El 15 de octubre los londinenses van a llegar por primera vez a Buenos Aires con su pop lleno de rincones oscuros y pasadizos secretos hacia el silencio.

Por Cristian J. Franco

¿Qué sabemos de The XX? Poco, casi nada, apenas lo que nos ofrece una escueta entrada de Wikipedia: son ingleses, son jóvenes, fueron cuatro y ahora son tres, la chapean con dos discos que ostentan una belleza nocturna y frágil, silenciosa y minimalista. Pero la ignorancia puede ser una excelente compañera del disfrute musical: la primera vez que los escuché no tenía ni la más mínima idea de quiénes eran o de dónde habían salido, pero inmediatamente me hipnotizaron esas canciones que parecen hechas para abolir la luz y dejarnos adentro solamente pequeños retazos de sombras abandonadas.

La propuesta de The XX es sencilla y contundente, pero no es para cualquiera: hay que estar dispuestos a una escucha muy atenta y sensible, hay que dejarse tocar por esas voces que parecen estar siempre justo a un milímetro exacto de nuestros oídos, murmurándonos una y otra vez un secreto tejido de luciérnagas agitándose en la niebla; esas voces que parecen estar cortejándose entre ellas a la vez que nos arrastran al fondo de un océano inmóvil pero invadido por finísimas y heladas algas eléctricas.

Romy Madley Croft (guitarra, voces), Oliver Sim (bajo, voces) y Jamie Smith (beats, samplers) forman sin duda un trío atípico en el ruidoso y vacuo paisaje musical actual. Tal vez algo de la clave del éxito de The XX esté en su perfil bajo y su apuesta extrema al minimalismo y la intimidad sin pretensiones. Hacen la música que quieren hacer y no buscan rendirle cuentas a nadie. Si conquistan es porque hay en los ambientes sonoros que construyen una sinceridad que prescinde de la ostentación, una alianza sutil con el mejor socio de la música: el silencio desnudo.

La continuidad entre sus dos discos es evidente. Si en su debut, XX (2009), sorprende la marcada personalidad y la precisa cohesión de las composiciones, con Coexist (2012) profundizan los trazos pero se mantienen dentro de los límites de esa tonalidad que oscila entre la ternura y el dolor, la melancolía y el amor, pero siempre apoyada en una introspección que por momentos se hace tenuemente asfixiante; el trabajo con las voces se percibe más ambicioso, más maduro, y si bien la presencia de las máquinas y percusiones de Jamie Smith toma vuelo propio, logra una simbiosis profunda con el bajo y la guitarra, creando atmósferas y ritmos que coquetean con la perfección.

El 15 de octubre en Mandarine Park vamos a tener la deliciosa oportunidad de asistir a ese delicado viaje que es The XX en vivo. Más que los oídos, quizás deberíamos ir preparando la piel y los huesos para soportar una inmersión en esas extrañas aguas letárgicas. Ajustándose a su minimalismo a ultranza, estos seres de los que sabemos poco y nada prometen provocarnos un trance en vivo del que no vamos a salir del todo enteros: en algún lugar precario de nuestro cerebro nos van a dejar clavado un silencio lleno de cristales negros.

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