En su primera presentación de 2013, Prietto Viaja al Cosmos con Mariano soltó su arsenal de psicodelia acompañado por una banda de amigos. Un ZAS hasta los bordes los recibió eufórico en la fría madrugada del pasado sábado.
Por Sebastián Rodríguez Mora
Fotos de Florencia Videgain
El cronista se acuerda de poco. No quiere pedirle ayuda a nadie. Bucea en el Bandcamp del dúo y encuentra. Hay sonidos, armonías defasadas que suenan en su cabeza. Muy poco. Hay otros redactores de esta revista que pueden ayudarlo –estuvieron ahí, con él- pero no quisiera incordiar. Ni relegar terreno. Ni un palmo.
Hay conexiones. Hay imágenes del agite violento, que se relacionan con los gritos de la fotógrafa volviendo del escenario de ZAS con sólo tres o cuatro fotos geniales y diciendo que estos sacados de mierda me tiraron birra arriba de la mochila, la reputísima. Con esas fotos armará el díptico y una especie de collage que viene con este texto. El cronista anota mentalmente que debería empezar a adquirir mayor vocabulario específico. Sin enloquecer. Pero es bastante difícil, dadas las circunstancias. Hay una crónica por escribir de una banda que le gusta mucho pero quizás no escuchó tanto. Ahí aparece otra imagen: que PVCCM tiene canciones como “Niños” que se emparentan con El Mató, sin dudas. “Prietto hace boleros, toca con Los Espíritus y tiene su banda a lo Él Mató”. Alguien dijo eso en medio del agite violento de ZAS, es un recuerdo confirmado. Confirmado también que “El Bombero” es una canción tremenda, si se ponen a pensar. Con un llamado equivocado empieza la Trilogía de New York. Sí, la de Paul Auster; esa relación la estableció el cronista mientras bruncheaba unas tostadas, porque se levantó a cualquier hora. Alto: hay además una nebulosa en su mente relacionada a esto del pan tostado, al parecer. Nebulosa que lo retrotrae al encare con el periodista de un diario de gran tirada y decidida inclinación política. El encare era para reclamarle un evidente robo, perpetrado por el periodista para una reseña recientemente publicada en dicho diario. El periodista se desentendió negando que él fuera él, mientras inclinaba su insólita copa de vino blanco en un antro cervezal como ZAS. Fuentes especializadas le informan mientras escribe estas líneas que el periodista resultó ser uno de los cocineros franceses de El Gourmet –Bruno u Olivier, da lo mismo-, y el gong que da inicio al delirio suena espectral. Mejor el cronista se atiene a seguir recordando.
Con esa canción antes mentada ya había más gente arriba del escenario, más músicos. Reconoció a Tomás Vilche por ejemplo, ése de La Patrulla Espacial, con un modelo de bajo hermoso, opinión compartida en ese momento con uno de los editores de esta revista. En un momento el gran Shaman subió a cantar con sus bigotes a cuestas, hay un buen recuerdo de de ese momento. El editor, la fotógrafa y uno de los redactores estrella habían estado en lo del cronista horas antes, cuando la cosa se empezó a ir de las manos. De las manos, a través del vaso, a la boca. ZAS estaba hasta las manos también, lleno de la gente que esperaba hacía un tiempo volver a ver a Mariano perdiendo y recuperando sus anteojos con el violento swing, más el giro de cabeza para corear al micrófono, sosteniendo en notas un poco más agudas la arrastrada dicción de Prietto.
Cronista, estabas contando otra cosa, no nos vayamos de tema. Había más gente arriba del escenario, había un trombón y un corno o algo así, porque no era una trompeta. Y también había otro guitarrista, ¿no? “¿Qué Niño?”, preguntó el cronista, lento, ingenuo. “Niño Elefante de Él Mató, boludo”, fue textual la corrección. Caramba, todo se mezcla. Ahí está, al principio del show en la madrugada, cuando los presentó una especie de situacionista punk que parecía sacado de The Factory de Warhol, no estaba la misma cantidad de músicos que al final. Empezaron ellos dos solos, Prietto y Mariano, cargando las coordenadas de la nave.
El Cosmos, eso inalcanzable. Al menos para nosotros, a diferencia de la aquella muchacha, una cruza perfecta entre Lucy Liu y Yoko Ono, seguramente extranjera y con alguna estimulación sublingual, que tripeó de punta a punta el concierto, con las bajadas de tensión y los quilombos sónicos en “Tú eres quien va”. Todos los asistentes a esta primera fecha del dúo en el 2013 sabían a qué se enfrentaban, y lo hacían con gusto. Un elenco estable de 20 o 30 pogueó fortísimo, lo necesitaban. La banda se fue contagiando de esa energía que emanaba, transportaba, y en el caso del cronista, narcotizaba abriendo baches de conciencia como un camión en Av. Madero. Eso quedó registrado en las fotos también, por suerte.
Es imposible para el cronista dejar de lado una secuencia extraña para concluir el relato, que consta de varios movimientos inconexos pero articulables. Hay otro extranjero, español y claramente confundiendo ZAS con Pachá, que exageraba su excitación a diestra y siniestra, mientras una chica se desmayaba en el agite que se mantenía constante cerca del escenario y el situacionista punk presentador se ayudaba de dos parroquianos para hacer un un rol atrás en el aire, desafiando la física y la anatomía. El cronista sonríe al final, reconociendo que el show en el under porteño no tiene fronteras definidas, está arriba y abajo del escenario, adentro del local o en la calle, en la barra de ZAS o en el zaguancito donde cortan las entradas. El show de Prietto Viaja al Cosmos con Mariano del sábado 6 fue otro gran ejemplo de eso.