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Tres anuncios por un crimen es un thriller peculiar donde se visibilizan las problemáticas sociales actuales y la desesperación de una comunidad anestesiada.

Por Ignacio Barragán

El código de Hammurabi, esa enorme estela negra que se encuentra perdida entres los pasillos del Louvre, es un conjunto de leyes mesopotámicas del siglo XVIII a. C del que se desprende la famosa ley del Talión. Esta normativa establecía una proporcionalidad del castigo frente al crimen, pero sobretodo apuntaba a eliminar la venganza por cuenta propia. Es decir, no solo ponerle un límite al hombre en busca de justicia sino que ella sea impartida por los tribunales apropiados.

Mildred Hayes, el personaje interpretado por Frances McDormand en Tres anuncios por un crimen (Three billboards outside Ebbing, Missouri), no sabe mucho de esa historia y lo más probable es que no le interese. Lo que ella quiere es descubrir al asesino de su hija, y para ello va a hacer todo lo que esté a su alcance: si los órganos de justicia son inoperantes, piensa, uno mismo tiene que ensuciarse las manos.

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El comienzo de la ultima película de Martin McDonagh (Londres, 1970) tiene algo de instalación artística de denuncia que se vuelve efectiva. Mildred decide colocar tres carteles en una ruta poco transitada en los que se leen las frases “Violada mientras moría”, “¿Y todavía no hay detenidos?” y “¿Cómo puede ser, jefe Willoughby?” en grandes letras negras con un fondo rojo. Los anuncios no solo logran incomodar al jefe de policía mencionado sino que provocan un malestar general en todo el pueblo de Missouri donde transcurre la historia. En Ebbing nadie quiere hablar sobre el asesinato, y la mayoría de sus habitantes preferiría no ver los carteles que fueron colocados en el lugar exacto donde fue asesinada la hija de Mildred. A partir de esta premisa es entonces que se abre una partida de ajedrez donde la violencia desmedida de sus piezas crea una serie de eventos motivados por la venganza y la intolerancia.

Los personajes de Tres anuncios por un crimen tienen varios motivos para sentirse miserables. A Mildred su esposo la abandona por una chica de diecinueve años. El oficial Willoughby (Woody Harrelson) tiene un cáncer terminal y trabaja en una comisaria repleta de colegas racistas y homofóbicos. Y el cabo Dixon (Sam Rockwell), además de no tener muchas luces, tiene una madre castradora con la que se emborracha todos los días.

Este cóctel genera en la trama escenas inundadas de furia pero también con un tono de comedia que roza lo patético. Aunque en distintas magnitudes, todos caen, tarde o temprano, en la venganza. Y esta revancha puede tomar la forma, por ejemplo, de un tipo arrojado por la ventana de su oficina o la de un tiro en la sien.

Martin McDonagh es un inglés que conoce muy bien a la sociedad norteamericana y la retrata de una manera exacerbada para lograr un impacto en el espectador. Su anterior película, Seven Psychopaths (2012), es una muestra de ello. En sus obras se ve una nación desinteresada y anestesiada por tanta violencia: sus protagonistas se interesan por ellos mismos y cualquiera que se meta en sus caminos debe ser eliminado. La diferencia esta vez es que Tres anuncios por un crimen es escalofriantemente actual en los temas que decide abordar mientras que en Seven Psychopaths tenemos un ejercicio bien marcado de ficción donde una parva de lunáticos trata de matarse sin referencia a un contexto social ni a un anclaje temporal reconocibles.

Para lograr el clímax que oscila entre la desesperación y lo crispado, McDonagh vuelve a trabajar con Carter Burwell en la música, un punto que resalta el evidente paralelismo con la obra de los hermanos Coen.

Más allá de la siempre estricta e injusta agenda de la temporada de premios, en la que Tres anuncios por un crimen viene arrasando, no es exagerado calificar a este filme como una obra maestra que tiene ciertas reminiscencias a Pulp Fiction (1994) y a toda esa violencia que nos acostumbramos a ver en el cine estadounidense. No se puede sentir más que empatía por el anti héroe encarnado por Mildred Hayes y por estos personajes que en un principio aparecen como un cliché pero que más tarde, con el correr de la trama, se muestran con la complejidad con la que fueron pensados. Sin dudas hay que celebrar a Tres anuncios por un crimen no solo por visibilizar la lucha, a veces desesperada, de todas esas madres que han perdido a sus hijas sino también por poner el dedo en la llaga y mostrar que la verdad, lejos de ser algo confortable, duele y molesta. //∆z