Humo del Cairo y Poseidótica compartieron una vez más escenario de Niceto Club en la noche del feriado patrio y revolucionaron Niceto.

Por Gabriel Feldman

Fotos de Pablo Lakatos

Día patrio, 25 de mayo. La lluvia de 1810 (si es que realmente llovió), se convirtió en sombras, humo y luces espaciales. Los fumones que quisieron retorcerse al ritmo de la música tuvieron dificultades para hacerlo in situ (los patovicas de Niceto están bien adiestrados en el arte de instigar cabezas con punteros lasers en cuanto algún cigarro asoma) pero la música fue el medio para volar cabezas y las que no se elevaron, terminaron rodando en el piso.

Pasadas las 21.30, salió Humo del Cairo. El trío compuesto por Juan Manuel Díaz (voz y guitarra), Gustavo Bianchi (bajo) y Federico Castrogiovanni (batería) hace ya tiempo que la viene rockeando. Con su primer disco, Humo del Cairo (2007), se presentaron en sociedad como una banda de stoner: la mezcla perfecta entre paisajes oscuros y densos, que se sumergen en la psicodelia y el cuelgue marihuano. El juego zigzagueante entre un sonido demoledor y la pasividad fumona. Ahora HdC en vivo asusta. En su nuevo disco, Vol. II, lejos de estancarse en los propios límites del género, el grupo abrazó con fuerza su lado más oscuro, con un sonido robusto, bien pesado, que aplasta a todo el que se le pone adelante. La incorporación de Federico Castrogiovanni le agregó potencia, y entre la distorsión del bajo y la fuerza de la batería -con un bombo que se siente en el pecho- en cada nueva incursión parece que te pisara un elefante. “La espada de Sal” sonó gigantesca, y cada palabra que entona Juan Manuel Díaz se convierte en un grito furioso e indómito. En una hora bien intensa hicieron hincapié en su último trabajo. Arrancaron con “Fe” y “Los Ojos”, tal como empieza su úlitmo álbum. ¡Demoledor! También se escucharon, entre otras, “Tierra del rey”; “El alba” (la parte A y B unidas e indisolubles, tal como deberían estar siempre), y las más directas y estruendosas “Parte de León” e ”Indios” . Para el final quedó “Cauce”, de su primer disco, que se recubrió de negro abandonando un poco su original envoltura setentosa.

Después del show de HdC, detrás del telón se preparaba el escenario para el ingreso de ese cuarteto demencial que es Poseidótica. Hernán Miceli y Santiago Rua en guitarras; Martin Rodríguez en bajo y Walter Broide –ex Los Natas- en batería. Banda única si las hay, todos al frente (batería incluida, cerca del pie del escenario), dispuestos para volar cabezas con su “rock progresivo instrumental psicodélico”, como ellos mismos lo definen. Festejando diez años de existencia, aprovecharon para repasar sus tres discos: Intramundo (2005), La Distancia (2008) y su más reciente Crónicas del futuro (2011); además de presentar  dos temas nuevos: “El alma de las máquinas” y “Videojuegos”.

Habrá quienes piensan que la música se divide entre lo lírico y lo estrictamente musical. Siendo esto último un mero ornamento para las palabras. Convirtiendo a la música en mera forma que rodea a las palabras, es decir, el contenido estricto. Pero no, se equivocan. La música es en sí misma contenido. Con una puesta visual a tono proyectando imágenes calidoscópicas y del espacio exterior, el sonido de Poseidótica es un viaje de alto vuelo. No es casualidad que Santiago Rua haya lucido una remera con la estampa de una Hoffman: Poseidótica es un trip; y uno muy versátil, por cierto. Desde el comienzo pasaron de la adrenalina e intensidad de “Resistencia” a los horizontes más laberínticos y espaciales de “Los Extraños”, ambas de su último disco.  El único micrófono que había sobre el escenario estaba de más. Nadie quería que se corte el trance, pero cada tanto Martín Rodríguez mediaba alguna palabra como el protocolo indica en un recital en vivo.

Se destacaron “Nave nodriza”, “Las cuatro estaciones”, “Tantra” y “Mantra” de esa gema acuática que es Intramundo (“Intramundo, no ‘inframundo’. Intramundo. Intramundo”, enfatizó el bajista con el mismo tono que lo harían en un supermercado si necesitaran limpieza en algunos de sus pasillos.); y la épica “Las Magnitudes” de La Distancia, ¡quince minutos! de precisión al palo.  “El alma de las máquinas”, canción nueva que parece inspirada en los relatos de ciencia ficción de Isaac Asimov, con un riff cortante, mecanizado, que realmente parece querer descifrar qué se esconde en el interior de un cuerpo metálico y profundizar en las tres leyes de la robótica que escribió el autor de Yo, Robot. Luego de una epopeya tras otra, “Dimensión Vulcano”, otra de Crónicas del Futuro, fue la elegida para cerrar bien arriba (literalmente).

La escena de esa música que se debate entre la pesadez del rock y el cuelgue psicotrópico tiene nuevos representantes que pisan fuerte. Ambas bandas gozan de una actualidad inmejorable, siendo de las propuestas más interesantes a la hora de escuchar música en vivo. El que quiera transformar su cerebro en un flancito encefálico ya sabe adónde ir.