El colapso de una pareja observado con lupa. En esta sencilla historia de amor, una mujer intenta todo y más para salvarse mientras narra en primera persona el derrumbe de una relación.
Por Pablo Díaz Marenghi
¿En qué momento uno se da cuenta que todo se fue a pique? ¿Existe conciencia del desastre? ¿Cuál es el instante preciso en el que entendemos que esto ya no da para más? Todas las cosas (Ediciones La Parte Maldita), primera novela de Nora J. Rabinowicz, gira alrededor de estas cuestiones. El amor y sus vicisitudes. El querer seguir adelante más allá de todo. ¿Es realmente necesario intentar cambiar a una persona? ¿Vale la pena perseverar porque el amor es más fuerte?
El relato comienza con el epílogo de una relación. La muerte de Magic, el gato de Andrés, sirve de excusa para volver a contactar a la narradora (de la que no sabemos el nombre) aunque sea para volver a escuchar su voz y que lo contenga en este momento triste. Ella está segura de que el adiós es definitivo. Pero esto servirá como disparador para que el lector se zambulla en los maremotos que desencadenaron el naufragio de esta pareja.
Con una prosa sencilla y clara, oraciones cortas y un estilo heredero de la mejor tradición norteamericana/realista ( Raymond Carver, John Cheever, Carson McCullers) Rabinowicz va construyendo un castillo de naipes que se irá desmoronando página tras página. Ilumina pequeños rincones oscuros de esta pareja. “Cuando estábamos agotados pero veíamos los avances que ni nosotros podíamos creer, cuando dejábamos de discutir (…) nos sentíamos el rey y la reina de nuestro pequeño y extraño mundo”. Andrés, el segundo protagonista de esta historia, es un joven cuya vida, gracias a herencias y propiedades, parecería resuelta. Sin embargo, él mismo se encarga de complotar contra su propio bienestar y el de su novia. Sus delirios de estrella de rock, su inestabilidad laboral, su pulsión enfermiza por la colección de cacharros, se interpondrá con las intenciones de su novia de poner cierto orden en su caos.
La muerte ocupará un lugar central, ya que rodea al personaje de manera espiritual y física a lo largo del libro. La narradora se esforzará para intentar que Andrés se deshaga de los muertos que lo aferran a un pasado que le impide avanzar. Por medio de un viaje que lo conectará con sus orígenes familiares, ella intentará liberarlo de sus fantasmas. A partir de allí, se generará un punto de no retorno en el relato. Ya nada va a ser igual.
“Soy un desastre” es una frase que se repite en boca de Andrés. Le sirve de escudo. Lo defiende de sus propias miserias. La novela sirve para preguntarse si realmente tiene sentido intentar cambiar a una persona cuyos traumas y trastornos se aferran como garrapatas a su mente. Ella tropieza con las mismas piedras a lo largo de su relación. Dice Ariel Urquiza en la contratapa: “el libro está habitado por una nostalgia que conmueve y que crece a medida que la pérdida se hace más patente”.
Todas las cosas conmueve a los que alguna vez, ya sea por costumbre o necedad, se vieron atrapados en un romance condenado al desastre. Interpela a todo aquel que pensó que el afecto podía vencer a las manías, el egoísmo y las obsesiones personales. Debajo de esta novela subyace el miedo a la soledad, la melancolía enfermiza, la quietud, el conformismo y una pregunta: ¿cómo darse cuenta que todas las cosas se están incendiando delante de nuestros ojos antes de que nos tapen las cenizas?//∆z