En Education, Education, Education and War el quinteto de Leeds se reinventa y demuestra que, pese a la partida de uno de sus fundadores, está a la vanguardia de la música en la isla por estos días.

Por Agustín Argento

En 2012, vía Twitter, el baterista Nick Hodgson anunciaba su salida de la banda “tras quince años espectaculares”. Esos quince años realmente fueron espectaculares para los Kaiser Chiefs. Premios por doquier, gloriosas críticas, giras mundiales con estadios llenos, ser cabeza de ventas en los rankings y el cierre de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 se encuentran dentro de los logros de estos británicos. Pero la partida de Hodgson le planteaba una interrogante a los miembros restantes. Según dijeron ellos mismo en la web de la banda, debieron pasar por un período de “replanteo” para crear un álbum que sea “apasionado”.

El trabajo realizado para Education, Education, Education and War, se ve, ha dado los frutos buscados. Precisión en las guitarras, las voces y la rítmica, acompañada por ese sonido típico, mezcla de balada, pop y teclados vintage, que caracterizaron a las bandas británicas aparecidas hacia finales de los ’90, como Keane, y que hoy siguen ese camino, como The Mutineers en Manchester.

Esta nueva de etapa de los futboleros Kaiser Chiefs –son fanáticos del Leeds United-, también, cumple con su “replanteo”. Las críticas, a favor y en contra, por su parecido a The Who u Oasis en algún tema, ahora no tendrían justificativo más allá, obviamente, de las influencias innegables que un artista siempre tiene. Modernizan las guitarras con arreglos que bien pudieran usar los Franz Ferdinand, meten colchones a lo Kasabian o mezclan voces como The Killers. Toda la música británica está presente en la placa; a lo único que parecerían esquivarle es al brit pop y a la movida Madchester.

El repertorio reúne diez canciones a lo largo de 46 minutos. Se trata, en su conjunto, de un repertorio muy concreto. No genera fisuras y pasa de un tema al otro sin sobresaltos. Con yeites de guitarra poderosos y estribillos que invitan a saltar, “One More Last Song” o “My Life” se pueden destacar como los hits del disco.

Cuando se ven los créditos, sobresale la participación de Ben Allen III en la producción; el productor de Animal Colective seguramente ha influido en la variedad sonora del álbum. Pero además hay algo que llama la atención: pese a ser un disco que indudablemente suena a inglés, fue grabado, mezclado y masterizado en Estados Unidos. Las sesiones fueron tomadas en Atlanta, mientras que el resto del trabajo fue desarrollado en Nueva York.

Sin embargo, la relación EEUU-UK le dio más precisión a la placa. Porque para estos ingleses, trabajar  el disco en Georgia “con otros puntos de vista”, les sirvió. “Creo que estar en Estados Unidos nos solidificó como británicos”, aseveró el cantante Ricky Wilson. Y sí, eso es lo que parece. A veces, los desafíos y los contrastes mejoran el producto. Un producto como Education, Education, Education and War. Título escogido de un discurso del ex premier Tony Blair, quien, mientras pregonaba por “educación, educación, educación”, enviaba miles de soldados a Afganistán e Irak. Las políticas de Blair, justamente, llevaron, en parte, a la crisis económica que vivió Reino Unido en el último tiempo. Y es esa crisis la que inundó de pasión e ira a los miembros de Kaiser Chiefs.

Por todo ello, durante su quinto disco suenan, en todo sentido, más comprometidos con su tierra natal. “No digo –sostiene Wilson- que no haya que escribir canciones de amor. Pero si en tu cabeza hay algo más que canciones de amor, hay que dejar de escribirlas para pasar a canciones que traten sobre las cosas que pasan en la calle”. Y para Kaiser Chiefs hacia allí apunta el nuevo camino.//z

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