Analizamos el libro de Bryan Waterman sobre Marquee Moon, el emblemático álbum de Television, que forma parte de la colección 33 1/3 publicada en español por los sellos Dobra Robota y Walden.
Por Matías Roveta
La escena fue reconstruida muchas veces en libros y revistas de rock. Un grupo de amigos que apenas pasaban los veinte años recorría las calles del Bajo Manhattan en Nueva York una tarde de primavera a comienzos de 1974. Cuando agarraron por la calle Bowery, se toparon con un señor que estaba subido a una escalera para cambiar el toldo de su bar en el que tocaban bandas: la leyenda en la nueva lona recién impresa decía “CBGB”. Tom Verlaine comandaba al grupo y se acercó a hablar con Hilly Kristal, el hombre que trabajaba en las alturas para darle a su espacio una imagen renovada: las siglas elegidas para el nuevo nombre remitían al sonido que Kristal quería que allí sonara, una mezcla de country, bluegrass y blues. Verlaine y compañía habían armado una banda que no cuadraba justamente en esos géneros. Television, en sus comienzos, tenía un sonido áspero y crudo heredado del garage rock, pero igual se las arreglaron para convencer a Kristal de que los dejara tocar ahí y el debut finalmente tuvo lugar en marzo de 1974. Ese fue el puntapié para el inicio del punk neoyorquino.
“Es lo más cercano que el punk de Nueva York tiene a un mito fundacional”, explica sobre esa conocida anécdota Bryan Waterman en su libro Marquee Moon, que forma parte de 33 1/3: una amplia colección de más de cien ensayos sobre discos clásicos del rock que fue creada originalmente por la editorial inglesa Bloomsbury Publishing y que ahora tiene una coedición en español publicada por Dobra Robota y Walden. Waterman, especialista en literatura, anuncia en el prólogo de la obra que su trabajo será el de un “historiador cultural y literario”, pero también centrado en “la música propiamente dicha”: así, su libro es una mixtura de géneros, en el que la investigación de rigor periodístico es acompañada por la capacidad del autor para recrear una escena y un momento de la historia de la cultura, al tiempo que se pone en la piel de un crítico musical para hacer análisis profundos sobre el sonido y las letras de Marquee Moon (1977), el maravilloso disco debut de Television. Su estilo podría ser comparado con el de Simon Reynolds: alejado de las biografías clásicas de rock, presenta datos pero sobre todo ensayo y crítica. De esta forma, Waterman, que se declara fanático de Television pero reconoce que no vivió la época dorada de la banda en el CBGB, logra tomar distancia para analizar la verosimilitud de ese mito fundacional que cita al comienzo de su libro.
Television fue la primera banda en tocar en el CBGB y así abrió las puertas para que allí también tocaran The Patti Smith Group, los Ramones, Suicide, Blondie o Talking Heads. Esto es innegable y los datos así lo atestiguan. Pero Waterman ve un problema en pensar a Television como una suerte de superhéroes que surgieron de la nada: “Este relato fundacional (…) funciona como muchas historias fundacionales de tintes vanguardistas: una ‘parábola de la autocreación absoluta’, que presenta al movimiento underground como autogenerado, una ruptura radical con todo lo que vino antes. El relato se deshace de toda memoria cultural y oculta las influencias”.
Con esta premisa, a lo largo de los primeros capítulos el autor reconocerá el valor pionero de Television, pero también se centrará en identificar las condiciones que posibilitaron su formación y las influencias de las que se nutrió. Algo interesante que plantea Waterman, por ejemplo, es la relación tirante entre el glam rock –el género dominante en Nueva York cuando el CBGB abrió sus puertas- y el punk: Richard Hell, primer bajista de Television, fue el artífice de la estética de la banda, que asumió un estilo callejero de remeras rotas y pelo corto o actitud desalineada, algo que luego copiaría Malcom McLaren para dar forma a los Sex Pistols, en marcado contraste a la teatralización escénica, la grandilocuencia y el maquillaje del glitter. Pero, según el autor, fue justamente después de ver en vivo a los New York Dolls (los padres del glam rock neoyorquino) que Tom Verlaine y Richard Hell, dos aspirantes a poetas que habían llegado a la ciudad con el sueño de publicar sus escritos, se volcaron definitivamente por el rock y dieron vida a Television. En realidad, en sus comienzos se llamaban The Neon Boys, una banda de garage que incluía en su repertorio covers de los Dolls. Waterman también rastrea el legado obvio de The Velvet Underground: Verlaine en Television, como antes de él Lou Reed en VU, escribía letras sobre las calles de Nueva York. A ambos grupos, las dos joyas del under de la ciudad, las perseguiría la etiqueta de “bandas de culto”: decisivas desde lo artístico, pero condenadas al fracaso comercial. Incluso, Waterman va más allá: si, citando a Andy Warhol, los artistas tenían que “desarrollar una imagen constantemente”, incluso la adopción de esa estética austera y “genuina” por parte de Television podría ser considerada también una estrategia pop.
Pero el historiador no se queda ahí y rastrea también elementos extra musicales en la conformación de Television y, en un sentido más amplio, en el desarrollo del ethos punk del do it yourself (“hacelo vos mismo”). Tiempo antes de que Verlaine y Hell comenzaran a escribir canciones, ya publicaban revistas autogestionadas de poesía. Esa escena de poetas independientes de Nueva York fue decisiva, según Waterman, para el desarrollo posterior de las bandas de rock de la ciudad: “Los únicos poetas que recibían algo de atención y respeto por parte del mainstream eran realmente conservadores (…). Los poetas de St. Mark’s [calle ubicada en Manhattan], en lugar de frustrarse y golpearse la cabeza contra la pared (…), se quedaron en las calles e hicieron todo con mimeógrafos: crearon una alternativa. Es lo mismo que terminamos haciendo nosotros en la música. Hacíamos ruido para los chicos en vez de tratar de impresionar a las compañías discográficas para conseguir un contrato”, explicó Richard Hell, según la cita del autor. Hell terminaría yéndose de Television a comienzos de 1975 luego de diferencias artísticas con su viejo amigo Tom Verlaine y fundaría primero The Heartbreakers y luego The Voidoids: esta última banda incluiría en su disco debut la canción “Blank Generation”, considerada un himno punk fundacional. Si, como cantaban los Sex Pistols en “God Save The Queen”, “no había futuro”, entonces el desafío era construir uno propio. Hell fue el ideólogo de esa consigna punk que cruzó el Atlántico e influenció a sus colegas británicos y así lo explica en el documental de la BBC Seven Ages of Rock (2007): “La palabra que aclaraba todo era blanco, esa era la clave. Está vacía, está en blanco. Depende de uno crear algo”, argumenta allí sobre “Blank Generation”.
¿Pero Television era realmente una banda punk? Waterman se aboca a analizar el sonido de Marquee Moon y ofrece algunas respuestas. Para el autor, la etiqueta punk es “difusa y genérica”: no hace justicia a la heterogeneidad que reinaba en el CBGB, donde el minimalismo de velocidades extremas de los Ramones convivía con la impronta bailable de los Talking Heads, los recitados poéticos de Patti Smith o la vanguardia electrónica de Suicide. Television consolidó definitivamente su sonido en 1976 con Fred Smith (ex Blondie) en bajo en reemplazo de Hell, Billy Ficca en batería y Richard Lloyd junto a Tom Verlaine en guitarras: juntos crearon un rock de alto vuelo que incluía algunas canciones (“Little Johnny Jewel” o “Marquee Moon”) climáticas y de largo aliento, construidas de a poco y en donde brillaban los maravillosos duelos y contrapuntos de las dos guitarras. “Marquee Moon no proclama sus propios orígenes a los gritos. De hecho, parece estar fuera de tiempo, siendo eternamente nuevo, como enviado desde el futuro del rock”, dice Waterman sobre ese sonido inclasificable que alejaba a Television de sus contemporáneos. En su celebratoria reseña para la revista inglesa NME, el crítico Nick Kent dijo que definir a Television como una banda punk era más bien como “describir a Dostoievsky como un escritor de cuentos cortos”; otro crítico citado por Waterman, Robert Christgau, es todavía más claro: “El término ´punk` le calza incluso más extrañamente a este grupo [Television] que a Talking Heads. Al menos estos últimos mantienen el compromiso con su propia versión de dos principios básicos del punk: la brevedad y la intensidad maníaca, pero los principios de Television (…) se remontan a la era de la psicodelia. Estos músicos son líricos, volados y oscuros (…), muchas de sus intros alcanzan la marca de un minuto, que es más o menos cuando los Ramones empiezan el primer estribillo”.
Marquee Moon empieza con “See No Evil” y el riff blusero de Richard Lloyd, similar al de Keith Richards en “Honky Tonk Women” pero un poco más acelerado. La referencia a los Stones no era casual: Television contrató como coproductor al ingeniero Andy Johns, que había trabajado con la banda inglesa durante su época dorada, y Tom Verlaine amaba particularmente el disco Goats Head Soup (1973). De hecho, la balada “Guiding Light” también remite a los Stones de principios de los ’70 y Lloyd dispara allí un solo luminoso que recuerda los memorables breaks de Mick Taylor. En “See No Evil” Verlaine da algunos indicios de adherencia a la filosofía punk con las líneas de la letra cargadas de nerviosismo y acción que dicen “lo que quiero, lo quiero ya”. Parece, también, dar su propia versión del concepto de “Blank Generation”: “Destruí el futuro con la persona que amás” y, por ende, llenalo con lo que quieras. Pero el sonido iba claramente por otro lado: su guitarra en “Venus” es una usina imparable de fraseos circulares y su solo es puro drama y lirismo, mientras Lloyd marca el compás con rágafas calientes. En “Friction” Verlaine se apoya en el riff galopante de Lloyd para hipnotizar con melodías que suenan como espirales lisérgicos en una mezcla de psicodelia oriental y noche descontrolada neoyorquina. Sobre ese componente nocturno del disco habla, y mucho, Waterman: el personaje de esa canción recorre las calles de Nueva York de madrugada, cargado de enojo y adrenalina (¿un posible dardo a Richard Hell?); en la citada “Venus” Verlaine canta sobre el brillo de las calles de la ciudad durante la noche y sobre cómo “Broadway se ve tan medieval”, y en “Marquee Moon” parece recrear –según Waterman- la fábula blusera del encuentro en el cruce de carreteras, pero en este caso en clave urbana y cuando el día cae: el escenario no es rural y el protagonista de la canción espera su cita en una esquina transitada cerca de un cementerio.
Y queda claro además que “Marquee Moon” no es un blues, más allá de que es tentador pensar que quien habla en la letra de esa canción es el propio Verlaine, que efectivamente salió fortalecido de esa reunión misteriosa y –al igual que Robert Johnson- con mayores destrezas como guitarrista: su solo es un hito en la historia del rock, un largo crescendo épico y ascendente que se va armando con paciencia y suena como si Neil Young hubiera grabado con los Crazy Horse después de escuchar mucho a Coltrane y Miles Davis. “Sistemáticamente aclamada desde su lanzamiento como una de las mejores canciones con guitarras de todos los tiempos, ‘Marque Moon’ se cuece a fuego lento y luego hierve durante casi diez minutos”, en palabras de Waterman. Lloyd también contribuye con un solo y además redobla el final del punteo de Verlaine: otras bandas tomarían nota de este esquema de dos guitarras solistas, entre ellas Wilco en “Impossible Germany”, que tiene claras reminiscencias a Television.
Otras influencias salen a la luz: la oscuridad del arpegio de Lloyd en “Elevation” anticipa el sonido de bandas post punk como Echo and the Bunnymen, el solo de Verlaine en la mencionada “Friction” –un huracán de notas apuradas que suena como un frenesí disonante- puede haber sido tomado como referencia por Sonic Youth y en “Prove It” esté tal vez el germen para lo que luego harían The Strokes. El disco cierra con “Torn Curtain”, con su carga de pesada marcha fúnebre. Tenía sentido cerrar un disco de esta manera para Television, porque había varias cosas que se estaban terminando: en paralelo a la salida del álbum, la banda tocó tres noches en el CBGB y luego nunca más volvería a hacerlo. Según Waterman, una clara muestra de alejamiento de Verlaine hacia la escena a la que había ayudado a construir y dar forma: él más que nadie nunca estuvo cómodo con la etiqueta punk. Pero, al mismo tiempo, el impacto de Marquee Moon recién estaba empezando: muchas bandas en el futuro darían fe de esto. //∆z