Steven Wilson: El futuro llegó hace rato
Pauta 2021

Alejándose del rock progresivo más clásico e ingresando definitivamente a los sonidos electrónicos Future Bites pone a Wilson de cara a lo que tal vez sea su salto definitivo a la masividad sin resignar la dimensión ideológica.

Por Carlos Noro

Sintéticamente la historia musical del Steven Wilson lo ubica como la figura más importante la música progresiva contemporánea. Fue uno de los líderes de Porcupine Tree (un fascinante y experimental grupo de rock progresivo, rock psicodélico y heavy metal con el que sacó diez discos), desde hace más de una década viene desarrollando una carrera solista que incluye proyectos en conjunto (Blackfield, No-man, Bass comunión entre otros), la remezcla en 5.1 de discos clásicos de surround (Tears For Fears, Roxy Music, XTC, King Crimson y Yes), la producción de bandas como Opeth y un proyecto titulado con su nombre que hoy por hoy parece ser su principal interés a la hora de crear su propia música.

La carrera solista de Wilson empezó en 2008 con Insurgentes un disco que con ciertas sutilezas buscaba separarse de P.T. y evolucionó a pasos agigantados hasta llegar a Hand.Cannot.Erase (2015). Un impecable álbum conceptual que cuenta ficcionalmente una historia verídica: la de una mujer inglesa llamada Joyce Carol Vincent, quien permaneció muerta en su departamento por tres años antes de ser descubierta, a pesar de tener familia y amigos. Es en este disco que comienza a aparecer la inquietud de Wilson respecto al sistema actual y comienzan a filtrarse cuestiones como la alienación y la soledad como temáticas recurrentes en sus letras.

To the Bone del 2017, es un disco que giró conceptualmente en torno a la idea de las fake news, es otro interesante paso en la carrera de Wilson. Allí por primera vez es evidente el cambio musical que el inglés quiere dar a su música: la sensibilidad pop convive con fuerza dentro de las atmósferas progresivas, generando un interesante híbrido: su producción hasta ese momento más accesible, pero todavía admirado por quienes entienden la música progresiva no como una vulgar demostración de técnica sino como una manera de desafiar los propios espacios de confort.

The Future Bites es decididamente un paso aún más arriesgado en su carrera. La primera noticia es que no hay ningún rastro desde el punto de vista musical de lo que se suele asociar con el rock progresivo (largos segmentos instrumentales, pericia técnica, canciones extensas) sino que este es un disco concebido desde lo electrónico. Entonces lo que antes era un riff de guitarra, ahora es un loop o la presencia del sintetizador, lo que antes era el sonido de la batería es un beat; algo que lleva a las nueve canciones hacia el ámbito de la sensibilidad pop casi sin presencia de distorsión de guitarras.

El disco propone una idea clara: el mundo actual se ha convertido en una especia de distopía donde el consumo, la propia identidad, la relación con otro se han mediatizado de tal manera que nos han hecho perder aquello que nos convierte en seres humanos. El mismo Wilson cuenta que el concepto del disco apareció luego de una charla que mantuvo con un contratista de Amazon en un bar. Esta persona, relató Wilson en una de las tantas notas que dio para promocionar el disco, “había sido contratado por la empresa para ver por qué la gente ponían ciertas cosas en sus changuitos de compra y no las compraba”. Al principio el relato le pareció raro pero luego tuvo una especie de epifanía: las empresas y el sistema en el que vivimos está más interesados en anticipar nuestras decisiones, actos y conductas. Allí está uno de los nudos del disco, la idea de que progresivamente estamos dejando de ser quien somos en una especie de alienación total potenciada por un sistema tan consciente de sus objetivos que utiliza redes sociales, algoritmos y mecanismos de atracción y convencimiento para llevarlos a cabo.

En este contexto cada una de las canciones explora desde el punto de vista lírico cada una de las obsesiones de la época en que vivimos. “Unself”, “Self” funcionan como dos caras de una misma moneda. Mientras la primera dice “El yo solo puede amarse a sí mismo. Todos saludan al amor y el amor es un infierno”, la segunda denuncia a los millonarios alimentados por el sistema y relata “Somos el yo que se ama a si mismo/que se ve a sí mismo/solo nos vemos a nosotros mismos”, la base musical apuesta a los samplers, las capas de sonido y al estribillo pop como soundtrack en un curioso video que incluye al mismísimo Wilson tranformándose en figuras claves del show business.

“King Ghost”, densa, intensa y futurista con unos synths que les deben tanto a Giorgio Moroder como a Daft Punk tiene una visión introspectiva de la propia oscuridad subjetiva, algo que contrasta con “12 Things I Forgot”, una canción pop en el más estricto sentido del término. Aquí una guitarra acústica y evocativa interactuando con un piano bien pop, Wilson canta “Hay tantas cosas que pretendo que no soy. Olvide lo que era, lo que dije y lo que no soy” y tranquilamente puede sonar en cualquier radio veraniega. En este punto tal vez aparece la verdadera dimensión conceptual que el disco propone. Así como en su momento referentes indiscutibles del rock progresivo como Peter Gabriel, o Phil Collins dejaron Genesis para meterse con un impresionante éxito (y sin perder la legitimidad) en el mercado pop, tal vez Wilson tenga el mismo objetivo aunque a diferencia de ellos incluya una dimensión ideológica que tal vez lo emparente con Roger Waters a la hora de combatir el sistema en que vivimos con una explicitación ideológica de sus falencias a pesar de ser de alguna manera un caso exitoso del mismo si evaluamos su éxito como artista.

Siguiendo este último mientras “Eminent Sleaze” relata la seducción del consumismo con una mezcla entre soul, reggae y electrónica y “Man Of the People” le pega a la clase política; “Personal Shopper” es tal vez la canción que mejor define la dimensión conceptual del disco. Con un video que estéticamente refiere al Pink Floyd de The Wall (Increíble el parecido del protagonista con Bob Geldof), a lo largo de sus nueve minutos y medio denuncia como el ser humano se ha transformado en una persona que solo vive por y para consumir. Con Elton John relatando una lista de objetos de consumo, la temática (una suerte de relectura del “Hombre Unidimensional” de Herbert Marcuse), intensa, bailable y con cierto aire a drum & bass tranquilamente puede sonar en cualquier pista de una discoteca, en un interesante contraste en lo que plantea la canción y su accesibilidad desde el punto de vista musical.

“Follower” y “Count of Cease” cierran el disco de manera contundente. Mientras la primera propone una suerte de distorsión bailable para decir “¿Querés que me cojan como a vos?/ ¿Quiero tener un cuerpo como el tuyo ahora?/Seguime/Oh,Seguime”, la última concluye la obra de manera calma y atmósferica, casi como dejando descansar luego de tanta intensidad musical y conceptual

Como curiosidad el disco viene asociado a una campaña de merchandising realmente impecable. Más allá de sus correspondientes versiones en vinilo, cd y casete, tuvo una versión de lujo (aprovechando el chiste de uno de los puntos de la lista detallados en “Personal Shopper”) con valor de 10000 libras esterlinas que ¡fue vendida! y donada como toda la venta del merch a la fundación Music Venue Trust que se encarga de recaudar fondos para solventar las cuestiones ligadas al Covid-19 durante el año pasado. Además se venden otros objetos como una lata de gaseosa sin marca, papel higiénico, vitaminas todas mencionadas como “Ultra Deluxe Music Product On Obsolete Media”, un curioso chiste que cierra el concepto de un álbum francamente fascinante e imprescindible para entender la época que vivimos.//∆z

Pauta 2021