Después de “Ffunny Ffriends”, que llamó la atención de miles de blogs musicales alrededor del mundo, Unknown Mortal Orchestra hace su presentación en sociedad con un disco debut que mezcla pop psicodélico y ritmos soul bajo el manto de una intrigante estética lo-fi.
Por Emmanuel Patrone
La historia de Unknown Mortal Orchestra es similar a la de varias bandas aparecidas en la última década. Aparece un tema ganchero de un clan de desconocidos en la web que vuelve a todos locos, es linkeado y difundido en forma viral por miles de blogs alrededor del mundo y se leen líneas escritas por curiosos preguntándose quiénes son los pibes limados que crearon eso, cuándo van a sacar de una maldita vez un disco y por qué ellos no son la nueva sensación del indie en vez de los taraditos de The Drums. En el caso de Unknown Mortal Orchestra (en adelante UMO), sucedió con un tema titulado “Ffunny Ffriends”, subido a la cuenta de Bandcamp de la agrupación. Un single con un sabor lo-fi, crudo, con una batería que seguramente algún hip-hopero sabio sampleará en el futuro para deslizar sus rimas sobre ella, una línea de guitarra instantáneamente memorable y una voz andrógina y drogona que se prende a acompañar la melodía de la viola.
Ante las ansias provocadas por gran parte de los seguidores enfermizos de lo nuevo del rock y pop independiente, era esperable que el misterio fuese develado rápidamente. La mente maestra, el artífice del proyecto es un tal Ruban Nielsen, un neocelandés establecido en Portland (donde formó parte del grupo Mint Chicks) que decidió crearse un mundo musical que remitiría (y cito de la biografía de UMO que aparece en la página web) a “Captain Beefheart, Sly Stone y RZA zapando en una cortina de un show para chicos demasiado oscuro como para televisarse”.
Dejando de lado que esa descripción suena un tanto sobrecargada y confusa innecesariamente, hay algo de verdad en ella, sobre todo cuando uno escucha el disco debut homónimo de UMO. Lo del show para chicos es atinado en el sentido de que, en los 9 tracks que componen al disco (sí, “Ffunny Ffriends” siendo uno de ellos), hay una sensación de recreación, de esparcimiento. Es pop, en definitiva. Pop en el mejor sentido de la palabra. Música pegadiza que vos, tu vecino y tu tía Pocha pueden escuchar en la radio y sacudir la cabeza aunque lo quieran evitar a toda costa. “Ffunny Friends” es un ejemplo, pero otras canciones, como “Bicycle” o, fundamentalmente, “How Can U Luv Me” provocan esos mismos efectos. En esas canciones también se escucha cierta influencia del soul y funk, como en esa batería vagabunda que decora “Strangers Are Strange” o los falsettos en la ya mencionada “How Can U Luv Me”, tamizados por una atmósfera decadente.
Entonces esto es pop, sí. Pero pop que suena mugriento y desprolijo, como si lo estuviésemos escuchando en un viejo cassette TDK que sufrió numerosas sobreescrituras. Acá entraría la parte de Captain Beefheart mencionada en la gacetilla de prensa, con toda su legendaria idea de deconstrucción de la música popular, al igual que la notable excentricidad puesta al servicio de la búsqueda creativa, y que tímidamente hacen su aparición en el álbum, sobre todo en el tema de cierre “Boy Witch”.
Habrá que ver cuánto de sincera inspiración y cuánto de ironía en la apropiación de los géneros musicales visitados hay en el disco, algo que sucede también, por ejemplo, en el fenomenal Before Today (2010) de Ariel Pink’s Haunted Graffitti, álbum con el que el debut de UMO comparte numerosas similitudes. Pero esa es una discusión que puede llevar un tiempo más largo, un tiempo que incluso probablemente exceda –lamentablemente- la duración del encantamiento de la crítica por este simpático disco de media hora pergeñado por un neocelandés melómano.
AZ recomienda: “Ffunny Ffriends”, “Bicycle”, “How Can U Luv Me”, “Nerve Damage”.