Es muy gratificante que el final de Succession sea realmente un final. La serie avanzó siempre de forma cíclica porque las personas tienden a caer en las mismas trampas , dejarse llevar por los mismos miedos y esto suele despertar las mismas reacciones en los demás. Vimos a Kendall rebelarse, fallar, tocar fondo y volver a rebelarse. Vimos a Tom humillarse hasta el hartazgo (porque a veces se cansa, de a ratos) para quedar a la sombra del personaje más poderoso. Vimos a los hermanos Roy juntarse y traicionarse, prometerse lealtad y volver a traicionarse porque no hay alianza posible entre tres competidores a la corona. Vimos a Logan resistir los golpes, desarmar a cualquiera, insultar, humillar, prometer sin obligación de cumplir, seguir su instinto, ver más allá y ganar, ganar, ganar.
Ahora Logan está muerto y Waystar se vendió. La vida sigue y hay nuevos juegos a los que jugar, pero se apagó el motor de esta historia. ¿Quién es el sucesor de Logan? ¿Quién será la Cenicienta corporativa que pueda calzarse sus zapatos y vivir feliz por siempre? ¿Quién tiene lo que hay que tener, quién puede, quién vale? Nadie. Lucas Matsson y otros sí, pero ninguno de los hermanos. “Se terminó. No somos nada” le dice Roman a Kendall cuando pierden. Son millonarios, pero qué importa. Perdieron la corona y se termina la dinastía Roy.
En las cuatro temporadas hay referencias a los beneficios de ser mujer. La feminidad de Siobhan le permite, por ejemplo, desincentivar la declaración de una testigo del caso de los cruceros o estimular la venta de Pierce Global Media. Cuando Shiv se niega a unirse a Kendall en uno de sus intentos de parricidio, él se enoja y le grita que la busca solo porque es mujer: “Solo tus tetas te dan algún valor”. Es que queda bien una mujer. Suma. El simple hecho de serlo parece abrir muchas puertas.
Pero no lo hace, y eso es un gran acierto de la serie. Gerri y Karolina lo saben y sufren la misoginia de jefes y compañeros. La ventaja de Siobhan sobre sus hermanos es anunciada pero nunca se concreta, ella siempre es dejada de lado al final. Son tres, sí; pero si tienen que ser dos, no dudan en correrla. Logan le pide más a ella que a sus hijos varones y cuando Shiv se queja, él lo defiende: “yo no inventé las reglas”.
La charla entre Lukas y Tom en el último capítulo es impresionante. Lukas pone a prueba el servilismo de Tom al decirle que se quiere acostar con Shiv y que ella se quiere acostar con él. Lo obliga a sonreír, a decir que eso no le incomoda. Lukas ve todas las cualidades de Siobhan pero no quiere problemas y le parece una mala idea, dice, elegir a alguien con quien haya toda esa tensión sexual. “En vez de poner a la embarazada, por qué no poner al hombre que la embarazó”. Y allá va Shiv con su astucia, su estrategia, su lealtad, su género. Demasiado para Lukas. Mejor el hombre que la embarazó, el que sabemos que puede seguir órdenes y bajar la cabeza.
Después del shock y la bronca, Shiv evalúa sus opciones y vota por Lukas. Es que Kendall y su falta de capacidad como líder no le dejan otra opción. Ahora es la mujer del CEO, un CEO a quien quizás tiene la esperanza de controlar. Esa última escena en la camioneta, agarrados de la mano después de todo lo que se dijeron hace un par de capítulos en el balcón, es desgarradora.
Es divertido ver a estos millonarios sufriendo y odiando en paisajes paradisíacos, mansiones y vuelos privados. Un hermoso recordatorio de que la felicidad tiene mucho menos que ver con las cosas que con las expectativas de vida, la posibilidad de quererse a uno mismo y a los demás. No, no pueden irse a una isla a pasarla bien y olvidarse de la empresa de papá. No pueden pasarla bien en ningún lado. Connan, el único que no corre a la sombra de Logan, tampoco puede disfrutar. Se pasa la mitad de los episodios “comprando” a una mujer que claramente no lo quiere, y la otra mitad buscando una corona aún mayor que la de Waystar: la presidencia de Estados Unidos. También es coleccionista: compra objetos caros y únicos, se llena de cosas porque no tiene nada más. Es el hombre invisible, el que ni siquiera cuenta con la mirada de sus hermanos.
Roman, por otro lado, es el personaje menos cíclico. En los primeros capítulos es un niño rebelde que juega a escandalizar, que no tiene miedo a nada porque no busca nada en particular. Dice barbaridades en una conferencia de prensa, hace explotar un cohete en Japón, se masturba en la oficina. De a poco se va animando al juego: primero bajo el ala de Gerri, después junto a sus hermanos. Descubre que tiene buenos instintos y el don de caerle bien a la gente, y que su papá lo respeta por eso. Crece. Con sus hermanos le falta firmeza, termina aceptando decisiones que al principio no comparte, como la compra de Pierce o el boicot a la compra de GoJo. Sigue creciendo y encuentra finalmente su lugar en el trato con Mencken, el candidato de extrema derecha.
Roman brilla en el episodio de las elecciones presidenciales. Sabe lo que quiere y va tras eso. A Kendall le asusta lo que ve y le confiesa a Shiv que no quiere quedar a la sombra de su hermano menor. Es la primera vez que Rome está en la cima, y su caída en el funeral de Logan es tan dura que nos duele hasta el final. No hay mucho tiempo para recuperarse después. Roman acepta la candidatura de Kendall y llora en la oficina porque podría haber sido él. El gesto es infantil pero hermoso, y quizás más maduro que el sarcasmo con el que suele esconder el dolor en su vida.
En la reunión duda, pero vota por Kendall con resignación. Shiv se opone. Kendall se desespera y mientras piensa la próxima jugada, Roman le dice que se terminó. “Ya está. Somos una mierda. No somos nada. Te digo esto porque lo sé”. Lo sabe, al fin. Lo obligan a firmar la venta delante de Lukas y a sacarse una foto con él y eso le duele, ya sabemos cuánto. Termina en un bar, solo, con un trago y una media sonrisa. ¿Qué es esa sonrisa? Puede ser lo de siempre: una coraza, un intento de negar el dolor. Pero también hay otra posibilidad que se nos permite pensar: quizás ahora que la carrera terminó, que no hay Logan ni Waystar ni fratricidio, quizás exista la posibilidad de algo nuevo para este personaje.
Antes de conocer a Lukas Matsson, Logan teme que sea un payaso porque se siente incapaz de pelear con payasos. No lo es; Logan lo nota en seguida y decide vender la compañía que siempre quiso conservar en la familia. Con un estilo más canchero y tecnológico, Lukas es Logan y mantiene su legado: toma riesgos, promete y no cumple, maltrata a sus empleadas y lastima a los chicos Roy. Hacia el final del último capítulo, cuando teme no ganar la votación, lo vemos gritar a todo el mundo al mejor estilo Logan.
Tom, el personaje más humillado por la familia, es ahora CEO. Greg sigue a su lado aunque haya jugado mal sus fichas y Matsson lo considere un traidor. Es que Greg es un Roy y, aunque bastardo, no quiere dejar de ser parte de la familia real. En una metáfora hermosa, Tom le dice que va a usar su poder para conservarlo y le pega un sticker de la subasta en la frente. No termina esta relación compleja de amor y maltrato y conveniencia y camaradería. El sticker, además, nos recuerda aquellas escenas de la segunda temporada en las que Tom usa a sus empleados como muebles humanos y Greg todavía se escandaliza. En ese momento se quiere alejar de Tom a toda costa, probar suerte en otro lugar de la empresa. Ahora, en el final, sonríe agradecido con el sticker en la frente.
En las tragedias históricas de Shakespeare, el poder es una escalera al vacío: personajes bien intencionados suben por ella para empujar al tirano, pero cada escalón subido les va manchando las manos de sangre y una vez arriba se descubren tan tiranos como el rey depuesto. Succession es lo mismo pero más complejo. Son las escaleras de Hogwarts, múltiples, inquietas e impredecibles. Sobre ellas, suben hombres y mujeres escondiendo el barro y la sangre de sus manos. Hay que agarrarse fuerte cuando las escaleras se mueven; hay que tener cintura para medir, mirar y saltar, para no quedarse dando vueltas en una calesita sin sortija. //∆z.