The Brian Jonestown Massacre en Buenos Aires: la leyenda del indomable
Por Matías Roveta / Fotos de Patricio Colombo y Pablo Mekler

Con Winona Riders como grupo soporte, la banda de Anton Newcombe tocó por segunda vez en el país y presentó el reciente The Future Is Your Past (2023)

Por Matías Roveta
Fotos de Patricio Colombo y Pablo Mekler


“Si alguien quiere distribuir nuestros discos y darnos absoluta libertad, entonces no me opongo a que la gente gane dinero. Es solo que es una mafia. Hasta que escriban una carta como la mía, ellos son el cartero y yo quien escribe. Punto, fin de la discusión”, dice un joven Anton Newcombe, mirando a cámara desafiante, apenas comienza el excelente documental Dig (2004). Es una de sus tantas diatribas contra la industria musical a lo largo de esa película que narra los comienzos de su banda, The Brian Jonestown Massacre, en paralelo a la relación de amor, odio y rivalidad con The Dandy Warhols: mientras que ese grupo liderado por Courtney Taylor (amigo de Anton y narrador del film) aspiraba a conseguir un hit, firmaba con un sello grande (Capitol Records) y filmaba videos para MTV, Anton Newcombe parecía decidido a boicotear cada posibilidad de ser contratado por una discográfica y construía una carrera de culto al costado del mainstream.

El documental también sirve para trazar un perfil de Newcombe: suerte de genio incomprendido, tenaz en su lucha por defender su arte y direccionarlo del modo en que quisiera sin hacer nunca una concesión a nadie que no fuera él mismo. Un tipo volátil, complejo e irascible, rebelde y seguro de sí mismo. Y, sobre todo, un talento fuera de serie. Entre 1995 y 1996, por ejemplo, editó con The Brian Jonestown Massacre cuatro discos fenomenales que sellaron para siempre su legado en el rock. Methodrone (1995) estaba inspirado en el shoegaze de My Bloody Valentine y el revival psicodélico de Spacemen 3, y ese amor lisérgico se fue centrando cada vez en los ’60, la década a la que Newcombe le rindió pleitesía a lo largo de toda su obra: Take It From the Man (1996) era una oda al rock de la invasión británica modelo ’64 (Stones, Kinks) pasado por el habitual filtro psicodélico de la banda, algo que se acentúo en Their Satanic Majesties’ Second Request (1996), un disco que incorporaba sitares y tablas hindúes y que corría el foco de atención a la psicodelia inglesa de 1967 en un franco homenaje a la etapa de Brian Jones en la banda de Mick Jagger y Keith Richards. La saga la completó Thank God For Mental Ilness (1996), que se centraba en el folk y el country rock acústico en clave lo-fi, pero seguirían otros discos notables como –por citar apenas algunos ejemplos- Give It Back (1997), disco guitarrero y que resumía la visión volada del rock que tiene la banda, o el oscuro y postpunk Bravery Repetition and Noise (2001).

Algo de esa batalla incansable por armar una trayectoria independiente, y sin nunca dar el brazo a torcer, también reluce en los dos muy buenos últimos álbumes que editó la banda, Fire Doesn’t Grow on Trees (2022) y The Future Is Your Past (2023). El título de este último puede jugar con la impronta retro de la banda, pero en realidad se trata de discos llenos de optimismo y cuyas letras llaman a despertar y a levantarse de las caídas, asumen que el mundo es un lugar complejo pero que en definitiva vivir vale la pena y defender los sueños es una obligación permanente. Los dos álbumes, escritos por Newcombe durante los meses de pandemia, oficiaron además como excusa para una nueva visita de The Brian Jonestown Massacre al país, que se materializó en el show del martes en el Complejo C Art Media.

“Solo hacé lo mejor que puedas, tenés que intentarlo (…) Y dando todo lo que tengas es la única manera de vivir (…) La enseñanza no está mal / Es todo lo que tengo para darte desde mi corazón”, cantó a modo de declaración de principios en una de las primeras canciones de la noche Anton Newcombe, ataviado con sombrero, anteojos amarillos, campera de jean azul y montañas de collares en su cuello. El tema es “Do Rainbows Have Ends?”, apertura de The Future Is Your Past, que sonó calcada de la versión de estudio con su riff vintage y reminiscencias western nacido de la guitarra de Newcombe. En ese primer tramo y también de ese mismo álbum sonó “Fudge”, con su típico arranque de arpegios en plan balada y que luego decantó hacia la potencia rockera: “Despertá, has estado durmiendo la mayor parte del tiempo (…) El mundo está tratando de arrastrarte hacia abajo y te rompió en un agujero / Pero voy a luchar para ganar y vencer con mi alma”, sentenció con su voz soñolienta el líder de The Brian Jonestown Massacre.

El mensaje pareció repetirse en el track anterior de la lista, “The Real”, de Fire Doesn’t Grow on Trees, que marcó el primer gran momento de la jornada a partir de sus acordes brillosos y el despliegue bombástico de la batería (“Nadie dijo que la vida sería justa (…) Luchá con la bestia hasta que muera”, según la letra que cantó Newcombe en otro claro mensaje de autodeterminación). Antes había pasado “Lucky Kitty”, que ofició como apertura del show de la mano de sus acordes byrdeanos y el repiqueteo de los toms de la batería, y que fue antecedida por un mensaje de Anton Newcombe a la banda soporte: “They were so good”, dijo en relación Winona Riders y antes de que sonara el primer acorde la noche.

La banda de la zona Oeste del Gran Buenos Aires había sido la encargada de amenizar la espera en la previa y merece una mención especial. Entre guiños que invitaron a una vinculación directa con The Brian Jonestown Massacre (“Vi a Brian Jones y me dijo a solas ‘Charlie y Mick no podían liberarse de mí, todos ahí me empujaron para verme morir’”, dice la letra de “Joel”, un rock de guitarras limpias que incluye coros que remiten a los Stones del ’68 y que sonó imponente al promediar la lista), mejor es concentrarse en dos canciones que trazan algunos links menos evidentes y son lo mejor que editó Winona Riders hasta el momento: “Abstinencia” y “Dopamina” parecen seguir la línea de “Hyperventilation”, tour de force abrasivo incluido en Methodrone, el disco debut de la banda de Newcombe. Ambas fueron incluidas en el corto pero contundente set y sonaron con su habitual potencia arrolladora (la base progresiva que explota en un caos de catarsis sonora en la primera, el pulso pesado y granítico de la segunda) y en conjunto son el gran golpe de knock-out cuando Winona Riders toca en vivo.

Luego de esa primera parte más concentrada en las novedades (sonaron también la veta popera de “Your Mind is My Café” o las armonías cristalinas de “Wait a Minute (2:30 to be exact)”) y con apenas “Pish” como canción más icónica, The Brian Jonestown Massacre regaló una catarata de clásicos en el tramo final: el público se encendió con “Servo” y coreó la melodía de su riff circular o fue testigo de esa gema de pop psicodélico circa los Beatles de Revolver (1966) que es “Sailor”. Por supuesto, lo mejor fue “Anemone”, ese mid tempo envolvente y clásico total de la banda que abre con el movimiento de las panderetas de Joel Gion (el otro miembro histórico y sobreviviente de mil batallas) y del que fluyen los punteos aletargados de Newcombe que podrían durar por siempre. Para una banda que condensa veinte discos de estudio, resulta inevitable repasar parte de su basta discografía y así también sonaron la folkie “Nightbird” (de Revelation de 2014) o “Forgotten Graves” (un single de 2018 que no se incluyó en ningún disco).

Esta última fue otro de los grandes momentos de la noche, pero justo cuando todo era puro mantra psicodélico gracias a la pared de tres guitarras, la carga de teclados ominosos y bajo distorsionado, Anton Newcombe decidió cortarla en seco por algún error que había cometido. Algo parecido había ocurrido antes con “Don’t Let Me Get In Your Way”: después de unos pocos compases, Newcombe frenó la canción y pidió volver a empezarla de cero, pero esta vez en un formato más power y acelerado. Los años de peleas a golpes de puño arriba del escenario entre los integrantes del grupo (algo que Dig muestra en detalle) parecen haber quedado en el pasado, pero Anton Newcombe parece seguir siendo el mismo ser indomable de siempre. Su cruzada en pos de la libertad artística y su antagonismo frente a los ejecutivos de la industria, parece traducirse también en pequeños gestos propios de alguien que hace sencillamente lo que quiere y cuando quiere: entre tema y tema, se toma prolongadas pausas para afinar su guitarra o sencillamente cambiar de modelo, prende cigarrillos para él o para alguno de sus compañeros, toma un trago y le grita “salud” al público, hace chistes y canta a capela o hasta incluso pide colores específicos de luces para cada canción determinada. El show de The Brian Jonestown Massacre se mueve a su ritmo, se desarrolla bajo sus propios términos (todavía vive en el recuerdo el recital de casi cuatro horas que la banda dio en Niceto en 2016) y aparentemente nadie puede intervenir para que eso cambie.

También, ver en vivo a The Brian Jonestown Massacre permite confirmar a Newcombe como esa caja de resonancia melómana que es. El sonido, el estilo de la canción y hasta su voz pueden modificarse a gusto para homenajear a distintos momentos de la historia del rock: en “You Think I’m Joking” el grupo sonó como una actualización de los Echo and the Bunnymen, en la sombría “Nevertheless” Newcombe cantó en un registro cercano a Joey Ramone y en “Abandon Ship” se puso en la piel del cantante de los Stooges (“La escribí con Iggy Pop en mente”, declaró en su cuenta personal de Twitter el año pasado). Esa canción, con sus andanadas de furia distorsionada, fue el gran cierre del show: con el feedback todavía generando descargas, Newcombe se despidió con una sonrisa, casi sin mediar palabra y con la tranquilidad de haber dado todo. //∆z.