino y analiza la experiencia escrituraria a partir de sus propias experiencias de escritura. Y los interrogantes planteados por Chejfec resonarán también en la cabeza de los lectores, que quizás lleguen a cuestionar estas situaciones internalizadas y naturalizadas, en apariencia tan simples, pero que merecen ser cuestionadas y revisitadas.//z