Después de varios desaciertos, Ridley Scott vuelve al camino del buen cine con Misión rescate.

Por Martín Escribano

No murió pero está muerto. O en todo caso va a morir pronto. Durante una tormenta, Mark Watney (Matt Damon, con chances de ser nominado al Oscar una vez más) fue abandonado por su tripulación al ser dado por muerto. Cuando se acaben las provisiones, no renovables debido a la atmósfera hostil del planeta rojo, será el fin.

Misión rescate, basada en la novela The Martian de Andy Weir, arranca muy bien. La suntuosidad de la tormenta que dispara la acción contrasta con la quietud posterior de Mark al contemplar la base que será su hogar, y también su tumba. El primer impulso frente al desvalimiento que supone ser el único habitante de todo un planeta es forjarse un Otro, que no será el Wilson de Tom Hanks en Náufrago sino la humanidad toda. Cual youtuber, Mark irá grabando sus pensamientos pero también sus ideas… después de todo quizás se pueda hacer algo más que racionar la comida y el oxígeno. A lo mejor también se los puede producir.

mision rescateAsí, Matt Damon deviene McGyver (o “MattGyver”, si se quiere) haciendo gala de una creatividad envidiable para transformar su entorno en vistas a asegurarse la supervivencia. Una vez logrado esto el siguiente paso será apelar a aquello que nos hace humanos, el lenguaje, para comunicarle a la NASA que está vivo. Por supuesto que se sucederán las adversidades, que bien podrían generar más suspenso si el título en español no fuera tan buchón en relación a cómo termina todo, al igual que los espectaculares exteriores marcianos cortesía del talentoso director de fotografía polaco Darius Wolski, que ya trabajó junto a Ridley Scott en Prometheus.

Son acertadas las discusiones que se dan en la Tierra en torno al destino de Mark: ¿Vale la pena ayudarlo?, ¿Cuánto sale?, ¿Cuál es el rédito político?, ¿Cómo queda parada la NASA?, ¿Le avisamos a su tripulación, todavía en el espacio, que lo dejaron en Marte por error?

Más cerca, por suerte, de la Gravity de Cuarón que de la Interestellar de Nolan, el que se rescató luego de varios títulos fallidos como Robin Hood, Exodus y la ya mencionada Prometheus, es Ridley Scott, auxiliado sin dudas por uno de los hombres del momento: Drew Goddard, aquí guionista y director de una de las mejores películas de terror de los últimos años: The Cabin in the Woods. Todas esas escenas que nos sacan una sonrisa se las debemos a él. Puesto que “el espacio no coopera”, queda apelar al buen humor como paliativo frente a la impotencia infinita del hombre ante el universo.

Cierto es que Misión rescate se desinfla hacia el final. El que no baja nunca su nivel es Matt Damon que sale airoso en la desazón, en el regocijo del progreso individual pero sobre todo a la hora de la alegría compartida. Consecuencia, claro está, de la esperanza. Pasa que a la esperanza, como a Mark Watney, hace rato que la tenemos olvidada. Habrá que ir a buscarla.//z