Surfing Maradonas presenta Terrorismo Illuminati, el disco que cierra su trilogía “666”, que continúa el imaginario post-apocalíptico sonoro y musical. Una crónica cruda y rabiosa de los últimos días.
Por Claudio Kobelt
Los marcianos han regresado a sus naves, donde celebran con frialdad la destrucción de nuestro mundo. Mientras planean el próximo paso y negocian territorio con los mutantes del poder, el sol de la tierra asoma infalible sobre la lejana línea del horizonte campero. El cielo negro y una luz violácea, extraña e imprecisa, todo lo inundan y confunden, imposibilitando determinar si estamos frente a un amanecer, atardecer, o un nuevo ataque del mal. Un sobreviviente de piel curtida camina con su carabina al hombro por el monte espeso abriéndose paso con su machete, sin lograr ver el terror ancestral que lo espera detrás de aquel yuyal.
Esto sucede y es posible en la oscuridad de ese poblado fantástico de alienígenas, espectros de tierra adentro, brujas y conspiraciones masónicas que habita en el imaginario apocalíptico y ardiente de Surfing Maradonas, el dúo del conurbano bonaerense que vuelve a la carga con Terrorismo Illuminatti, su tercer disco a la fecha, y con el que completan su infame trilogía del 666 (tres discos con 6 canciones), donde desarrollan su mundo de criaturas sobrenaturales, invasiones y destrucción.
Terrorismo… abre con “La Luz Mala”, una canción impecable por donde se la mire, con una introducción esperanzada y luminosa, como el primer fulgor dorado del astro mayor rebotando en los escombros luego del ataque lanzado en “Marte”, último tema de Holocausto Alienígena (2015), el segundo disco de la trilogía. Es que otra forma de entrar y entender la mitología Surfingmaradoniana es tomar a sus tres discos (los dos mencionados y el primero Mal Augurio, de 2013) como una serie de relatos y crónicas sobre el mundo en la gran batalla del final, donde ciencia ficción, mitos urbanos y complots son pura realidad.
Si entendemos estos discos como un diario de ese futuro negro y perdido, “La Luz Mala” es el primer día luego de la gran batalla, con los sobrevivientes saliendo de sus refugios, volviendo a la vida, contemplando la hecatombe en paz. Pero la suavidad y dulzura del comienzo se cortan abruptamente cuando una distorsión espesa el aire y los platillos abren la puerta a una nueva embestida. Resulta difícil pensar que eso que suena es tan solo una guitarra y una batería, pues la sensación es de una tempestad fatal. La voz de Esteban Maradonas, áspera y brutal, escupe rabiosa entre dientes y tras esa pared de sonido advirtiendo sobre el ataque de una luz mala, que ya es muy tarde para evitar.
El trabajo guitarrero de Esteban es furioso pero preciso, no dejando huecos ni dudas, algo digno de destacar al recordar que son un grupo de una sola guitarra (sin otro instrumento eléctrico) que cuando suena, suena abarcando y demoliendo todo a su paso. El sonido pútrido, la velocidad necesaria que pide cada melodía, y la rabia e intención justa de Esteban en cada tema da en el clavo y demuestra un claro crecimiento respecto de lo realizado en sus anteriores registros. Parecido sucede con la labor en batería de Rodrigo “Fochi” Maradonas, que galopa, trota, azota y domina ese ritmo pesado y viscoso sin virtuosismos excesivos o firuletes de exhibición. Poder, certeza y empuje parecieran ser las palabras claves al momento de definir la labor de Rodrigo en la bata. Ambos hermanos captan y ejecutan cada tema sin sobrecargas, lo justo y necesario para su lenguaje y universo, y les sale a la perfección.
El track número dos es “Auto Rojo”, una de las perlas del disco por la colaboración de Claudio ¨Tano¨ Marciello, guitarrista de Almafuerte. Su aporte en las seis cuerdas es flamígero, matador, vital para el despegue del tema, como en esos solos dignos de un grupo heavy metal o de hard rock, y que los Surfing saben sumar y apropiarse para enriquecer su propuesta. “De Cacería Belga” y “Ku Klux Klan” son temas cortos, concisos, fuertes y de machaque contagioso, que inducen al headbanging y a un pogo constante y violento. Sin embargo, el trabajo sonoro en “Ku Klux Klan” se lleva todas las palmas, y nos deja con ganas de poner ese tema en loop y que no termine jamás.
“Poseidón”, al igual que “La Luz Mala”, se permite cierto sosiego. La marcha a medio tiempo y el envolvente riff guitarrero hacen de esta canción algo hipnótico, de trance lisérgico. Por momentos, si nos dejamos llevar, pareciera que estuviéramos ahí, en la escollera, salpicados por las olas gigantes rompiendo contra la piedra, cubriéndolo todo con violencia natural. Por su diversidad, atmosfera y renovación son este y “La Luz Mala” dos de los puntos claves de esta placa para entender el presente y futuro de un grupo que pide –y ofrece- más y más.
El final llega con “Templos”, que propone un nuevo abordaje al relato de la banda, con diversos climas y momentos que, escuchado fuera del contexto del álbum y su conjunto, llama la atención –para bien- por su estilo y clima: una canción suave pero con espinas, para ver los templos del mal arder.
En Terrorismo Illuminati conviven el stoner, el noise, el grunge, el postgrunge, el rock más duro y la experimentación sónica. Y en la mixtura de estos elementos, los Maradonas encuentran un estilo propio y al que no dejan de sumar ingredientes, haciendo crecer más y más esa receta. Disco a disco han sabido construir cierta identidad y a su vez no repetirse. Este álbum es la prueba de ello.
¿Qué pasará con su imaginario post-apocalíptico con la trilogía ya finalizada? ¿Quién contará la historia de los guerreros del monte en su lucha contra el espacio exterior? ¿Quién bombardeará el cielo buscando destapar el sol? ¿Quién lanzara al escudo brillante la primer molotov? Es cuestión de escuchar Terrorismo Illuminati y esperar. La rebelión acaba de comenzar.//∆z