Justin Lerner y Katharine O’Brien presentaron en Festival Internacional de Cine de Mar del Plata The Automatic Hate y cuentan cómo una historia de amor intrafamiliar desnuda los prejuicios de la industria contra el cine independiente.
Por Santiago Berisso
Dentro de las figuras que pasaron por una nueva edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, están las más renombradas como Johnnie To, Atom Egoyan y Arnaud Desplechin. Sin embargo, no fueron las únicas.
El estadounidense Justin Lerner fue uno de los directores que también asistió a la cita costera, en el marco de la presentación de su segundo largometraje, The automatic hate. A su vez, concebido como segunda parte de una trilogía iniciada con Girlfriend, film que protagoniza Evan Sneider, un joven con síndrome de Down que le ofrece a una chica (Shannon Woodward) tener relaciones sexuales a cambio de dinero. Por su parte, The automatic hate -que integraba la sección Nuevos Autores- cuenta la historia de David y Alexis (Joseph Cross y Adelaide Clemens), quienes se saben envueltos en una tensión sexual, pero en un contexto particular: son primos y, hasta hace pocos días, uno ignoraba la existencia del otro.
Con un claro elemento tabú en sus realizaciones, Lerner no esquiva el desafío e invita al espectador a ser partícipe de una toma de decisiones, de elegir frente a la bifurcación.
Luego de haber escrito la totalidad de sus trabajos por su cuenta, el realizador norteamericano sumó a Katharine O’Brien a la creación de este guión, y ArteZeta pudo dialogar con ambos.
AZ: Esta es la primera vez que sumás a una persona a la escritura del guión. ¿Cómo llegaste a tomar esa decisión?
JL: The automatic hate la escribimos juntos, antes de que escribiera el guión de Girlfriend por mi cuenta. La primera versión la escribimos cuando aún estaba estudiando cine y ella estaba a punto de ingresar a la escuela de cine. Yo terminaba mi máster en UCLA y ella empezaba en Columbia. Y decidimos hacerlo juntos porque era una historia muy compleja, que contenía dos o tres niveles. La culpa es suya, ya que fue la que más me incentivo a llevar a cabo esta película. Tenía cierto miedo por la temática. Queríamos hacer una película que combinara una relación prohibida con misterio, en la que ambos elementos estuviesen conectados, que fuese interdependientes.
KO: Además, la historia era ideal para dos guionistas en la que hay dos familias muy diferentes. Nuestras familias son muy distintas, también.
AZ: En los festivales, directores, actores, guionistas, productores y demás tienen la opción de compartir la sala con el espectador. ¿Suelen quedarse ustedes durante la proyección o prefieren irse?
JL: Con éste ya han sido catorce festivales en los que hemos presentado el film. Es por eso que ya me aburre un poco. De cualquier modo, siempre nos interesa ver cómo reacciona la gente en momentos particulares como, por ejemplo, la parte de la cena. Ahí suelo entrar a la sala.
KO: Me genera curiosidad ver de qué manera el espectador va a reaccionar en ciertas partes incómodas. Y eso depende del país en el que se esté proyectando, su cultura, la edad de las personas, etc. Cualquier reacción es la correcta.
JL: En Corea del Sur no hubo ningún tipo de reacción en ningún momento. Y pensaba que odiaban lo que estaban viendo. En una primera función en San Francisco, reían con cada diálogo que había. Mientras más extraño o incómodo era lo que veían, más se reían. En la segunda función, no pasó nada. Hay públicos más progresistas, con una mente más abierta y, de alguna manera, están preparados para algo raro. Por lo general, a los festivales vas con una mente distinta. Esperás ver algo más extraño. En definitiva, esa es la razón por la que existen los festivales.
AZ: ¿En tu caso, hay ciertos reparos a la hora de crear historias en las que claramente se hace presente alguna temática delicada o controversial?
JL: Yo creo que hay que poner en pantalla cosas que no has visto. Especialmente en Estados Unidos, los directores de cine hacen películas sobre temas muy fáciles, con personajes que no tienen ninguna complejidad en su interior. Porque, a veces, el público es perezoso. No quiere pensar en cosas difíciles. Estoy intentando pelear contra esta forma de pensar. No existe gente buena y gente mala. Por ejemplo, en las tragedias clásicas hay un personaje al que el público lo percibe como muy bueno y, de repente, hace algo terrible. La caga. Buenas personas que hacen cosas malas.
AZ: ¿Creés que se puede hablar de un cine independiente estadounidense que se está enfrentando a este tipo de caracterizaciones, más bien, maniqueístas?
JL: Sí. Los ejecutivos en Hollywood suelen decir algo que odio: me gusta tu guión, pero no me cae bien tu personaje. No importa si te gusta o no, mientras que resulte interesante. Ésa es una mirada muy estrecha. No siempre fue así, pero después de la crisis importa más el dinero y los superhéroes. En el cine independiente es posible, pero con los estudios más grandes es difícil hacer películas con personajes que transiten esta zona gris. El cine independiente sobrevive y está cambiando mucho a partir de la distribución digital.
KO: Es una lucha que hay que seguir llevando adelante. No podés retroceder. La responsabilidad está en el espectador, que tiene que seguir buscando cine con una mente curiosa y elegir películas que lo desafíen.//∆z