A cuatro años de su última visita, la banda holandesa tocó nuevamente en Argentina. A pesar de extrañarse la presencia de su carismática ex -vocalista Anneke,  estos antiguos jevys- devenidos en “trip-rockeros” –cumplieron sobradamente su cometido, brindando una hora y media de psicodelia, rock progresivo y esos pequeños, distintivos toquecitos del metal gótico que ayudaron a crear.

Por Ernesto Castillo

Mucha agua ha pasado bajo el puente para The Gathering desde que se formaran en 1989. El grupo ha sido pionero de dos escenas -el metal gótico primero, el “trip rock” después- e influyente en innumerables más, en gran parte gracias a la chispa y frescura de su vocalista entre 1995 y 2007: Anneke van Giebersen. Con su dulce voz blusera e inagotable energía y picardía en el escenario, la colorada se convirtió en ícono de un conjunto que, junto a Theatre of  Tragedy, Tristania y alguna más, abrió las puertas del Metal a muchas féminas en un género que era hasta entonces -salvo honrosas excepciones- eminentemente masculino. Sin la influencia de estas bandas, difícil sería concebir hoy verdaderos “monstruos” mediáticos como Nightwish. Luego llegaron cambios de sonido -la banda se acercó a lo que posteriormente sería denominado “trip rock” por la prensa- y un éxito considerable a nivel mundial, aunque nunca buscando la masividad y permaneciendo como banda reconocida, pero de culto.

Sin embargo, la partida de Van Giebersen sembró muchas dudas respecto al futuro del grupo. Más cuando su sucesora, la noruega Silje Wergeland -ex Octavia Sperati- carecía según muchos de los “pergaminos” para tamaño reemplazo. Su trabajo en el último disco de la banda, The West Pole (2009), pareció confirmar que la nórdica poseía las cualidades vocales necesarias, pero quedaba por ver su desempeño en vivo. Interrogante en la mente de muchos de los reunidos el pasado 30 de junio en El Teatro de Colegiales.

La organización se ajustó bastante a los horarios previstos -ejemplo a seguir por organizadores de otros eventos de Metal en el país-,  y después de la presentación de los locales Lingerbliss -grupo gótico/ambiental de interesantes composiciones y prolijo sonido, que ya fueron soporte de Anathema y otros- hacia las 21.10 horas, comenzaban a sonar los pasajes de “Alicia en el País de las Maravillas”, de Lewis Carroll, introducción a “Herbal Movement”. De ahí en más y para deleite de los presentes, todas las dudas tuvieron respuesta.

The Gathering sigue sonando maravillosamente. Los teclados de Frank Boeijen están más coloridos y atmosféricos que nunca, mientras la viola de Hans Rutten no ha perdido un ápice de fuerza, pero mantiene la sensibilidad y ese sonido “cuasi-cósmico”, experimental, que ganó a partir del álbum Mandillion, de 1995. Entre ambos parecen trasladar a toda la sala a un plano más elevado. La tradicional experimentación del conjunto durante la última década y media, transformó su música con influencias varias –desde Pink Floyd hasta Massive Attack– de tal forma que verlos en vivo supone una experiencia fuera de lo común: casi onírica por momentos, envolvente y atrapante siempre. El hermano de Hans, René, golpea su bata -si se quiere- con más fuerza que en anteriores presentaciones, y la morocha Marjolein Kooijman demostró nuevamente ser una bajista de primera, “agitando” siempre y entregando su mejor sonrisa y buena onda a los presentes. La sensación que dejaban era similar a la del 2007, con una sensación mayor de intimidad frente a un público algo más escueto y -esto a nivel personal- creando ambientes tranquilos pero oscuros, más pesados y parecidos a la versión antigua, “gótica” de los Gathering, que a la de sus anteriores presentaciones en el país, donde había primado su aspecto trippy.

El gran cambio -y la gran incógnita- era la nueva cantante, Silje. En lo que respecta a su voz, Wergeland tiene un registro parecido a su antecesora. Algo más “gotica” y no tan blusera. Es indudablemente menos audaz, pero llega sin problema a los tonos altos y no muestra fisuras ni en los temas de The West Pole ni en los clásicos de discos anteriores.

Mucho más marcado es el contraste físico con Anneke: mientras la pequeña holandesa era, sobre el escenario, una especie de elfa saltarina llena de picardía y complicidad con el público, la blonda y delgada escandinava se muestra mucho más tranquila y relajada. Se mueve y baila, pero hasta ahí nomás. Su estilo casi tímido es mucho más calmo que el de Van Giebersen, aunque por momentos -como durante “No One Spoke”-, se suelta y las diferencias de carácter son notables. Sonríe mucho y amablemente, pero no se “come” al público. Y donde su antecesora descollaba presencia y vitalidad, Wergeland causa más dulzura que otra cosa. En resumen, un perfil mucho más bajo, lo cual no es de extrañar ya que, aparte de una fuerza escénica impresionante, Anneke tiene muchísima experiencia sobre las tablas, algo que a la noruega aún le falta. Esto podría cambiar en el futuro, conforme se sienta más cómoda, pero lo que sí quedó comprobado es que el puesto no le queda para nada grande y su desempeño fue muy bueno, acoplándose a la banda perfectamente.

En cuanto a lo tocado, durante la hora y media de recital se fueron sucediendo un clásico tras otro: la belleza melancólica de “Saturnine”, el cuelgue de “In Motion”, el rockero “Shot to Pieces” y otros. Momento de entrega del público cuando sonó el siempre esperado “Eleanor”, donde la banda muestra su vertiente mas jevy y poguera. Entremezclados con estos fueron sonando algunos cortes de The West Pole, como “All you are” y “A constant run”, que fueron bien recibidos por los presentes. Otro que sonó fue “Heroes for Ghost”, nuevo tema cuyo video fue presentado hace poco y que estará presente en el próximo disco. En cuanto al público, si bien no estaba tan entregado como en anteriores ocasiones, se mostró muy participativo y feliz, y el ambiente reinante era el de esa alegría pacífica y casi “hippie” que este grupo -como pocos más- suele generar en sus presentaciones.

Para terminar, tras el clásico “amague” de despedida, dos verdaderas joyas de la banda: “Nightime Birds”, capaz de inducir un estado de placentera introspección al más abstemio, y “Travel”.

Y es precisamente eso, un largo y fructífero “viaje” musical lleno de calidad y sentimiento, lo que ojalá les quede por delante a estos holandeses que, con o sin Anneke, siguen entregando al oyente una sensación de calor y familiaridad que los hace únicos.