Luego de poco más de un año de espera, Netflix estrenó la continuación de la exitosísima serie de ciencia ficción ochentera Stranger Things. Con una nueva camada de personajes y un tono mucho más sombrío que la primera parte, el pueblito de Hawkins nos sigue llenando de sorpresas alrededor de lo que llaman “el otro lado”.

 Por Iván Piroso Soler

Lo que realmente pasó al otro lado en esta nueva temporada de la serie protagonizada por Finn Wolghard, Gaten Matarazzo, Millie Bobby Brown, Caleb McLaughlin y Winona Ryder es la estructura completamente desestructurada del relato. Stranger Things 2 (sí, 2, como si de una secuela cinematográfica se tratara) decidió subir la apuesta con respecto a su primera versión. Si bien se mantuvo conservadora en cuanto a la relación entre los protagonistas, la configuración original de cada uno de ellos e incluso la escueta cantidad de personajes nuevos, sí es cierto que maduró en cuanto a la manera en la que cuenta los extraños sucesos de este pueblito encantado.

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Stranger Things 2 se ubica justo un año después de los sucesos de la primera temporada. La relación de los cuatro muchachos se afianzó alrededor de los trágicos eventos que le tocaron vivir al pequeño Will, secuestrado por una dimensión extraña y vigilado por el terrible Demogorgon. De Once no se supo mucho más que alguna interferencia en el radiotransmisor de Mike, que espera su vuelta cual mesías con el que pegó onda. Mientras tanto Nancy, la hermana de Mike, y su novio Steve intentan manejar el dolor y la culpa de saber la verdad alrededor de la muerte de Barb, asesinada en el Otro Lado. Joyce, madre de Will, reconstruye su vida de la mano de Bob Newby (Sean Austin, a quien conocemos de El Señor de los Anillos y Los Goonies), un ex compañero del secundario. Sin embargo, la aparente calma después de la tormenta comienza a alterarse luego de que Will comience a sufrir con frecuencia visiones extrañas y, hay que decirlo, apocalípticas, tanto en sueños como en la vigilia. Esto va en paralelo con un extraño descubrimiento que tuvo Dustin en su basura: un peculiar renacuajo, similar al que vomitó en su baño un año atrás el conflictuado Will.

Estos pocos elementos le fueron suficientes a los hermanos Duffer para arrojar la tormenta sobre este ficticio pueblito de Indiana. Sin embargo, decidieron reforzarlo con la historia, en apariencia un tanto descolgada, de un grupo de vándalos en la ciudad de Chicago. A su cabeza está una joven que conoceremos como 008 y también posee las mismas capacidades telekinéticas que Once. Interpretada por Linnea Bertheisen, este complejo personaje protagonizará el célebre séptimo episodio, que tanto movilizó a la crítica por su crudeza y salto de tono con el resto de la serie. Y quizá esta sea la mayor virtud de la segunda entrega de Stranger Things: si bien se decidió mantener (e incluso remarcar hasta el hartazgo) su constante homenaje a la cultura popular ochentista, al transcurrir los episodio ese velo de oscuridad se va afianzando para darle una madurez tenue a la narrativa, sobre todo reforzada en el ida y vuelta entre la historia de los vándalos de la Gran Ciudad y, además, lo que le ocurrió a Once inmediatamente después de la primera temporada.

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En un interesante artículo publicado en el portal La Vanguardia, la periodista Pere Solá Gimferrer deconstruye el personaje de la madre de Will y Nancy, Karen Wheeler. La filosofía de Stranger Things es extraña, puesto que en lugar de salir a gritar a los cuatro vientos lo que nos quiere contar sobre la sociedad norteamericana de los años 80, se oculta detrás de infinitas referencias de la cultura popular de ese momento. Sin embargo, nos deja un trabajo interesante a los espectadores, intentando hurgar entre los vestigios pop para entender un poco qué nos dicen las relaciones entre los personajes, ambientados en un momento histórico determinado. Así como ella analiza el rol de la mujer a partir de la madre de Mike y Nancy -completamente abnegada a su rol de madre y esposa modelo-, la segunda temporada de Stranger Things nos permite espiar las relaciones entre un padre y una hija que entra en la juventud a partir del lazo que se establece entre el agente Jim Hopper y Once. Luego de escapar del martirio hacia el final de la primera temporada, la pequeña telekinética es resguardada en una cabaña en medio del bosque, en un estado de completo aislamiento de la sociedad. Intentando protegerla, el jefe de la policía local la somete a un estricto cuidado intensivo, encerrándola todos los días a ver televisión. Once, con mucha nostalgia por sus amigos, tensiona la relación, generando una impotencia casi paternal en Hopper, narrando una de las historias más interesantes de la temporada. En el otro extremo están los idas y vueltas de Nancy con su popular novio Steven, cuyo lazo se ve tensionado por los sentimientos de la chica con el hermano de Will, el introvertido Jonathan. Por último, uno de los cuatro muchachitos conocerá las mieles del amor juvenil con la pelirroja Max, recién llegada al pueblo junto con su fetichizado hermano Billy, un típico bully ochentero con sus jeans apretados y su muscle car al servicio del día.

Netflix ya firmó para continuar la historia de estos muchachos y su eterna lucha contra el Otro Lado, esta vez más crecidos en el tiempo. Resta saber si continuarán las edulcoradas referencias ochentosas o esta vez la historia seguirá creciendo con recursos técnicos y narrativos, como bien supieron aplicar los directores en esta oportunidad.//∆z

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