Con treinta años encima, los prolíficos Melvins no parecen tener frenos y nada ni nadie parece detenerlos.
Por Damián Jarpa
Afortunadamente, los Melvins le dan una vuelta de tuerca a aquella gastada idea de álbum de covers y en Everybody loves sausages interpretan a su manera temas de artistas que consideran de relevancia. A su manera. Y eso significa, una descarga de grave brutalidad, frenética e intensa.
En su vasta e inacabable carrera se pueden decir muchas cosas de ellos. Se formaron en Montesano, un minúsculo pueblo rural del estado de Washington, y luego se mudaron a San Francisco cuando muchas bandas se alistaban a localizarse al estado de Washington, que ya para fines de los años ochenta se había inundado de representantes musicales y de bandas oportunistas necesitadas de credibilidad. Que Kurt Cobain era amigo de ellos, los llevó de gira en varias ocasiones y les produjo un disco, el magnífico Houdini (1993) en su momento, tal vez de mayor exposición pública.
Que tienen, sumando singles y discos de estudio, alrededor de setenta lanzamientos. El año pasado tuvieron la hombría de salir de gira y hacer 51 shows seguidos en los 51 estados de EUA. Rompiendo un récord. Además de haber tocado con Soundgarden y Green River a mediados de los ochenta en pleno nacimiento del Grunge, también le dieron forma a otro sub-género, el “Sludge-Metal”, ya que bandas más extremas como Sunn o)), High On Fire y Om, toman a Melvins como referencia. Sufren cambios de staff permanente: para esta grabación volvieron al cuarteto, con la sumatoria de Big Business o sea, Coady Willis y Jared Warren en batería y bajo respectivamente.
Buzz Osborne, voz y guitarra, ha colaborado con un sinfin de artistas desde Leif Garrett hasta David Yow de The Jesus Lizard. Se reconoce a sí mismo un workaholic 24 horas, siete días a la semana y cuando tiene un poco de tiempo libre se va a jugar al Golf un par de horas.
Con una rendición de los metaleros extremos Venom y su estruendoso “Warhead”, dan comienzo al álbum. Dale Crover y sus golpes secos al redoblante la convierten en despiadada y visceral. La abrasiva y sucia guitarra afinada en Re, de Buzz Osborne hace el resto del trabajo.
Con la colaboración de Mark Arm (Mudhoney) en las voces, se despachan con un excelente cover de los garage rockers australianos The Scientists, en una versión heavy pero al mismo tiempo con mucho groove de “Set it on Fire”. David Bowie también tiene lugar en este disco con el clásico “Station to Station”: una versión escalofriante -probablemente lo mejor del disco-, que descoloca a propios y extraños.
Hay lugar para un cover de los británicos mod-rockers The Jam, y una versión que cuenta con una precisión matemática entre las dos baterias de Dale Crover y Coady Willis, creando un impacto estruendoso que da como resultado una sensación de caos organizado. Jello Biaffra, un invitado repetido de la banda, interpreta una canción de los elegantes Roxy Music que en está ocasión cuenta con el sonido inquietante de un stylophone, un sintetizador analógo de los setenta.
Everybody loves sausages significa extender la libertad de tres décadas de continuo trabajo, que les ha dado la licencia artística de básicamente hacer lo que ellos quieren. Sin importar lo que digan el resto de la crítica o siquiera sus propios fans, acostumbrados a lo inclasificable de sus lanzamientos. Ellos ya están más allá de eso. Su lugar en la historia ya está impreso de manera indeleble.//∆z
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